Capítulo 9 | Encuentros y Confrontaciones

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Sahara Gojo, de 15 años, estaba en la vasta y elegante mansión Gojo, sintiéndose abrumada por la monotonía. Cada día, los miembros y ancianos del clan Gojo le repetían las mismas instrucciones y normas, llenándola de frustración. Las expectativas que pesaban sobre sus hombros la hacían sentirse atrapada, deseando una salida de esa rutina asfixiante.

—Al principio quería ser como mi papá, —pensaba Sahara mientras miraba por la ventana, —pero creciendo me di cuenta de que no quiero ser exactamente como él

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—Al principio quería ser como mi papá, —pensaba Sahara mientras miraba por la ventana, —pero creciendo me di cuenta de que no quiero ser exactamente como él. Lo admiro, claro, pero quiero seguir mi propio camino.

Había pasado una semana desde la última vez que vio a sus padres. Su padre, Satoru Gojo, estaba ocupado como profesor en el Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio, y su madre, Shoko, también trabajaba allí como doctora. Megumi, su amigo cercano, era ahora estudiante de primer año en el mismo colegio. Tsumiki estudiaba medicina en el exterior, y Yuta se encontraba en una misión en Kenia con su mentor, Miguel. Hacía cuatro años que no sabía nada de él.

Decidida a hacer algo diferente, Sahara tomó su teléfono y llamó a Kiyotaka Ijichi.

—Ijichi-san, ¿podrías venir a buscarme? Quiero ir al Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio para visitar a mis padres y ver a todos los que están ahí —dijo con determinación.

Ijichi, siempre dispuesto a ayudar, aceptó y llegó poco después. 



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Durante el trayecto, Sahara miraba por la ventana, ansiosa por ver a su familia y explorar el lugar donde su padre enseñaba.

Al llegar, Sahara le agradeció a Ijichi.

—Gracias, Ijichi-san. No te preocupes, conozco el camino —dijo con una sonrisa, ocultando que era su primera vez en el colegio.

Mientras caminaba por los terrenos del colegio, se chocó con alguien. Era un chico de cabello rosado que parecía estar un poco perdido.

—¿Quién eres? —le preguntó Sahara, sintiendo una poderosa energía maldita proveniente de él.

—Hola, me llamo Yuji Itadori —respondió el chico, extendiéndole la mano.

Sahara estrechó su mano, pero en ese instante sintió un cambio en él. Los ojos de Yuji se volvieron crueles y una sonrisa siniestra apareció en su rostro.

—Interesante... muy interesante —dijo la voz, claramente diferente de la de Yuji—. Eres la versión femenina de Satoru Gojo. Tal palo, tal astilla.

Sahara se alejó rápidamente, asustada. Yuji, o más bien, la maldición dentro de él, la siguió y la trajo hacia sí.

—Eres linda. Qué pena que esté destinado a destruir todo lo que tu padre aprecia —dijo la voz, apretando su agarre.

Con un grito de determinación, Sahara usó todo su poder para liberarse y atacarlo. La energía maldita estalló a su alrededor mientras se lanzaba contra Yuji, que ahora estaba poseído por Sukuna, la maldición de rango especial más peligrosa.

La pelea comenzó con una intensidad explosiva. Sahara esquivó un golpe de Sukuna y contraatacó con un puñetazo reforzado con energía maldita. Sukuna lo bloqueó con facilidad, sonriendo con sadismo.

—¿Eso es todo lo que tienes? —burló Sukuna, lanzando una ráfaga de ataques rápidos.

Sahara se movía con agilidad, bloqueando y contraatacando cuando podía. Pero Sukuna era poderoso, y cada golpe que Sahara lograba conectar parecía no afectarle.

—¡No voy a dejar que lastimes a nadie aquí! —gritó Sahara, lanzando una ráfaga de energía maldita directamente hacia Sukuna.

Sukuna se tambaleó ligeramente, pero rápidamente recuperó su postura.

—Eres fuerte, lo admito. Pero no lo suficiente para vencerme —dijo Sukuna, lanzándose de nuevo al ataque.

La lucha continuó ferozmente, ambos combatientes usando todo su poder. Sahara, con determinación y rabia, y Sukuna, con su sadismo y poder brutal. Sahara logró lanzar un poderoso golpe que hizo que Sukuna retrocediera.

—¡Increíble! —exclamó Sukuna, ahora con una mezcla de burla y admiración—. Eres realmente una Gojo.

Justo cuando Sukuna estaba a punto de contraatacar, una serie de figuras llegaron corriendo. Satoru Gojo, Shoko, Megumi y otros estudiantes del colegio llegaron a la escena, alarmados por la energía maldita.

—¡Sahara! —gritó Satoru, viendo a su hija luchando contra Sukuna.

Con un rápido movimiento, Satoru intervino, separando a Sukuna de Sahara con un poderoso ataque que dejó a Sukuna inconsciente y Yuji Itadori colapsado en el suelo.

—¡Sahara, estás bien! —exclamó Megumi, corriendo hacia ella—. ¿Te duele algo?

Shoko también corrió hacia su hija, revisándola rápidamente por cualquier herida.

—Estoy bien, mamá. Solo un poco cansada —respondió Sahara, tratando de recuperar el aliento.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Shoko, mirando a su esposo y a Megumi—. ¿Por qué ese chico tiene a Sukuna dentro de él?

Satoru suspiró, sabiendo que era una explicación complicada.

—Es una larga historia. Ese chico, Yuji Itadori, se tragó uno de los dedos de Sukuna y ahora tiene la maldición dentro de él. Es peligroso, pero también tiene un potencial increíble —explicó Satoru, con una mirada preocupada hacia Yuji.

Megumi se acercó a Yuji, que estaba comenzando a despertar.

—¿Estás bien? —preguntó Megumi, ayudándolo a sentarse.

Yuji asintió lentamente, aún aturdido por la pelea y la posesión de Sukuna.

—Lo siento. No quería causar problemas. Sukuna tomó el control —dijo Yuji, con arrepentimiento en sus ojos.

—Está bien, Yuji. Esto solo confirma lo que ya sabíamos, debemos trabajar juntos para mantener a Sukuna bajo control —dijo Satoru, ayudando a Yuji a ponerse de pie.

—Vamos a casa, Sahara. Necesitas descansar —dijo Shoko, abrazando a su hija con cariño.


























La Hija de Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora