Alexei
Estaba totalmente alegre. Anashia me ama, al igual que yo la amo. Esto solo quiere decir que necesito aclararle a Natalia que nuestro matrimonio sin amor tendrá que acabar. Ella debe entender que no la amo, que nunca logré amarla. Estuve y aún estoy con ella por nuestra hija. No quiero que ella sufra por nuestras culpas. No obstante, en el amor no se manda, y seguir en lo mismo toda la vida ya es imposible. Por otro lado, quise contarle a Anashia sobre el viaje, pero creo que no era el momento adecuado; quizás todo a su tiempo. Soltando un suspiro, arranco a toda velocidad. Para llegar a casa, debo ir a dejar a mi hija a la escuela; por suerte nuestras casas no están lejos.
Al llegar a casa, bajo del coche y miro la hora en el reloj que adorna mi muñeca. Pongo el seguro y entro en la casa. Mi hija me recibe alegre al verme; aún son las seis y media, así que tengo tiempo para llevarla a la escuela.
—Papi, ¿de dónde vienes tan temprano? ¿Dormiste en tu trabajo? —cuestiona mi hija, esperando una respuesta. La verdad es que ella es tan inocente que a veces me duele engañarla.
—Pequeña, anoche no pude salir de la oficina, así que opté por quedarme allí -le respondo.
Mi niña me sonríe, mostrando sus pequeños dientes. Le dejo un beso en su mejilla regordeta y ella me abraza, dejando un beso en la mía, pero ríe porque le da picazón la reciente barba que me ha aparecido.
—Karla, que la nena desayune mientras me preparo —le digo a la niñera, quien asiente y se lleva a la niña.
Subo a mi habitación a tomar una ducha. Entro directamente al cuarto de baño, prendo la regadera y dejo que el agua caliente recorra mi cuerpo, tenso por tanto estrés.
De repente, siento las manos de Natalia sobre mi pecho. Giro y la veo desnuda. Ella me mira coqueta y se acerca a besarme, pero me alejo. Apago la regadera y amablemente le digo:
—Natalia, ¿qué haces? Por favor, puedes irte. Debo aligerarme, recuerda que la nena debe ir a la escuela y estoy perdiendo el tiempo.
Ella me mira enojada, pero luego queda mirando fijamente mi cuello.
—Alexei, estabas con otra mujer. Por esa razón vienes a esta hora, ¡incluso tienes un chupetón! —Natalia empieza a gritar, tirando cosas en la habitación. Niego, cansado de esto. No puedo negarle ni mentirle algo que ya es evidente.
─Sabias muy bien que no te amo y que nunca te ame, Natalia deberías calmarte, en tu estado lo único que deberías hacer es cuidarte y cuidar a nuestro hijo. ─declare tratando de controlarla, sin embargo, de nada sirvió, ya que siguió gritando y golpeándome.
No quise decir nada más, la deje ahí con su furia, entre a terminar de darme la ducha. La tensión en el ambiente es palpable. Suspiro profundamente, consciente de que este enfrentamiento era inevitable. Cada vez es más claro que nuestro matrimonio fue un maldito error que mi padre me obligo en aceptar, ahora quisiera detener el tiempo, por lo único que no me arrepiento es por mis hijos. Para que forzar una relación vacía, en la que nunca existió amor, esto solo nos causará más dolor, especialmente a nuestra hija. Necesito encontrar el momento adecuado para hablar con Natalia y explicarle toda la verdad, aunque dolorosa, es el único camino hacia un divorcio sin problemas.
Después de vestirme rápidamente, bajo las escaleras y encuentro a mi hija terminando su desayuno. Su inocencia y alegría son lo único que me mantienen en pie en estos momentos difíciles.
—Listo, princesa. Vamos a la escuela —digo con una sonrisa, tratando de ocultar mi angustia.
—¡Sí, papi! —responde ella con entusiasmo, tomando mi mano.
El viaje a la escuela transcurre en silencio, pero mi mente está llena de pensamientos. Debo acabar con este tormento, más por mi hija y por mí mismo. La relación con Natalia cada día se comporta mas toxica y sin verlo venir puede afectar a mi hija emocionalmente.
No entiendo su actitud. Ella claramente sabía que no la amaba, y sin embargo aceptó casarse cuando mis padres lo propusieron. ¿Ahora a qué vienen tantos berrinches sin sentido?
—Papi, ¿todo bien? —cuestiona mi hija, mirándome fijamente.
—Todo bien, cariño. Hemos llegado —respondo, mientras Luna aplaude feliz.
Estacioné el auto frente al colegio, bajé para ayudar a mi hija a salir, puse el seguro y nos dirigimos hacia la entrada de la escuela. Lo primero que mis ojos buscan es a esa mujer que amo con locura. Ella está de pie, recibiendo a los niños. Cada uno de ellos le deja un beso en la mejilla y la abraza; se nota que es muy cariñosa con ellos. Al acercarme, la saludo con la mirada. Mi pequeña se le acerca y también le deja un beso en la mejilla.
—Buenos días, pequeña, ¿has amanecido bien?
— pregunta Anashia, a lo que mi hija asiente con la cabeza.—Maestra, ¿y usted cómo amaneció? —pregunta mi hija. Anashia me mira antes de responderle.
—Dormí muy bien junto a mi gran oso —respondió Anashia con su sonrisa abitual.
Luna se sorprende y luego ríe.
—Luna, debes entrar. Ya debo irme —le digo, abrazándola. Ella se despide y entra al aula.
—¿Todo bien? —inquiere Anashia, mirándome fijamente, luego coloca una mano en mi mejilla.
—Sí, todo bien, cariño —declaro con ganas de besarla. Ella niega con la cabeza sin quitar su mirada de mí.
—Tienes un rasguño. Tuviste una pelea con ella, ¿verdad?
Toco mi mejilla y siento un ardorcito leve. Ni cuenta me di cuando Natalia me rasguñó.
—Ni lo había notado.
—Alexei, no quisiera que estuvieras de esta manera por mi culpa. A veces...
La detengo colocando un dedo en sus labios, pero rápidamente lo quito porque no quiero que ella se meta en problemas por mi culpa si alguien nos ve.
—No te preocupes por nada. Esto acabará pronto. Natalia debe aceptar las cosas, y tú deja todo en mis manos. Ahora debo irme; tengo una reunión importante.
—Está bien, Alexei. No me gusta verte en tantos problemas tóxicos, llámame después. Ahora vete.
Asiento y le guiño el ojo derecho. Salgo del colegio y me dirijo al auto. Debo tomar una decisión cuanto antes, y Natalia tendrá que aceptar las cosas. Sé que está embarazada y me haré cargo de mi hijo; no obstante, ella debe entender que no la amo y que nuestro matrimonio no debe continuar.
Mientras conduzco hacia mi trabajo, reflexiono sobre lo que me espera. Sé que será difícil, pero he decidido hablar con Natalia esta noche. No podemos seguir viviendo una mentira, y es injusto para todos, especialmente para nuestra hija. La vida es demasiado corta para desperdiciarla en una relación sin amor.
Al llegar a la oficina, me siento en mi escritorio y miro la foto de mi hija que tengo sobre la mesa. Ella merece ver a sus padres felices, aunque no estén juntos. Debo tomar una decisión firme: hoy hablaré con Natalia y pondré fin a esta situación. Después, podré planificar un futuro más feliz, tanto para mí como para mis hijos, incluso para Natalia, ella merece conocer un buen hombre.
Mientras reviso algunos documentos, no puedo evitar que mis pensamientos vuelvan a Anashia. Su dulzura, su forma de ser tan cariñosa con los niños, y la manera en que me mira con comprensión y amor me dan fuerzas. Necesito ser valiente y resolver esta situación de una vez por todas.
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La Amante.
RomanceAnashia creía que ser la otra sería una ventaja para dejar atrás las inseguridades de su pasado, pero aún no estaba segura de querer ser el segundo plato. Ser la amante es como ser un diamante oculto, difícil de exhibir.