Prólogo: Brocha ensangrentada.

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Ese cínico estaba parado frente al caballete, trazando su pincel sobre el áspero lienzo. Era un camino rojo carmesí, como la rosa que yacía en el cabello de su musa.

Alzaba la vista al ventanal del frente, volvía sus orbes desiguales a su caballete. Su nueva obra estaba terminada, lista para su público.

¡Está acabada! -Exclamó con orgullo- No puedo esperar a llegar a la galería, ¡sus adulaciones serán mías otra vez! -Se levantó, tomando su lienzo y llevándolo consigo.

El chico de cabello rizado retiró su caballete, dejando ver qué había en el jardín detrás del ventanal.
Una hermosa mujer de cabellos dorados; téz pálida y labios rojos. Ella estaba en el árbol del jardín.
Decorada con un vestido rojo al igual que la rosa que, ya mencionada, yacía en su cabello.

Ella se columpiaba a un lado y hacia el otro con esa soga que se aferraba a su cuello, uniéndola al árbol.

La pobre Ellinoise Françuá fue hallada por la policía al día siguiente, salió en los periódicos de toda la ciudad, esa noticia causó un gran impacto en todos.

"Suicidio". Sí, claro... Si tan solo no hubiese aceptado ser la musa de ese maldito, quizás, solo quizás ella seguiría viva.

La noticia llegó hasta los oídos de varios países, ¿Quién lo iba a imaginar?

En paz descanse, Srta. Françuá.

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Sangre al Óleo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora