Capítulo 8

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Antes de ir al aeropuerto, Ten pidió permiso para poder entrar un poco más tarde a su turno de trabajo, y así poder acompañar a Hyunjin a la estación de trenes, mientras que Beomgyu se encontraba llorando y abrazando a su amigo.

—Voy a extrañarte mucho, Innie —habló el menor con una voz rota, a la vez que Jeongin soltaba pequeñas risas para tranquilizarlo, aunque también estaba llorando por la despedida.

—Pronto vendré a visitarte, Beommie —respondió el mayor una vez que se separaron, para luego agarrarlo de su rostro—. Voy a dedicarte muchos goles.

Beomgyu sollozó y volvió a abrazarlo. Jeongin era el único mejor amigo que tenía en el D.K.O, ambos se criaron juntos y siempre iban para todos lados juntos. Sus madres les advirtieron sobre los peligros de juntarse con los chicos del barrio durante toda su vida, por ello, ambos se acompañaban mutuamente.

Y aunque con Yeonjun también pasaba buenos momentos, Jeongin era el único que comprendía sus inquietudes e inseguridades como omega. Porque ¿quién más iba a entenderlo?

No había dudas de que con Jeongin también se iba una parte suya.

Mientras tanto, Ten se encontraba abrazando a Hyunjin en lo que una voz por el megáfono indicaba que el tren que los llevaría al aeropuerto ya estaba llegando, por lo que tuvieron que apurar sus despedidas.

—Espero que todo salga bien —agregaba Ten al separarse del abrazo, para después tomarlo de los hombros. Hyunjin también estaba llorando silenciosamente—. Te mereces ser muy feliz, Hyunnie.

El omega quiso evitar romper a llorar con fuerza al escucharlo, ventilando su rostro con las mano para espantar las lágrimas. Aquellas palabras habían tocado un punto sensible, luego de estar viviendo tanta miseria durante años.

Él merece ser feliz.

—Gracias, Ten —habló él con una voz algo quebrada y una sonrisa en su rostro—. En cuanto podamos, los visitaremos. Y también puedes hablarme por mi celular —agregó, aunque no tenía idea de cómo funcionaba.

—Por supuesto que sí —exclamó el mayor— ¿No van a olvidarse de los pobres, verdad? —preguntó, y todos se echaron a reír, suavizando el ambiente de tristeza.

Luego de darse el último saludo, Hyunjin tomó a Jeongin del brazo para que no se perdiera entre el amontonadero de gente que se aglomeró en la puerta del tren. En un hombro llevaba su bolso en el que tenía la ropa que iba a usar durante aquellos días en Japón, vigilandolo en todo momento por si alguien, en un descuido, lograba robarle algo.

Cuando todas las personas entraron, consiguieron un asiento que daba justo con la ventana donde se encontraban Ten y Beomgyu, abrazados uno al otro para luego despedirlos con las manos. Cuando el tren se puso en marcha, Jeongin se recostó en el hombro de su madre, tratando de conciliar algo de sueño.

—¿Me despiertas cuando lleguemos? —habló el menor, mientras que Hyunjin le sonrió.

—Si, mi amor —respondió, acariciando el cabello del niño para que se sintiera cómodo hasta llegar al aeropuerto.

El viaje hasta el aeropuerto de Incheon duró aproximadamente unas dos horas. Al bajar, tuvieron que caminar unas cuadras más ya que tenían el dinero justo y no les alcanzaba para un taxi. Eran casi las dos de la madrugada y Hyunjin, con toda la tranquilidad de que Ten, con los pocos conocimientos de enfermería que estaba adquiriendo ya que se encontraba estudiando para dedicarse a eso y dejar de trabajar en Killer Queen, le había puesto una inyección supresora que eliminaría sus aromas por unas horas, mientras que Jeongin se había tomado un supresor antes de salir.

Por eso mismo, decidió caminar hasta su destino.

Ambos llegaron a las 02:25 de la madrugada, a cuarenta minutos de que el avión despegara. Al llegar, Jeongin se encargo de localizar a su grupo, ya que todos estaban vestidos con el uniforma del HCU, el cual era de color negro con detalles amarillos. Junto a ellos se encontraban los concentrados de la Categoría Sub 15, acompañados por Choi y otras personas del cuerpo técnico. Una vez que los omegas se acercaron a ellos, el entrenador los notó y les dirigió una sonrisa.

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