Lluvia de estrellas

- Hades, ¿qué tal está el tiempo en el mundo de los vivos? – preguntó Nyx desde la puerta del taller de Hades.

- Pues... estamos en primavera. Hoy hacía sol y apenas había nubes. ¿Por qué lo preguntas?

- Voy a salir a dar una vuelta, a ver cómo está todo.

- Quieta parada. Ven aquí. No vas a salir así.

- ¿Qué tiene de malo este vestido? Lo hiciste tú.

- Que pasó de moda hace más de un siglo.

- ¿Ya no se lleva?

- No solo no se lleva, sino que creerán que vas a una fiesta temática o a una recreación histórica.

- Si que ha cambiado rápido todo.

- Los últimos siglos han sido una locura.

- ¿Y qué se lleva ahora? ¿Lo que os ponéis para vuestros directos o para ir al restaurante?

- Sí, ese tipo de cosas. Puedo hacerte algo ahora mismo, si quieres.

- Oh, no. No hace falta. Te veo muy ocupado con... lo que sea que estés cosiendo.

- Casi he terminado. Les he hecho unos trajecitos de tigre a los gemelos. Van a estar monísimos con ellos puestos.

- Te deshaces de amor por ellos.

- Nyx, a todo el inframundo se le cae la baba con los pequeños. No me lo niegues, sé que a ti también.

- Por favor, tengo suficiente con verte la cara de padre orgulloso. Al inframundo entero se le cae la baba de verte esa preciosa sonrisa en el rostro, desviviéndote por tus niños.

Nyx dijo esas palabras aplastándole las mejillas a Hades con una sola mano. Él estaba radiante desde que había recibido la noticia del embarazo, además del posterior nacimiento, y se lo habían notado desde los Elíseos hasta el Tártaro.

- Nyx, basta – dijo Hades, zafándose del agarre de la diosa con un movimiento de cabeza sin dejar de sonreír.

- Eres el sol del Inframundo. Podrías competir con Helios ahora mismo.

- Tampoco te pases de aduladora. Tengo algo en mente que podría encajar con tu estilo, pero...

- ¿Pero?

- No tengo claras las telas. Ven, ayúdame a elegirlas.

Hades dejó los dos trajecitos de tigre a un lado y se levantó de la silla en la que estaba. Hizo que Nyx le siguiera en el mar de rollos de tela que había en su taller.

- Tengo telas naturales, sintéticas, de colores planos, estampadas, más finas, más gruesas... ¿Qué te apetece? – explicó Hades.

- Cualquier cosa me va bien – le comentó Nyx, observando las diferentes telas que había en las estanterías que cubrían gran parte de la estancia.

- ¿De verdad? ¿Cualquier cosa? – preguntó Hades, tirando de un rollo de tela afelpada con estampado de leopardo.

- Excepto eso. Qué horror.

- Sabía que dirías eso.

- ¿Por qué lo tienes?

- Tuve que tapizarle un sofá a Aquiles. Le flipan estos estampados, y aquí abajo no se consiguen fácilmente a no ser que se recurra a mí.

- Recuérdame que jamás le visite.

- Y porque no has visto los cojines de cebra que iban a juego.

- ¿Por qué se lo permites?