Kurokawa Izana
—Izana, ya volví.
Anunció mi amigo quitándose el calzado para después adentrarse a la casa. Lo miré esperando que me dijera la información que fue a buscar para mí. En cuanto llego a mi lado se sentó en el sofá y por leves segundos miró la televisión donde yo estaba viendo un programa. Me miró y negó.
—Lo siento. No pude encontrar nada.
—Pero es el orfanato donde crecimos. ¡¿Cómo carajos no encontraste nada!? —alcé la voz lanzando el recipiente que contenía palomitas que había preparado para ver la pantalla.
Más que enojado estaba frustrado. Los recursos para encontrarla cada vez eran menos. Mis esperanzas de volver a verla se escapaban de mis manos como si fuera agua. Kakucho me miro con serenidad, lo cual solo lograba cabrearme más. Pero en estas situaciones eran conveniente que él no perdiera la cordura.
—Al parecer hubo un robo a los datos. No hay información de ella, mía o tuya. No hay nada.
Chasqueé la boca y bajé la mirada relajando mi cuerpo de una postura de pelea que había adoptado al escuchar a mi amigo. Mis manos se deslizaron por mi rostro hasta llegar a mi cabello, el cual comencé a jalar en un intento de delatar mi desesperación.
—¿Qué voy a hacer?
—Izana...
—Ella es de lo único que tengo. ¿Cómo pude..?
Murmuré y parecía que me daría un ataque de ansiedad.
—Éramos jóvenes. No sabíamos lo que hacíamos o hacía donde nos dirigíamos.
Trataba de calmarme.
—Si, pero no debí abandonarla. Debí quedarme con ella como un buen hermano mayor, no dejarla a su suerte. ¿Qué pasa si no hubo quien la adoptara y ahora solo vaga por las calles?
—No lo creo. Ella siempre fue muy obstinada, quizá consiguió trabajo y se mantiene a ella misma.
—¡Tiene 16 años, Kakucho!
—Ella puede estar bien, buscaré en más orfanatos. Si eso es lo que quieres.
—Olvídalo —dije soltando mi cabello, rindiéndome. Mire hacía el balcón de la sala donde por la ventana se asomaba la cuidad —. Tenemos cosas más importantes que hacer que estarla buscando por el mundo.
Me dirigí a mi cuarto donde tenía los informes de las pandillas y las demandas de los Haitani para unirse a nosotros. Lo último que le había dicho a Kakucho no era lo que yo quería, sin embargo debía decirlo para frenar la búsqueda de mi amigo por una estupidez mía. Encontrar a mi hermana menor era todo lo que quería en el mundo, pero una forma de adelantar las cosas era controlando un país entero o al menos parte de el.
Nada de esto hubiese pasado si Mickey jamás hubiera aparecido.
Todo esto es culpa de Mickey. Y debe pagarlo.
Escuché que alguien tocó la puerta y Kakucho fue a abrir. Al escuchar risas y comentarios animados, me asomé para ver que era lo que pasaba.
Mi amigo hablaba con un rubio pusilánime bajito. Sus ojos eran azules y al verme me saludo con respeto. Entro a la casa por invitación de quien le abrió la puerta y se sentó el el sofá mirando las palomitas del piso y en general toda la casa.
—¿Quién eres?
El rubio me miró.
—Hanagaki Takemichi. Vine aquí a "negociar". Se que es lo que quieres y yo puedo ayudarte a conseguirlo.
—¡Insolente!
Estaba apunto de golpearlo cuando Kakucho me lo impidió y me suplicó escuchar lo que tenía que decir aquel chico que ahora estaba asustado. Me crucé de brazos y con molestia me quedé a escucharlo.
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Segundas oportunidades [Tokyo Revengers x lectora]
FanfictionViví por su generosidad, vivo buscando su paradero y moriré con la paz de mi alma. . . . . . Créditos a todos los artistas de las imágenes que usaré de referencia y portada. Ken Wakui es el autor de la mayoría de los personajes secundarios de esta o...