Capítulo 8.

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Las semanas habían pasado y los encuentros casuales ahora estaban planeados, El sol brillaba cálidamente sobre Nueva York mientras Alec y Emma paseaban por los senderos serpenteantes de Central Park. Los árboles estaban en plena floración, y la suave brisa llenaba el aire con el dulce aroma de las flores.

—¿Me estás tomando fotos sin permiso?— preguntó la castaña con diversión.

—Solo quería capturar el momento— se denfendió el castaño.

Emma comenzó a reír e intentó darle empujón juguetón. Alec antes de que pudiera empujarlo la atrapó para girarla y así comenzando a jugar.

Pasaron la tarde explorando el parque, visitando el zoológico, montando en barca por el lago y disfrutando de un picnic improvisado bajo la sombra de un roble. Cada momento estaba lleno de risas y conversaciones profundas, fortaleciendo su conexión.

Una semana después, Alec invitó a Emma y a Peter a cenar en las hamburguesas que tanto les gustaban.

—Dios son deliciosas— dijo Alec mientras mordía su hamburguesa, generando que Peter le diera la razón al castaño.

—Son simplemente perfectas— respondió Emma.

Disfrutaron de una cena deliciosa, compartieron historias de sus vidas. A medida que la noche avanzaba, se dieron cuenta de que era tarde pero no les importó, ya no había nadie en el lugar, solo los tres mientras seguían riendo y bromeando.

Y los días continuaron pasando, una tarde lluviosa, Alec y Emma decidieron refugiarse en el Museo Metropolitano de Arte. Pasaron horas explorando las galerías, fascinados por las diversas colecciones de arte y cultura.

—Es increíble cuánto hay que ver aquí— comentó Emma, admirando una pintura renacentista.

—Podríamos pasar días enteros y aún no ver todo— respondió Alec, solo que el no tenía su mirada en la pintura, él estaba admirando las facciones de Emma y cuando ella lo notó, el volteó rápidamente a la pintura.

Durante esas semanas, Alec y Emma exploraron cada rincón de Nueva York, creando recuerdos inolvidables. Cada salida los unió mucho más, causando que Emma se dejará ver de una forma diferente, ella permitió abrirse a nuevas experiencias.

Era una tarde tranquila en la Torre de los Vengadores. Natasha estaba terminando su entrenamiento cuando se le ocurrió una idea. Caminó hacia Emma, con una sonrisa.

—Hey, Emma, esta noche iremos al bar. Los señores y fósiles también vendrán ¿Te animas a unirte?

—Gracias, Nat, pero creo que me quedaré en casa esta noche. Estoy un poco cansada y prefiero relajarme— Emma tenía una cita consigo misma, noche de películas de horror, tal vez pizza, junto a Kai y una manta, sin duda un plan perfecto para ella.

—Está bien— dijo Natasha, no muy sorprendida —Si cambias de opinión, sabes dónde encontrarnos.

La noche cayó y el bar se llenó de risas mientras los Vengadores disfrutaban de su tiempo libre. Mientras tanto, Emma estaba cómodamente instalada en su sofá, envuelta en una manta, viendo la película en su televisor . De repente, su teléfono sonó. Era una llamada de Alec.

—¿Hola, Alec?— contestó Emma, un poco sorprendida.

—Hola, Emma. ¿Estás en casa?— preguntó Alec con una voz que dejaba entrever una sonrisa.

—Sí, aquí estoy. ¿Por qué?

—Perfecto. Baja a abrirme la puerta, mi mano se está congelando por el helado.

Emma se levantó de un salto, su corazón estaba latiendo con emoción y sorpresa. Bajó rápidamente las escaleras y, al abrir la puerta principal, vio a Alec parado ahí con una gran sonrisa y dos botes helado en sus manos.

CHAOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora