Capítulo 7: La persecución

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ELEANOR

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ELEANOR

El sol se despedía del horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas, mientras nosotros continuábamos nuestra búsqueda en la cabaña. Cada objeto que examinábamos, cada página que leíamos, nos acercaba a la verdad, pero también nos acercaba al peligro.

De repente, un ruido resonó en la cabaña, seguido de un crujido en el suelo. Un escalofrío me recorrió la espalda. No estábamos solos.

—¿Escucharon eso? — susurró Lizzy.

—Sí. Alguien está aquí. —Asintió Esteban con un semblante de preocupación.

Un silencio expectante se apoderó del lugar. Nuestros corazones latían con fuerza en nuestros pechos, la adrenalina bombeando por nuestras venas.

—Tenemos que salir de aquí. Ahora. — Bastien agarró un microscopio que estaba sobre la mesa.

Sin perder tiempo, nos dirigimos hacia la puerta, pero un golpe seco la cerró con violencia, dejándonos a oscuras. La cabaña se convirtió en una jaula.

—¡Está cerrada! ¡No podemos salir! — exclamé empujando tratando de abrirla, pero era imposible.

—¡Hay que buscar otra salida! —Lizzy comenzó a buscar por donde salir sin éxito.

Un haz de luz irrumpió en la habitación, cegándonos momentáneamente. Una figura encapuchada se encontraba en el umbral, empuñando un cuchillo.

—Ustedes no debieron venir aquí. Ahora pagarán las consecuencias. —habló esta persona desconocida con un tono amenazante.

El miedo se apoderó de nosotros, pero no había tiempo para la parálisis. La supervivencia era nuestro único objetivo.

—¡Corran! —grito Bastien lanzando el microscopio a la figura.

Aprovechando la confusión, salimos corriendo de la cabaña, adentrándonos en el bosque. La oscuridad era nuestra única aliada, un velo que nos protegía de la persona que nos perseguía.

Las ramas arañaban nuestras ropas, las piedras se clavaban en nuestros zapatos, y la maleza nos enredaba en su abrazo espinoso. La adrenalina nos impulsaba a seguir adelante, a no rendirnos, a escapar de la muerte que esta vez nos pisaba los talones.

De repente, un fuerte golpe me hizo caer contra la tierra. Un dolor agudo me recorrió el tobillo. Me giré para ver a la figura encapuchada, ahora a solo unos pasos de mí, con el cuchillo brillando a la luz de la luna.

—¡Ayuda! —grité desesperadamente tratando de levantarme.

Bastien se giró al escuchar mi grito, y sin dudarlo, se lanzó hacia la persona misteriosa. Una pelea feroz se desató entre ellos, un baile macabro de vida o muerte se desató bajo la luz de la luna.

—¡Aléjate de ella! —grito mi amigo enfurecido.

La figura encapuchada era fuerte y ágil, esquivando cada uno de los ataques de Bastien con una precisión aterradora. Yo observaba con horror, la impotencia y el miedo oprimiendo mi corazón.

En un giro inesperado, la figura encapuchada logró asestar un golpe a Bastien, haciéndolo caer al suelo. Se encontraba a punto de rematarlo cuando, con un último esfuerzo, Bastien lo empujó con tal fuerza que la figura se tambaleó hacia atrás y tropezó con una raíz.

—¡Levántate, Eleanor! —dijo mientras se acercaba para ayudarme.

Me puse de pie tambaleándome, el dolor en mi tobillo era casi insoportable. Bastien me tomó de la mano y juntos corrimos a través del bosque, sin mirar atrás.

No sé cuánto tiempo corrimos, solo sé que la adrenalina y el miedo nos impulsaban a seguir adelante. Finalmente, llegamos a un claro donde la luna brillaba con intensidad.

—Creo que lo despistamos. —pronunció lentamente Bastien tratando calmar su respiración.

Me apoyé en un árbol, tratando de recuperar el aliento. El dolor en mi tobillo era intenso, pero la sensación de estar a salvo era incomparable.

—Gracias... me salvaste la vida —exprese tímidamente.

Bastien se acercó a mí y me miró con una intensidad que me hizo estremecer.

—No fue nada Sherlock. Haría cualquier cosa por ti—respondió con un tono de voz suave.

En ese instante, el aire se cargó de una energía intensa entre nosotros. Se aproximó con lentitud hasta que nuestros labios se rozaron, compartiendo el mismo aliento por un breve instante antes de separarse de mí.

 Se aproximó con lentitud hasta que nuestros labios se rozaron, compartiendo el mismo aliento por un breve instante antes de separarse de mí

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De repente, un ruido en la maleza nos alertó.

—¡Eleanor! ¡Bastien! —Nos llamó Lizzy mientras salía de entre los arbustos, jadeando.

—Los estábamos buscando. ¿Están bien? —Apareció Esteban a su lado.

Un torrente de emociones me invadió. La alegría de ver a nuestros amigos, el alivio de estar a salvo, la adrenalina aun corriendo por mis venas.

—¡Lizzy! ¡Esteban! ¡No saben cuánto nos alegra verlos! —Abracé con fuerza a la pelirroja.

Lizzy me miró con una sonrisa pícara en el rostro.

—Parece que la cabaña no era el único lugar peligroso —susurró en un tono cómplice.

Un rubor se apoderó de mis mejillas al recordar la cercanía que había compartido con Bastien.

—Tenemos que volver al internado. No es seguro que estemos aquí—dijo Esteban.

Asentimos con solemnidad. La figura encapuchada aún estaba suelta y no podíamos bajar la guardia.

Emprendimos el camino de regreso al internado. La noche era testigo de nuestro silencio, un silencio cargado de emociones que no podían ser expresadas con palabras.

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