23. Ha sido increíble.

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-- ¿Se puede?. – Milo tocó suavemente a mi puerta con sus nudillos, pero entró antes de que pudiera responder. Cuando le escuche, me tumbé en la cama rápidamente. Estaba empezando a arreglarme para la fiesta, pero lo disimulé bien.

-- Sí.

-- Me voy a la fiesta. – iba disfrazado, como ya sabía, de carnicero sangriento. El disfraz era exactamente igual que el que se probó Kai. Lo bueno de que solo hubiera una tienda de disfraces cerca de la universidad.

-- Genial. Pásalo bien. – le sonreí, falsamente.

-- Descansa. Si necesitas algo ya sabes. – me señaló su móvil, pero era un hipócrita. Siempre que me decía eso y había necesitado algo, no respondía a mis llamadas.

-- Sí. Diviértete. – respondí. Se acercó, me dio un beso en la frente, y salió de mi habitación, cruzándose con Cami.

-- Cierra, anda. – le dije a mi amiga en cuanto entró.

-- Será verdad que ha venido a decirte adiós y no te ha dicho que le acompañes.

-- Tampoco iba a ir con él.

-- Obviamente. Pero es un sinvergüenza. – asentí con la cabeza.

-- ¿Ya te vas?, qué rapidez. Aún no estoy ni vestida.

-- Sí. Me recogen ya.

-- ¿Quién?. – arrugué mis cejas, sospechosamente.

-- ¿Camille?. – Sully abrió la puerta, que mi compañera no había cerrado del todo bien.

-- Vaya, vaya... -- miré a Cami, con una sonrisa pícara.

-- Nosotros nos vamos. – respondió, totalmente sonrojada. Yo quería reírme, nerviosa, pero me aguanté las ganas como pude.

-- Nos vemos allí. – afirmé.

-- ¿Vienes Juliet?. – preguntó Sully, como si no se lo esperara.

-- Por supuesto.

-- Genial. Ahora nos vemos.

Se fueron juntos, y me quedé en la habitación sonriendo, sola, quien me viera, pensaría que estaba loca. Pero me gustaban juntos. O más bien, me gustaba ver a Cami así de feliz.

Me maquillé rápido, y me puse el disfraz ese tan horrible a regañadientes. Yo me hubiera disfrazado de Ronald McDonald o algo parecido. Lo último que hubiera hecho en mi vida era disfrazarme de algo sexi. Pero si todo salía bien, hoy por fin se acabaría mi historia con Milo. Para siempre.


-- ¿Si?. – grité, después de que alguien tocara a mi puerta. Sin decir nada. Nadie respondió. -- ¿Quién es?. – abrí la puerta, molesta por que nadie me respondiera. – Ah, eres tú.

-- ¿Esperabas a otra persona?. – mi carnicero sangriento favorito, había llegado. Y no era Milo.

-- ¿Para que me vea así?, ni loca.

-- Estás bien, no seas dramas. – se apoyó en la pared, de brazos cruzados. Observándome. Yo, le saqué mi dedo corazón, adoraba la cara que me ponía cuando lo hacía. Se reía, entre dientes. -- ¿Le has dicho a Paul que no venga?.

-- No. ¿Por qué tendría que hacerlo?.

-- Porque vienes conmigo.

-- Eres muy cabezón cuando quieres, ¿no?.

-- Vamos vampiresa, que ya estás perfecta. – vino hacia mi, me cogió la mano, y con la otra, agarró mi bolso de encima de la cama. Le seguí, no podía negarme. Estaba perfecto hasta disfrazado así.

Susúrrame al oídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora