34. El secreto familiar.

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Advertencia ⚠️: Incesto.

— Suin, ¿lo sabías? En nuestra familia existe una maldición — fue lo que me dijo él un día

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Suin, ¿lo sabías? En nuestra familia existe una maldición — fue lo que me dijo él un día. Nuestro padre había salido de casa; solía hacerlo a veces y tardaba días en volver. Para los vecinos, era un hombre que trabajaba fuera; honrado y respetado, para mí, mi hermano y la mujer que me había parido, un potencial homicida que huía tras golpear a su esposa.

No. ¿De qué trata? ¿De que todos en nuestra familia han tenido un hijo de perra como padre? — pregunté, pero él negó con la cabeza mientras fumaba su cigarrillo. Todavía era un adolescente, pero decía que le causaba estrés la familia y fumar era lo único que le hacía sentirse bien. Le dije que no me gustaba que se hiciera daño, pero me dijo que estaría bien.

Me lo dijo papá antes de irse; que en nuestra familia hay una gran probabilidad de que nacieron hijos gemelos o mellizos y que, al final, uno de ellos, o ambos, acababan muriendo — respondió con una sonrisa. Sabía que nosotros éramos gemelos, pero siempre me había parecido que él tenía una sonrisa diferente —. Era una amenaza. En ese mismo instante, supe lo que quería decir y por eso le fracturé los dedos con el martillo.

Aunque sabía que él era violento, conmigo nunca lo había sido; bueno... Yo no sabía que ignorar los abusos que sufría por parte de nuestros padres también era violencia. Sin embargo, me cegaba la amabilidad vacía que me brindaba cuando me consolaba después de que casi muriera a golpes.

¿Y qué era lo que quería decir en realidad?

Que iba a matarte un día de estos — cuando el tabaco se consumió y solamente quedaba el filtro, lo apagó con sus propios dedos —. No me gustó que lo hiciera; le dije que si un día dejases de respirar, le cortaría la cabeza.

Siempre me había parecido extraño e injusto que solamente fuera yo quien sufriera los maltratos y los abusos de nuestros padres. No lo comprendía, él siempre salía ileso y cuando mi padre amenazaba con hacerle daño, irónicamente, yo le protegía. Siempre le protegía.

Puede que yo esté destinado a ser el hermano que acabe muerto — dije robándole el cigarrillo, pues no quería que encediera otro y se lo fumara. Pero él me cogió de la muñeca y me miró enseriado — M-me haces daño...

Nunca permitiré que muráis. Os prometo que os sacaré de aquí, aunque me cueste la vida; estaremos juntos para siempre.

¿Por qué siempre hablas en plural? — le pregunté cuando me soltó, en ese momento, no sabía sobre el trastorno y creía que tenía lagunas mentales, que no recordaba mi infancia porque no se me daba bien recordar y creía que era el único que sufría.

Perdóname — sonrió y me besó... en los labios. Siempre decía que nuestros besos en los labios eran inocentes; que, solamente, las personas que se aman de manera auténtica se besaban en los labios. Por supuesto, no conocía otro afecto que no fuera el suyo y le creía cuando me decía que únicamente él podía besar mi boca; por eso me llevaba palizas de mi padre cuando no permitía que me los diera durante los abusos. Siempre había creído que estaba bien que me besara así —. Me cuesta hablar adecuadamente cuando estoy cerca de ti, pero sabes lo que quiero decir; soy el único hombre en el mundo que te ama de verdad.

AC (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora