Capítulo 8: Anorexica

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Lia:

Me desperté como un día normal, aunque estos últimos días fingía que estaba enferma para poder ir al Linniers.

Estaba pensando cómo podía decírselo a Male, sabía que no se lo iba a tomar bien porque estaba faltando mucho a clases, pero por otra parte también se alegraría porque sabe cuánto amo jugar a la pelota, creo.

Agarre la mochila con las cosas, me hice una cola alta, me vestí de entrenamiento y cuando iba a salir por la ventana noté como Male subía las escaleras.

- Liaaa - dijo subiendo las escaleras alargando la "a".

Al escuchar eso corrí hacia mi cama me tumbé y me tapé hasta arriba con las sábanas porque si no se me vería la ropa del entrenamiento.

- Lia - dijo entrando y se acercó a mi, se sentó en la cama y continuó - ¿Cómo te sentís?

- Bien... - tosi - Bueno... estoy un poco mal todavía, me duele la garganta y cuando me paro me mareo.

- Habrá que ir al médico - dijo Male - veo que te sentís re mal.

- No, no... al médico no - negué, no podíamos ir al médico, ella sabría que le habría mentido.

Quería decirle todo, pero cuando le diga que le había mentido igual se enojaba.

Pero hoy iba a ser el último día que mentía, ahora si dentro de un rato, seguramente después del Linniers, iba a decirle, tranquilamente.

- Bueno, si seguís así de mal iremos a médico, pero si queres esperamos un poco para que se te pase - dijo e hizo una pausa larga para después continuar - vine a decirte que voy al mercado, voy ha hacer unas compras.

- Bien, ¿a qué hora regresas? - pregunté.

- No te preocupes que Anastasia vendrá a darte la comida - Anastasia era la sirvienta - yo no estaré.

- Bien - dije - chau Male.

- Chau mi amor - dijo y me dio un beso en la frente.

Se levantó y se fue.

Me quedé en la cama pensando de nuevo, ¿cómo es que tiene tanto dinero para tener una sirvienta, pero no para irse de acá?

Me acordé sobre el Linniers, mire el reloj, quedaban cinco minutos para comenzar el entrenamiento, y yo vivía a diez minutos de la cancha.

Me levanté re rápido y bajé por la ventana, corrí y agarré un patinete que había enfrente de una frutería, ya lo devolveré a la vuelta.

Llegue a la cancha re puntual, tuve suerte de estar vestida y no tener que entrar al vestuario.

- Fernández, pensaba que no ibas a venir, ya te iba a suspender - dijo el entrenador.

- No hace falta, llegué - dije.

- Estaría maquillándose - dijo Pancho, el que siempre me jodia.

- Y vos pajeando, boludo - me crucé de brazos.

- Morocha de mierda - dijo.

- Chicos dejen de joder, estamos para entrenar no para pelear - dijo el entrenador.

Miré a Pancho y suspire.

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