Capítulo XIV

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Casper continuaba sujetándolo mientras caminaban. Desde que su abuela ya no estaba, nadie lo había vuelto a tomar de la mano y, a pesar de que el otro tenía guantes, era agradable sentir la cálida presión de esos dedos estrechando los suyos.

Mientras más se acercaban, más nervioso se ponía Adriano. ¿Y si sucedía algo malo? ¿Sí se transformaba y atacaba a alguien? ¿O si se daban cuenta de lo que realmente era él?

—Falta poco para llegar a la plaza donde está el festival —dijo Casper con voz alegre.

Los pies de Adriano se volvieron pesados, comenzó a caminar más lento. Casper volteó hacia él.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—No sé si quiero hacer esto.

Adriano agachó la cabeza. De pronto sintió los dedos de Casper en su barbilla. El joven le subió el rostro para que lo mirara.

—Si no quieres seguir, está bien —le contestó Casper—. Te acompañaré de regreso a tu cabaña.

—Pero te perderías el festival. —Adriano se mordió el labio inferior.

—No hagas eso —pidió Casper casi en un susurro y pasó el índice por su labio inferior, Adriano dejó de morderlo—. Te harás daño. No me importa el festival, solo quería pasar tiempo contigo, pero si no quieres ir está bien.

Adriano carraspeó y apartó la mirada de esos ojos castaños que más nervioso lo ponían.

—Sí quiero ir, pero... tengo algo de miedo.

—Haremos esto. Daremos un vistazo y si continúas incómodo, nos vamos, ¿te parece?

Asintió y Casper volvió a sonreírle. El corazón de Adriano se aceleró de nuevo, empezaba a preocuparse. Definitivamente estaba enfermo y lo peor era que no podía ir con un médico. Suspiró convencido de que le quedaba poco tiempo de vida. Tal vez el corazón de los licántropos era más susceptible que el de los humanos y se dañaba con facilidad.

—¡Ah, mira! —exclamó Casper sacándolo de sus pensamientos pesimistas—. ¡Puestos de comida!

En efecto, varios tarantines se extendían a ambos lados del paseo, exhibiendo platillos diversos, desde dulces y frituras hasta frutas picadas. Casper tiró de su mano y llegaron a un bonito puesto con cortinas rosadas de tul y seda. Lo primero que detectó fue el olor y luego vio los bombones envueltos en papeles brillantes. Era chocolate, ese exquisito alimento que había llevado Casper a su cabaña en varias oportunidades.

—Buenas noches, distinguidos caballeros —los saludó el vendedor con una sonrisa—. ¿Han probado el chocolate?

—¡Oh, sí! —contestó Casper muy resuelto—. ¡Nos encanta!

—Siendo así le daré una prueba gratis de estos bombones rellenos. Los traje directamente de la capital donde tienen un gran éxito.

El hombre les ofreció en un platito de porcelana varios dulces que Casper recibió con su expresión alegre habitual. El joven tomó uno y giró hacia él. Antes de que pudiera metérselo en la boca, Adriano agarró otro y lo mordió de prisa.

—Hum, hum, delicioso —dijo. Estaba relleno de una mermelada un poco ácida, sin embargo, el contraste de sabores era agradable.

Acababa de tragar y Casper fue más veloz, le acercó otro chocolate.

—Ahora prueba este.

No le quedó más remedio que abrir la boca. Ese tenía crema por dentro. Luego Casper le dió otro relleno de licor, otro más con fresas. El último, muy diferente, el vendedor les dijo que era chocolate blanco.

Casper y un lobo no tan feroz (Boyslove)Место, где живут истории. Откройте их для себя