La molesta alarma que se encontraba en mi mesa de noche comenzó a sonar siendo tan malditamente irritante y obligándome a abrir los ojos, cegandome un poco con la luz que se filtró por mi ventana que ahora se mantenía abierta siendo que anoche no estuvo así.
Entonces reaccioné rememorando lo sucedido, sentándome de golpe sobre la cama con un dolor atroz recorriéndome el cuerpo, más concretamente en mi entrepierna.
Descubrí mi cuerpo percatándome de que me hallaba desnuda.
Cientos de imágenes arribaron a mi mente, desde el Pub hasta que llegué al departamento. Había alguien conmigo, alguien me acompañó y por supuesto tuvimos sexo; sin embargo, mi mente era una laguna inmensa, no recordaba su rostro, su nombre, ni siquiera su voz. En mi mente sólo se trataba de un cuerpo helado carente de rostro que lo único que causó en mí fue miedo.¿Qué sucedió?, ¿por qué no podía recordar?. Quizá se trató de un sueño, quizá...
—No. Fue real. —Susurré estupefacta.
Me deslicé fuera de la cama con las piernas temblorosas y adoloridas y entré al baño mirándome enseguida en el espejo teniendo una muy mala versión de mí; el cabello estaba hecho un caos con nudos que me costaría trabajo deshacer, bolsas negras debajo de mis ojos y además un sin número de hematomas en mis caderas y muslos.
Pasé los míos por las marcas y luego limpié las lágrimas que habían salido sin permiso de mis ojos.
¿Qué había hecho?. Me prometí no volver a tener sexo de este modo desde la última vez que perdí la virginidad con un tipo en un bar, un secreto que llevaba guardado por pena. No quería que nadie supiera que mi primera vez fue producto de una borrachera con alguien que no valía la pena.
Y anoche me acosté con un hombre del cuál no sabía absolutamente nada. Nada. Golpeé con fuerza mi puño sobre el lavabo. Estaba llena de rabia porque a pesar de todo yo lo había disfrutado, le había puesto las cosas fáciles a ese...
Vampiro.
La palabra se repitió en mi cabeza como una resonancia eterna; él había dicho que era un... No ni siquiera podía pensar en lo que me dijo que era.
Los vampiros no existían. Ellos beben la sangre de sus víctimas y él no lo había hecho. Sólo fue un maldito enfermo y loco que abuso de mí.
Aunque si bien, por lo que recordaba yo no le puse las cosas tan difíciles. A continuación abrí la puerta corrediza de la ducha y entré en ella. Abrí el grifo y comencé a lavar mi cuerpo con rudeza, queriendo borrar cada marca en él, aunque eso era imposible. Apoyé mi frente en la pared y me mantuve ahí por un largo tiempo, sumida en mis pensamientos y consumiéndome de angustia del no saber qué era lo que estaba pasando.
Mantenía dentro de mí la esperanza de que ese ser no se cruzara en mi vida de nuevo.
¿Qué haría?, nadie me creería lo que él dijo que era, y sinceramente me inclinaba más a la idea de que era un loco que mintió. Pero ¿y si no mentía, si en realidad era un... vampiro?
Temblé bajo el chorro de agua. No, no y no.
Tenía que calmarme. Fue mi mantra mientras salía de la ducha y me vestía en tiempo récord. Apenas y tenía tiempo de llegar a la oficina. No desayuné, en cuanto estuve lista corrí fuera del departamento con mi bolsa en mano.
Una hora después llegué a la oficina a tiempo. No me sentía bien, pero era mi tercer día y no podía darme el lujo de faltar.
Entré al ascensor sola, pero tengo tan mala suerte que antes de que las puertas se cerraran por completo, alguien las detuvo. Retrocedí y pegué mi cuerpo a la pared del ascensor cuando Lucian entró.
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Por siempre mía ©
VampireTrescientos años tuvieron que pasar para volverte a encontrar... esta vez no pienso dejarte escapar Obra registrada en Safe Creative Código: 1508124865110