Capítulo 42

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Chantrea

La primera fue Alexandria, la segunda fue Vania, la tercera Bertha, la cuarta, Angelique, la quinta Emma, la sexta Olivia, la séptima Ava, la octava Eva, la novena Clío, la décima Isabel, África, Carla, Jimena, Nala, Zoe, Mia, Maya, Hanna, Belén, Frida, Bianca, Andrea, Helen, Christina, Chloe, Emilia, Alicia, Daniela, Victoria, Lana, Amélie, Sophie... y más nombres que pintan las paredes de esta habitación, habitación donde he escondido todo lo que he obtenido, el lugar donde regreso de vez en cuando para recordarme que esto no solo lo estoy haciendo por mí, lo estoy haciendo porque no quiero que mi nombre adorne estas paredes.

Suena muy egoísta. Tal vez no. Volteo a ver los papeles que están en el escritorio. Ahora me siento bastante tonta, de verdad. El plan inicial consistía en mi muerte y la suya. Digamos que era una vida por vida con tal de que nadie más sufriera el destino y de alguna forma una parte de mí nunca estuvo de acuerdo. Ahora tengo menos motivos para inmolarme con un hombre que puedo derribar, no con facilidad, pero que eventualmente lo lograré... el problema es el plan.

Releo el plan: jugar a ser su esclava sexual favorita, a complacerlo, seducirlo, enamorarlo, que dudo que él pueda amar, me relame las entrañas, me sabe a ácido la boca.

No me importaba usar mi cuerpo ni que lo usaran. Cuando he tenido necesidades he buscado a hombres, no cualquiera, pero sí que entraran en el margen de mi agrado, obviamente no iba a elegir a cualquier idiota. Cuando elegí a Max, bueno, eso fue inevitable, había mucha tensión sexual entre ambos, solo necesitábamos quitarnos esa espina y lo hicimos... pero desde Ezra, desde él, no ha habido nadie más.

Escucho, siento más bien, a Alexandria enfadarse, ir detrás de mí, quererme, golpear, pero es mi cuerpo, es mi cuerpo y decido con quien quiero estar.

Sé que sueno como una romántica irreal o tal vez no, pero no quiero que nadie más me tome, quiero ser de Ezra tanto como él es mío. No deseo ni pienso compartirlo. Y es algo que de verdad espero que entienda.

Pero Alexandria sabe la verdad, sabe que, si él viene por mí, si Erebos viene por mí, no habrá vuelta atrás, él usará mi cuerpo como más lo desee. Y no puedo.

—¿Decisiones difíciles? —es Amelia quien me toma por sorpresa cuando estoy haciendo una pequeña maleta con algunas cosas esenciales de este lugar.

¿Qué hace aquí?

Entra al sitio sin pedir permiso, observa las paredes tapizadas de nombres, fotos, dibujos y cartas. No parece alterarse, simplemente parece absorber todo lo que ve en el sitio.

—Es algo espeluznante —murmura.

—Es lo único que queda de las que hubo antes de mí —y sí, es espeluznante. Termino de empacar las armas, lo esencial. Me niego a poner mi nombre.

Tomo las hojas en mis manos cuando todo lo necesario está en la pequeña maleta negra. Las veo una última vez. El plan no ha muerto. Solo ha cambiado. Aun así, rompo las hojas porque las demás después de mí no necesitarán ver esto, porque de verdad espero terminar con él.

Ella se acerca a las fotos, a los nombres, sus dedos los tocan, pasan por las caras de las fotografías.

Tiene esa misma mirada gélida que es tan desconcertante.

Es ahí cuando me permito darme cuenta... que vine aquí sola, que no vine en compañía de nadie, aun así, ella está aquí. Sonríe sin verme.

—¿Te has dado cuenta de que no viniste conmigo? —sonríe.

Y de cierta forma entro en un bucle que me estrella contra lo desconocido. Sé que Amelia es la hermana de Ezra, pero también lo sentí desde la primera noche. Su esencia humana es nula, su esencia humana sí está ahí, pero no es todo. Lo dejé pasar porque fue perceptible para mí, algunas noches; sin embargo, después sentí esa esencia demoniaca.

Un trato con los demonios [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora