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"¿Puedo dormir acá otra vez Emi?" preguntó suavemente, mirándome con ojos llenos de vulnerabilidad.

"Obvio Juli" respondí, abriendo la puerta. "Vení, pasa."

Ella entró y se acostó en la cama, y yo me acomodé al lado. Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Sentía su cuerpo temblar ligeramente, así que la abracé, tratando de transmitirle toda la calma que podía.

"Gracias  Emi" susurró ella, apoyando su cabeza en mi pecho.

Ella suspiró, cerrando los ojos, y poco a poco, sus respiraciones se volvieron más calmadas y regulares. Nos quedamos así, en silencio, hasta que ambos nos quedamos dormidos, sintiéndonos más cercanos que nunca.

A la mañana siguiente, me desperté con la luz del sol filtrándose por las cortinas. Julieta todavía dormía, su cabeza descansando en mi pecho. Me quedé quieto, queriendo que ese momento durara para siempre.

Finalmente, Julieta se despertó, parpadeando contra la luz del sol. Me miró y sonrió suavemente.

"Buenos días" dije sonriéndole.

"Buenos días" respondió ella, con una voz adormilada. "Gracias por dejar que me quede"

Nos quedamos en silencio por un rato más, disfrutando de la paz de la mañana. Después de un rato, decidimos levantarnos para el desayuno. Ella fue a la cocina del hotel, donde el equipo de cocina ya estaba trabajando en las comidas.

"Dejame ayudarte" dije, intentando ser útil.

"No te preocupes Emi, yo me encargo" respondió Julieta con una sonrisa. "Pero si querés, podes ayudar a poner la mesa."

"Está bien" respondí, sonriendo mientras agarraba algunos platos y cubiertos.

Mientras ponía la mesa, ella preparaba las tostadas y el café. En un momento, los cocineros se fueron a buscar otras cosas, dejándonos solos en la cocina. Julieta se giró hacia mí, con una sonrisa tímida.

"Gracias por todo Emi" dijo suavemente. "Posta, sos un muy buen pibe"

"Siempre voy a estar para vos Juli" respondí, acercándome un poco más. "No tenés que agradecerme nada."

Nos quedamos en silencio por un momento, nuestras miradas conectadas, el mundo exterior desvaneciéndose. Me acerqué un poco más, mis dedos rozando suavemente su cara. Ella cerró los ojos, respirando profundamente.

Antes de que pudiera hacer o decir algo más, los cocineros volvieron, rompiendo el momento. Nos alejamos rápidamente.

"Bueno, mejor sigo con las tostadas" dijo ella, sonriendo nerviosamente.

"Sí, y yo terminé de poner la mesa, mejor vuelvo con los chicos" respondí, tratando de sonar casual.

Durante el desayuno, no podía evitar mirarla. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía un calor en el pecho. Ella también me miraba, con una sonrisa suave, y aunque tratábamos de disimular, los chicos se dieron cuenta

"Che Dibu ¿Qué pasa con vos y Juli?" preguntó De Paul con una sonrisa.

"Nada, somos amigos" respondí, intentando sonar casual.

"Sí, claro" dijo Enzo, riendo. "Se nota a kilómetros."

"Mejor coman dale que tenemos que entrenar" dije cambiando de tema.

El entrenamiento empezó y nos enfocamos en las rutinas diarias. Sin embargo, mi mente seguía volviendo a Julieta. A cada rato, me encontraba mirando hacia el área donde ella solía estar, ayudando al equipo con cualquier cosa que necesitaran.

Mientras atajaba, me distraje buscando a Julieta con la vista. Finalmente, la vi pasar cerca del campo. Mi concentración se desvió por completo, y en ese momento, recibí un pelotazo directo.

"¡Ey Dibu! ¿Qué pasó?" gritó De Paul entre risas.

"Sí, miralo al enamorado" dijo Enzo. "Ojalá no te distraigas así en el partido."

Me levanté riéndome con ellos. "Dejen de joder"

"Bueno, mejor presta atención Dibu. No queremos perder por tu culpa." agregó Tagliafico

Mientras intentaba concentrarme de nuevo en el entrenamiento, vi a Julieta observándonos desde la distancia. Al darse cuenta de que la había visto, sonrió tímidamente, sonrojándose un poco. Sus ojos brillaban con diversión, claramente habiendo escuchado lo último que dijeron los chicos

A pesar de la vergüenza momentánea, su sonrisa me llenaba el alma. Traté de concentrarme nuevamente, aunque mi mente seguía volviendo a esa imagen de Julieta, sonriendo.

Después del entrenamiento, volví a los vestuarios con los chicos, nos cambiamos y salimos para el hotel. Al llegar, fui a mi cuarto y me tiré en la cama.

A la mañana siguiente, nos levantamos temprano. Hoy es el partido contra Perú y, aunque Leo no jugaría por una lesión en el último partido, todos estamos listos para darlo todo.

Julieta nos despide en el hotel con una sonrisa de aliento. No puedo evitar notar cómo sus ojos se cruzan con los míos, dándome esa motivación extra que necesito.

El estadio está lleno y la tensión se puede cortar con un cuchillo. Nos mostramos como protagonistas del primer tiempo, ganando intensidad con el correr de los minutos. Lautaro enfrentó a Gallese y se le adelanta con un toque suave por encima del primer palo. Es un alivio escuchar el rugido de la multitud y celebrar con los chicos. Teníamos el primer gol de ventaja.

Más tarde, tenemos un gol anulado a Tagliafico por una falta de Lo Celso al arquero, y en otro momento, por primera vez en el partido, tengo que intervenir seriamente para detener un tiro de Perú. Siento la presión, pero no recibí un gol en toda la copa, y no pienso empezar hoy. A los 40 minutos, Enzo Fernández tira un pelotazo que Lautaro conecta para marcar el segundo gol.

Al final, el marcador queda 2-0. Nos abrazamos y festejamos en el campo. Es un alivio mantener mi arco invicto una vez más. Mientras celebramos, busco a Julieta con la mirada. La veo en la tribuna, sonriendo y aplaudiendo.

Esa noche, de regreso al hotel, los chicos siguen jodiendo con Juli y yo. De Paul se me acerca con una sonrisa.

"Che Dibu, ahora sí ¿Cuándo vas a hablar con Julieta?" pregunta, mirándome con seriedad.

"Es que no es tan fácil"

"Vos mejor que nadie sabes que a veces hay que arriesgarse" dice Otamendi, uniéndose a la conversación.

"No podés dejar pasar la oportunidad" dice De Paul. "Dale hablale boludo"

Asiento, sabiendo que tienen razón. Tengo que hablar con Julieta y ser sincero sobre lo que me pasa. Mientras me voy a mi habitación, pienso en cómo será la mejor manera de abordarlo.

Esa noche, después de la cena, encuentro a Julieta en el pasillo del hotel. Me acerco, sintiendo los nervios aumentar.

"Juli, ¿podemos hablar un momento?" pregunto, tratando de sonar tranquilo.

Ella me mira y asiente, sonriendo. "Obvio Emi. ¿Qué pasa?"

Tomo un profundo respiro, preparado para decirle.

"Juli la verdad...No puedo seguir haciéndome el boludo con esto" dije acercándome mas a ella.

Ella dibujó una sonrisa en su rostro un poco sonrojada. "Decime entonces Emi"

"La verdad es que, me gustas un poco" dije devolviéndole la sonrisa

"Pues la vedad es que vos también me gustas un poco" responde sonriendo

Me quedo mirándola, sintiendo una mezcla de alivio y felicidad. Nos acercamos aún más sin decir nada, sólo mirándonos.

De repente, escuchamos aplausos y vítores. Nos giramos y vemos a los chicos asomados desde el final del pasillo, aplaudiendo y ovacionándonos.

"¡Bravo! ¡Ya era hora!" grita De Paul, sonriendo de oreja a oreja.

"¡Vamoo Dibuu" añade Otamendi, riendo.

Julieta y yo nos sonrojamos, pero no podemos evitar reírnos también.

Más Allá del Arco: Una Historia de Amor y FútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora