Parte 8: La alianza

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Después de la dramática salida de la Cueva de Cristal, Erik, Ailara, Thalion y Mira continuaron su viaje a través de las Montañas de Fuego. Aunque habían encontrado un fragmento del talismán de Orum, sabían que aún quedaban muchas pruebas por delante. La noche caía rápidamente cuando el grupo se adentró en el Valle de los Ecos, un lugar conocido por sus extrañas formaciones rocosas y la capacidad de amplificar cualquier sonido.

El valle estaba cubierto por una espesa niebla que parecía susurrar secretos al viento. Los ecos de sus pasos resonaban a través de las montañas, creando una atmósfera inquietante. A medida que avanzaban, Erik no podía sacudirse la sensación de que estaban siendo observados.

—Este lugar es extraño. —murmuró Mira, susurrando casi instintivamente para evitar que su voz reverberara en las paredes del valle.

—El Valle de los Ecos ha sido siempre un lugar de misterio. —respondió Ailara—. Se dice que quienes lo atraviesan pueden escuchar los susurros de los espíritus antiguos.

De repente, un grito desgarrador rompió el silencio, rebotando entre las rocas y haciendo eco en el valle. El grupo se detuvo, armas en mano, preparándose para cualquier amenaza.

—¡Venid hacia la luz! —gritó una voz desde la distancia, seguida de una risa siniestra que resonó como un coro de almas perdidas.

—Estamos rodeados. —dijo Thalion, sus ojos escudriñando la niebla.

Antes de que pudieran reaccionar, una figura encapuchada apareció frente a ellos, emergiendo de la niebla como un espectro. Sus ojos brillaban con una luz roja y su presencia emanaba un aura de peligro.

—Soy Morvan, el guardián del valle. —dijo la figura con una voz que parecía venir de todos lados—. Si queréis pasar, debéis enfrentaros a mi desafío.

Erik dio un paso adelante, sosteniendo el talismán con fuerza.

—¿Qué clase de desafío? —preguntó con firmeza.

Morvan alzó una mano y el aire a su alrededor comenzó a brillar. De la niebla surgieron tres figuras, cada una con una apariencia fantasmal y etérea. Eran los ecos de antiguos guerreros, cada uno de ellos portando armas brillantes.

—Debéis derrotar a estos guerreros. —anunció Morvan—. Solo entonces podréis continuar vuestro camino.

Sin más advertencia, los guerreros etéreos atacaron. Erik, Ailara, Thalion y Mira se dispersaron, enfrentándose a sus oponentes con una mezcla de habilidad y desesperación.

Erik se encontró frente a un guerrero con una espada larga y reluciente. Sus golpes eran rápidos y precisos, pero Erik logró bloquearlos con su escudo. Con el talismán brillando en su pecho, Erik sintió una oleada de poder y lanzó un contraataque, derribando a su oponente.

Ailara utilizó su magia para enfrentarse a un arquero espectral. Conjurando un escudo mágico, bloqueó las flechas y contraatacó con bolas de fuego y hielo. El arquero intentó evadir sus ataques, pero finalmente sucumbió a la magia de Ailara, disipándose en el aire.

Thalion luchó cuerpo a cuerpo con un guerrero corpulento, ambos mostrando habilidades sorprendentes. Con movimientos rápidos y precisos, Thalion esquivó los ataques de su oponente y, con un giro ágil, clavó su espada en el pecho del guerrero espectral, que se desvaneció en una nube de humo.

Mientras el combate llegaba a su fin, una melodía alegre comenzó a resonar en el valle. De la niebla emergió una figura inesperada: un fauno de aspecto jovial, con cuernos enroscados, una barba rizada y una sonrisa traviesa. Su cuerpo cubierto de pelaje y sus patas de cabra lo hacían inconfundible. Tocaba una flauta con destreza, llenando el aire con una música que hacía eco en las rocas.

—¡Bienvenidos al Valle de los Ecos! —exclamó el fauno con una risa contagiosa—. Soy Faelor, el guardián de las melodías y las historias olvidadas.

Ailara, visiblemente relajada por la presencia amigable del fauno, se acercó con curiosidad.

—Faelor, hemos enfrentado grandes peligros para llegar aquí. ¿Qué historia tienes para nosotros?

Faelor se sentó en una roca y, con un guiño, comenzó a recitar una poesía, su voz melodiosa resonando en el valle:

_"En el valle de los ecos, donde el viento susurra,
Historias de tiempos lejanos, que el alma murmura.
Hay un guardián alegre, con flauta en mano,
Que canta de héroes y de un mundo arcano.

Gruk el ogro, gigante y temido,
Caído por un talismán, en poder no extinguido.
Los viajeros valientes, en busca de verdad,
Encuentran en el valle, la paz y la hermandad.

Las montañas susurran, secretos y hazañas,
Mientras la niebla oculta, misterios y marañas.
Aquel que escucha, con corazón sincero,
Halla en los ecos, un destino verdadero."_

El grupo escuchó con atención, sintiendo que cada palabra resonaba con un significado profundo. Faelor se levantó y, con un último toque de su flauta, hizo una reverencia exagerada.

—Vuestro camino es largo y peligroso, pero recordad, siempre hay melodías y amistades en los lugares más inesperados. —dijo con una sonrisa amplia.

Erik, Ailara, Thalion y Mira se despidieron de Faelor, agradeciendo su hospitalidad y su historia. Con sus espíritus renovados, continuaron su travesía, sabiendo que el Valle de los Ecos les había ofrecido no solo un desafío, sino también un valioso recordatorio de la fuerza de la amistad y la importancia de escuchar los susurros del mundo que los rodeaba.

El Último MagoWhere stories live. Discover now