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—¿Cómo estás? —Jabner me sonrió con un gesto que me ponía entre un muro y un salto de fe.

Lo vi a los ojos, ahora lo que notaba a través de ellos era a un chico feliz. Feliz y calmado. No distinguía aquello negativo a cuando lo vi en el laboratorio o cuando me solicitó seguirlo para ver las estrellas. Parecía un nuevo Jabner. Inclusive su actitud, la vibra que lo acompañaba se sentía renovada.

—B-bien... bien. Sí, bien, b-b-bien —inhalé muy hondo para controlar que el cuerpo no se me volviera gelatina —, ¿y tú? ¿Cómo estás?, ¿e-estás bien?

—Sí, también estoy muy bien, gracias por preguntar —se rascó el mentón e hizo un gesto que me sonrojó por lo tierno que fue. Pareció un gatito.

—¿En serio? —averigüé, curioso —. Es que, bueno, no viniste la otra semana y... y-y no es que sea un entrometido, sino que... ah, y-yo... yo... —me mordí la lengua para dejar de balbucear —. Diablos, lo siento.

—Descuida. Y sí. Tuve unos cuantos problemas, pero ya están resueltos todos sin que afecten a este poderoso galán —guiñó un ojo —. Mira, no quiero hacer esto más largo o si no voy a empezar a hablar como tú con tartamudeos —emitió una risita —. ¿Pudiste descifrarlo?

—Con descifrarlo quiero creer que te refieres a aquella noche —tragué saliva con dificultad.

—Sí —dijo. Yo estuve a punto de responderle y preguntarle del ocho, pero él me detuvo con un chiteo —: oye... ahhh... —hizo una pausa que se afianzaba alrededor de nosotros como una esfera que nos volvía prisioneros —. ¿Te parece si hablamos después de clases? Salgo a las ocho, ¿y tú?

—¿Q-q-qué? —inquirí, estupefacto. ¿Estaba pidiéndome hablar con él de verdad?, ¿después de tanto? ¿No era un sueño o una ensoñación mía?: no, carajo, estaba ocurriendo. Más valía tarde que nunca —. Y-y-yo, y-yo... salgo a las nueve, posiblemente antes ya que Bones a veces nos deja ir al veinte para la hora si tenemos suerte.

—Sé que tienes muchas preguntas que hacerme —dio un suspiro —, y estoy dispuesto a responder todas y cada una de ellas de forma precisa y clara —rechistó —. Eso debí hacerlo después de casi besarte en la fiesta.

—¡¿Qué?! ¡¿Q-q-qué acabas de decir?! ¡¿Entonces sí lo recuerdas?! —voceé, emocionado —. ¡¿De verdad te acuerdas?!

—De eso y de todo —me arrojó otra sonrisita coqueta que fue como una flecha de cupido a mi trasero —. Puedo y voy a contártelo todo, pero no ahora, ambos tenemos clases y esto es para charlarse a fondo. Sirve de que ordenas bien las preguntas que tengas para mí y que las preparas para que no olvides ninguna —se acercó para darme un toquecito en la mano; la palma le sudaba, además de temblar un poco, y el aire adquirió el olor de su colonia que se percibía muy masculina y eso me encantaba. Quise pegarme a su pecho para olearla de cerca —. ¿Sí puedes hoy o es mejor otro día?, yo me ajusto a cuando tú puedas. Te decía que hoy para resolverlo de una vez, pero si crees que es pronto con gusto escucho tus opciones.

—Aguarda, ¿cómo sabré que no vas a volver a hacer lo mismo de mentirme o negarme las cosas? —cuestioné con aspereza —. Siendo sincero tus cambios de parecer me asustan.

—No será así, lo juro por todos los pandas del mundo. Es más, que me cague la cabeza un pájaro ahora mismo si digo mentiras. Es más, que se me caiga el árbol que está aquí —alzó la mano izquierda en señal de juramento —. Ya sé que mis cambios dan miedo y me hacen ver como un imbécil, mi comportamiento no fue el adecuado, pero por eso quiero que hablemos; para explicarme. Para decirte las cosas que siento por ti —sus mejillas se tornaron rosadas, no obstante, a diferencia de mí que actuaba como un tarado cuando me abochornaba, él sonreía con jovialidad —. Igual sé que sientes cosas por mí.

Until SunriseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora