capítulo 4

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El cielo, antes azul y resplandeciente, ahora se encontraba cubierto de una espesa niebla. Nubes que amenazaban con derramar su llanto permanecían inmutables y suspendidas por encima de los árboles, antes frondosos y fuertes, ahora parecían lamentarse por la pérdida de la vitalidad que antes residía en ellos.

Caelan y Arlo caminaban a paso lento a través del bosque, contemplando las hojas secas y el poco resplandor de los últimos rallos del sol que se filtraban a través del firmamento gris.

—¿qué querías mostrarme? -preguntó Caelan frotándose las manos a causa del frío viento que soplaba

—es algo increíble ¡no lo vas a creer! -le respondió Arlo sonriéndole.

Se detuvieron ante lo que parecía ser un pequeño arroyuelo, o lo que quedaba de el. Arlo golpeó una roca con su pata, y a el hobbit le pareció que algo se acercaba hacia ellos. Una enorme figura comenzó a hacerse visible a la distancia, hasta que Caelan comprendió de que se trataba.

—¿Dunkel? ¿eres tu? -preguntó el hobbit cuando la criatura estuvo lo suficientemente cerca

—¡Caelan! ¡regresaste! -respondió tomándolo con suavidad entre sus patas delanteras.

El hobbit se sintió sobrecogido. No solo porque Dunkel estaba abrasándolo muy fuerte, si no porque parecía haber cambiado mucho desde la última vez que lo vio.

Sus escamas afiladas se habían ido por completo, y en su lugar había crecido un pelaje abundante y suave. En sus alas había plumas de un verde claro muy llamativo, y las garras de sus patas se habían reducido hasta parecer garras de un animal cualquiera. Pero lo mas impresionante de su aspecto, era que sus ojos, antes vidriosos y opacos, parecían haberse adaptado a la luz y ahora, tenían un tono azulado.

—¡te vez increíble! -exclamó Caelan tras darle una rápida mirada

—¡si! ¡Dunkel tener pelo! -exclamó el skignatt muy orgulloso

—¡es genial! -le respondió el hobbit con una risa

—Dunkel quedarse en Faeri después de la batalla. Dunkel no querer volver a el reino de las sombras. El querer ser bueno -explicó haciendo un ademán con la cabeza

—pues yo creo que eres muy bueno -añadió Arlo

—si, Arlo tiene razón. Tu ya eres muy bueno -replicó Caelan —nos ayudaste a salvar a todo un reino

—gracias ¡Dunkel quererlos mucho!

—y nosotros a ti, Dunkel -respondió Caelan

—¿hay que ir al palacio para que todos te vean! -dijo Arlo muy emocionado

—¿ellos no asustarse? -preguntó Dunkel pensativo —Dunkel nunca ha entrado al palacio

—no, no creo -respondió Caelan —a todos les dará gusto verte

Con un ánimo renovado, Dunkel se dirigió al palacio con sus amigos, y a pesar de que el cielo no les daba un buen pronóstico, ellos estaban contentos por reencontrarse una vez mas.

Al llegar al palacio, la tormenta estalló, y una estridente ráfaga de frío viento mezclado con la lluvia los azotó de pronto. Corrieron a refugiarse en cuanto los guardias abrieron las puertas para ellos, y los tres se sorprendieron mucho cuando se dieron cuenta de que todos los miraban con ojos desorbitados.

—¿lo ven? Yo no agradarle a los humanos -dijo el skignatt muy apenado

—no, tu tranquilo. Te ven así porque no te conocen del todo -le dijo el hobbit para tratar de animarlo

—¡miren! ¡son Raisa y Morlok! -exclamó Arlo llamándolos con la mano.

Ambos se detuvieron en seco al ver a los recién llegados, y Raisa se acercó rápidamente al darse cuenta de quien era la criatura que la miraba con una tímida sonrisa.

FAERI. LIBRO 2: ALBERON  Y EL CETRO DE MENEDISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora