Capítulo 16

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-Vamos, mi niña. Suelta a la ardilla, su madre la está esperando en el árbol.- mis manos eran mucho más pequeñas de lo que recordaba.

Y el aire era caliente y el sol rozaba mi cara con cariño. Era un precioso atardecer en el campo y mi madre había colocado un mantel lleno de dulces entre la hierba bajo un árbol enorme.

Dejé que el animalito escalase un tronco para volver con su madre, quien comenzó a lavarlo con su lengua.

-Qué asco.- balbuceé y escuché a mi madre reír a carcajadas.

Su abundante pelo negro y ondulado caía como una cascada oscura hasta su cadera. Sus ojos azules brillaban llenos de vida y su rostro era tan redondo como el mío, con unas preciosas mejillas sonrojadas.

-Mira mamá, Dorian y Mikail se han subido al árbol.- Alister señaló hacia un enorme árbol en el que mis dos hermanos mayores competían por escalar hasta la rama más alta.

-¡Bajad de ese árbol ahora mismo! Voy a llamar a vuestro padre.- gritó mi madre desde su sitio a mi lado mientras me sentaba en su regazo.

-¿Cuando podrá Liara comer pasteles?- preguntó Alister acercando una galleta de mantequilla a mi boca lo suficiente como para que yo intentase morderla.

Jugaba conmigo como si fuese un animal.

-En unos pocos años, aún es muy pequeña y no le sienta bien la comida de los niños mayores.- mi madre acarició mi pelo, dejando un beso en mi frente.

-Etonces en mi cumpleaños haré comida para niños pequeños y así ella podrá comer lo que quiera.- afirmó contento con su idea, sonriendo a nuestra madre.

-Si tan solo tus hermanos fueran la mitad de buenos que tú…- dijo ella observando como mis dos hermanos corrían hacia nosotros.

Dorian era una bola adorable, con el pelo corto y la ropa ancha para ajustarse a su redonda figura. Mikail era un poco más alto que él, delgado como siempre y con los ojos excesivamente serios.

-Yo le dije que no era buena idea, pero está claro que aunque sea el mayor nadie me escucha.- soltó sentándose a nuestro lado para coger un bollo de nata y mermelada roja.

-Él quería ser el primero en subir, no es justo mamá.- Dorian se sentó frente a nosotras dando patadas en el suelo.

-No, mi amor. No es justo pero tampoco es seguro que escaleis los árboles. No quiero que volváis a hacerlo.- los regañó con voz dulce sin dejar de acariciar mi cabello.

-Qué aburrida…- Mikail se cruzó de brazos.

-Es tonto, mamá. Yo quiero que cuentes un cuento de cuando eras pequeña.- Alister pidió emocionado.

-Ah, bueno. Entonces os puedo contar historias sobre cuando me escapaba al bosque y escalaba los árboles. También os contaré el cuento de cuando me caí de un árbol, ¿Sabéis porqué fue?- los tres negaron mirándola como pollitos hambrientos.-¡Porque me perseguía un lobo!

-Esto es totalmente inaceptable. Quiero que me den el nombre de la persona que la dejó escapar antes del mediodía.- escuché a mi hermano gritar enfurecido a mi lado.

-Por supuesto, mi señor. Lo castigaremos nosotras mismas.- creí escuchar a Irial.

-No, traedlo ante mí. Ahora retírense, mi hermana está despertando.- podía verlo sobre mí, mirando con ojeras y una terrible preocupación.- Voy a necesitar que me cuentes lo que ha pasado, Liara.

Parecía ser por la mañana y estábamos en mi habitación, iluminada por la brillante luz del sol. Me dolía todo el cuerpo y apenas podía mover la espalda, mi brazo derecho había sido colocado con una especie de sujeción contra mi pecho hecha con pañuelos. La herida en la cadera volvía a arder de nuevo.

-Me escapé yo sola…- hablé con la voz ronca por la sequedad en mi boca.-Agua…-señalé las copas de cristal en la mesa con el brazo izquierdo.

-No. Quiero que me digas porqué lo has hecho. Ayer parecía que todo estaba yendo perfectamente. Íbamos de camino a mi habitación y desapareciste.- tampoco es que él estuviera en posición de reclamarme nada si esos eran sus últimos recuerdos de la noche.

-No lo sé. Sólo quería salir, estaba agobiada.- me quejé aún cansada.- Tráeme un poco de agua, por favor.

Mi hermano se levantó de la cama formando un puño con las manos, moviéndolas y estirándolos para intentar calmarse. Exhalaba aire de forma exagerada, mirándome con un enfado terrible.

-Sinceramente, Liara. No puedo más. Padre me dijo que tendría que tener cuidado con esta clase de cosas, que sabía que harías lo mismo que madre.- me reclamó a gritos entre dientes.

Estaba enfadado de verdad.

-¿El qué?- gesticulé confundida.

-Intentar matarte, por el
amor de Dios. Todos recordamos las historias que nos contaba de cuando era pequeña. Pero vamos a ser sinceros, tú no eres una niña.- parecía no saber que yo no tenía la suerte de recordar sus historias.- No existe ningún cementerio mágico, no existe ningún lago para encontrar el amor, las luciérnagas son solo luciérnagas y por favor no intentes acariciar un lobo mágico, los de verdad por poco te matan.

Él no lo sabía. No sabía que no habían sido los lobos, o al menos, no solo ellos.

De la nada, recordé al hombre del cementerio, quien había cumplido su promesa. Parecía un demonio bajo la luz de mi capa, apenas podía recordar su rostro por la oscuridad pero sabía que era hermoso. Tan apuesto como para hacer que su solo recuerdo acelerase mi corazón. Quería volver a verlo. Comencé a sentir como un calor placentero nacía sobre la marca de mi cuello extendiéndose hacia mi pecho.

-¿Liara? Tu piel está…roja.- no me había dado cuenta de lo que acalorada que estaba hasta que vi la mirada horrorizada de mi hermano.- Voy a llamar a las criadas, me encargaré de lo que sea que está pasando aquí.

Mi hermano abandonó la habitación dando un portazo. Apenas podía respirar por el calor, era casi asfixiante.

Permanecía en la habitación hasta que llegaron los ancianas y comenzaron a recoger todos mis vestidos sin decirme una sola palabra. Metieron todas mis cosas de nuevo en baúles y bolsos, ignorando mis preguntas.

-Vamos a trasladarla al cuarto piso, su hermano cree que estará más segura allí. Nosotras también lo creemos. Lo que hiciste esta noche…Has cometido un grave error.- Irena se acercó a mí cuando su hermana se marchó de la habitación.

Me di cuenta entonces de lo brillantes que eran sus ojos verdes, tan similares a los del cuervo.

-El joven que la trajo de vuelta no es bueno para usted. Debe mantenerse lejos de él, hágame caso y pronto desaparecerá esa marca.

-¿Que puede tener él que ver con la marca? Me ha salvado la vida y espero que también la de Adela.- la anciana asintió ante mis palabras.

-Le dimos la poción y hemos empezado a secar las hojas de la hiedra para hacerle un tónico que podrá usar más adelante. Al menos eso aliviará el dolor de haber perdido un ojo.- se lamentó negando con la cabeza.- Su madre pasó muchos años en este bosque, y créame cuando digo que ella estuvo en su misma situación.

No entendía absolutamente nada.

-Lo único que le pido es que haga caso a su hermano y no vuelva al bosque. Por su propio bien y el de cada uno de los habitantes de este castillo.

-Irena, ¿qué le estás contando a la muchacha?- Irial había entrado en la habitación sin que nos diésemos cuenta.- Vamos, tenemos que llevarte a tu nueva habitación.

Hola!
Me paso por aquí para deciros que he estado leyendo todos vuestros comentarios y os agradezco muchísimo el apoyo. Aunque estoy intentando planear bastante bien este libro a veces me cuesta y vuestras palabras me están animando muchísimo.

Voy a intentar actualizar más seguido para suplir los capítulos cortos.

Danza de LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora