028 | Primeros pasos

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Pedri

El sudor me corría por la frente mientras practicaba pases con Gavi en el campo de entrenamiento. El sol de Barcelona brillaba con fuerza, pero estaba demasiado concentrado en el entrenamiento como para notarlo. De repente, escuché una risa familiar que me hizo girar la cabeza.

—¡Pa-pá! —gritó Dylan, dando pasos tambaleantes hacia mí con los brazos extendidos.

—¡Ven aquí, campeón! —exclamé, olvidando por un momento el entrenamiento y corriendo hacia mi hijo de 18 meses.

Lo levanté en mis brazos, sintiendo una oleada de orgullo. Parecía que cada día crecía más. Ana se acercó, sonriendo mientras cerraba su laptop.

—Parece que alguien está ansioso por unirse al entrenamiento —dijo ella, guiñándome un ojo.

—¿Cómo va la nueva novela? —pregunté, recordando que Ana había estado trabajando en su último proyecto durante semanas.

—Increíblemente bien —respondió, con un brillo de emoción en sus ojos. —El editor dice que podría superar las ventas de "Sueños de Gloria". Pero basta de mí, ¿cómo va el entrenamiento?

Antes de que pudiera responder, el entrenador Xavi se acercó a nosotros.

—Pedri, tu forma está mejorando cada día —dijo, dándome una palmada en el hombro. Luego, volviéndose hacia Dylan, agregó: —Y tú, pequeño, ¿listo para ser nuestro próximo mediocampista estrella?

Dylan soltó una risita y extendió sus brazos hacia Xavi, quien lo tomó con una sonrisa.

—Ven, Dylan —dijo Xavi —vamos a enseñarte algunos trucos.

Observé con una mezcla de orgullo y nostalgia cómo Xavi llevaba a Dylan al centro del campo. Mis compañeros de equipo se reunieron alrededor, cada uno ansioso por interactuar con el pequeño.

—Tu hijo tiene madera de futbolista, Pedri —comentó Lewandowski, acercándose con un balón pequeño.

—Esperemos que herede los pies mágicos de su padre —bromeó Gavi, revolviéndole el pelo a Dylan.

Ter Stegen se arrodilló frente a Dylan y le mostró cómo sostener el balón.

—Mira, Dylan, así es como lo haces —dijo suavemente.

Para mi sorpresa y la de todos, Dylan tomó el balón y lo pateó con determinación. No fue un tiro potente, por supuesto, pero la pelota rodó varios metros.

—¡Golazo! —gritaron mis compañeros al unísono, provocando una carcajada en Dylan.

Me acerqué y levanté a Dylan en mis brazos, sintiendo una oleada de emociones.

—Ese es mi chico —murmuré, besando su frente.

Ana se unió a nosotros, sus ojos brillando con lágrimas de alegría.

—Parece que tenemos otro futbolista en la familia —dijo, acariciando el cabello de Dylan.

El entrenamiento continuó, pero esta vez con un espectador muy especial. Dylan se sentó en el regazo de Ana al borde del campo, sus ojos siguiendo cada movimiento del balón con fascinación.

Mientras practicábamos jugadas, no pude evitar reflexionar sobre lo mucho que había cambiado mi vida. Hace apenas unos años, mi único enfoque era el fútbol. Ahora, tenía una familia que me inspiraba a ser mejor cada día, tanto en el campo como fuera de él.

Al final del entrenamiento, me acerqué a Ana y Dylan.

—¿Qué les parece si vamos por un helado? —sugerí.

—¡Helado! —exclamó Dylan, aplaudiendo con entusiasmo.

Ana sonrió. —Creo que eso es un sí —dijo, guardando su laptop en su bolso.

Mientras caminábamos fuera del Camp Nou, Dylan entre nosotros, sosteniendo nuestras manos, sentí una profunda sensación de plenitud. El fútbol seguía siendo mi pasión, pero ahora compartía ese amor con algo aún más grande: mi familia.

—¿Sabes, Ana? —dije, mientras Dylan saltaba entre nosotros —Creo que hemos marcado un golazo con este pequeño.

Ana rio y apretó mi mano. —El mejor gol de nuestras vidas —respondió.

Y así, con el sol poniéndose sobre Barcelona, nos dirigimos a celebrar otro día perfecto en nuestra nueva vida, con helado y risas infantiles. El futuro parecía tan brillante como las estrellas que comenzaban a asomarse en el cielo catalán.

Bajo el sol de Tenerife | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora