Humanos como tú

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«Cuando menos

Unos minutos serenos

Merecemos

En un rincón con mi espejo

Para vernos

Y finalmente nos demos

En la soledad

Todo lo que nos debemos

Reconocernos

Y por último

Por piedad nos perdonemos»

(Enjambre [2017] Vida en el espejo, 2m55s)


Gojō Satoru es un hombre inmaduro, egoísta con el que no se puede tener una conversación. Si dices derecha él te dirá izquierda, si los altos mandos ordenan matar, él va a salvaguardar. Porque seguir las órdenes sin poner peros significa ser un humano sin suficiente materia gris.

Y él no es menos que perfecto.

A Satoru le encanta decir que no tiene ataduras, que no hay nada que lo haga dudar en sus elecciones. Que no hay una sola cosa que pueda decirse que es su punto débil, después de todo él es más fuerte.

Pero, no cuenta que dentro de él vive una maldición.

– No lo toquen... – Dijo.

– Necesitamos cremarlo Gojō. – Contestó con firmeza uno de los viejos que odiaba.

El ser humano es por excelencia egoísta, y Gojō Satoru no es más que un humano que intenta ser un dios. Los hechiceros lo llaman irresponsable, pero él quería tener algo para llorar. Para él que lo ve todo, no es lo mismo llorar a una piedra vacía con el nombre grabado, que una tumba con el cuerpo enterrado en ella. Quería poder hablarle a los vestigios de la energía maldita de Suguru (lo poco o nada que quedaba de él), y que lo abrazara y le diera la bienvenida cada que lo visitara.

El amor era una maldición retorcida, hace que se hagan estupideces. Y esta fue la estupidez de Satoru, como un acto romántico prohibido no permitió que cremaran a Getō Suguru.

Los recuerdos lo atormentan todas las noches, no hay momento en que sienta que esta vida no es suya. Porque si fuera suya él estaría a su lado. Pero Getō nunca fue suyo, nunca pudo ser lo suficientemente egoísta y abarcarlo todo para él... Para Satoru, Suguru fue su rey, su esclavo, su diablo, su ángel, su todo.

El tener que renunciar a su todo y hacerle frente a un mundo en el que no podía ser otra cosa que un dios; lo llenó de rabia. ¿Nunca será capaz de ser humano y llorar? ¿Él no es humano? Por supuesto que no lo es. Es un arma, un arma con complejo de humano, no es más que un arma para ser usada y desechada, siempre lo han visto así.

Y tal vez el único ser que no lo veía de otra manera que no fuera su alma gemela, ya no está. Él se encargó de robarle el último aliento de su ser, resistiendo las ganas de caer sobre sus rodillas y suplicarle perdón a su rey. Resistiendo las ganas de besar al esclavo de sus deseos una última vez y tal vez, solo tal vez, rezarle a su ángel porque se encontraran una vez más.

Entonces pasaron los meses, la memoria de su querido "mejor amigo" lo perseguía, su voz fantasma lo llamaba todos los días en cada cafetería que visitaba. Escondía sus ojos rojos de tanto llorar detrás de la venda y su dolor detrás de sus chistes desagradables. Pero el dolor nunca desapareció y cada noche sollozaba en silencio en su balcón preguntando: ¿Qué fue lo que no notó? ¿Cómo pudo no darse cuenta que Suguru se estaba cayendo a pedazos? Se supone que eran los más fuertes, los hombres más fuertes que existían en el Jujutsu... Entonces, ¿por qué se siente como una mierda?

Sus manos están manchadas con la sangre del hombre que amó y ama. Para nadie es un secreto que él era su otra mitad, si hubiera sido un poco más egoísta habría maldecido su alma. Lo habría atado a él.

... Pero Satoru lo amaba y decidió callar como se sentía.

Prefirió verlo morir con sus seis ojos, prefirió escucharlo clamar su amor hacia él con una última sonrisa mientras su corazón estallaba en miles de pedazos y su alma le imploraba al diablo que la tomase en sus manos para no tener que ver a su otra mitad partir... Porque el amor es la peor maldición...

Gojō Satoru es el hombre más fuerte que existe, no hay nada que pueda vencerlo, puede convertir al rey de las maldiciones en su perra si quiere. Pero hay alguien que logra hacerlo tambalear, alguien que logra poner en duda su vida entera y que hace que su corazón lata con tristeza.

Ese alguien es Getō Suguru.

¡Mis seis ojos dicen que tú eres Suguru Getō, pero mi alma se niega a creerlo!

La ira fría se acumula en su estómago, crea algo que lo hace querer vomitar, la rabia lo hace querer explotar su poder en contra del que osó usurpar la tumba de Suguru. Y cuando está a punto de matarlo, observa, observa que aún hay algo de su otra mitad aún ahí.

– Satoru...– Imita con bastante eficacia su voz y lo hace tambalear –

– Callate.

Sus ojos se dan cuenta que el brazo de Suguru intenta frenar al usurpador... Y eso le duele, hace que el alma llore en silencio. Suguru seguía ahí. Una parte de él seguía ahí. Su infinito titubea confundido, acostumbrado a apagarse cuando Suguru está cerca para que pueda abrazarlo, para besarlo, para estar.

No hay una explicación lógica, no importa que tanto lo piense no hay manera de que Suguru esté vivo o que quede algo de él. Pero quiere creer, quiere aferrarse a la idea de que el cuerpo de Suguru almacena aunque sea una parte de él. Como una libélula moribunda infectada de algún hongo oportunista.

Y cuando ve la espalda del ladrón alejarse su corazón se aprieta, incapaz de perseguirlo, incapaz de darle rienda suelta a su ira. Lo hace desear haberlo maldecido... Pero Satoru prefirió ser el maldecido.

Él es el más fuerte, lo es, pero Suguru lo convierte en el hombre más débil.

Cuando se da cuenta que ha caído en la trampa es demasiado tarde, está dentro de la prisión con esqueletos observando su humillación.

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– Estoy cansado de que el mundo te use a su antojo, los monos no deberían siquiera hablarte porque son de una raza inferior a la nuestra, a la tuya Satoru. Y yo te quiero ¿sabes? No importa que tanto intente negarlo, no puedo dejar de sentirlo. Te parecerá una exageración ahora, pero yo iría a la guerra con tal de proteger tu libre albedrío porque te amo Satoru... – Confesó sonriendo mientras desayunaban.

– Obviamente me amas, quiero decir ¿quién no podría hacerlo? – Respondió riendo encantado.

– Sabes que preferiría morir a asesinar algo que quieras o matarte ¿verdad? – Habló– Lo digo en serio Satoru, prefiero que me veas morir a matarte. – Habló serio – Si ese momento llega, promete que estarás conmigo hasta que mi alma abandone mi cuerpo.

– Bleh, estás siendo demasiado pegajoso Suguru chan~. Pero, está bien. – Dijo sonriendo – Aunque es improbable que eso suceda, quiero decir, somos los más fuertes y siempre estaremos juntos ¿no?

– Ah, no voy a caer en eso. No voy a maldecirme Satoru.

– Bueno, se vale intentar ¿no lo crees? – Contestó besando su mejilla.

– Buena suerte para la próxima cariño. – La cara de Satoru brilló.

– Oye no me llames así, es raro. ¡No lo vuelvas hacer! – Gritó.

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Nota:

Sinceramente desde que me entere de esta "amistad" no he hecho otra cosa que pensar que Satoru sufrió más de lo que se muestra en el manga.

También cuando vi que el brazo de Getō trató de matar a Kenjaku me recordó al hongo Cordyceps. Desde entonces creo que Kenjaku es literalmente ese hongo, o bueno lo basaron en ese hongo.

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⏰ Última actualización: Jun 27 ⏰

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