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Al llegar al establo, luego de tener una cena maravillosa, Lisa comenzó enseñarle a Jennie a cómo preparar a los caballos con una paciencia y agilidad que demostraban su experiencia. Cada paso, desde cepillar al caballo hasta colocar la silla de montar, fue explicado con cuidado.

Había breves momentos de tensión cuando Lisa tomó la delicada mano de Jennie para mostrarle cómo sujetar las riendas correctamente. Esta se sentía abrumada por la cercanía de Lisa y la sensación de sus manos fuertes y seguras guiándola.

Cuando hablaba detrás de su oído sentía pasar una corriente por todo su vientre hasta terminar en su zona mas sensible, la cual llevaba toda la noche palpitando.

Lisa era una perfecta profesora, pero por más que quería poner toda su atención a su explicación, su mente la llevaba a otros escenarios más eróticos donde en lugar de sostener la cuerda, era el cabello de Lisa pidiendo que fuera más rápido mientras la penetraba por detrás...

Tras la breve pero instructiva lección, ambas se pusieron en marcha, cabalgando en silencio a través de la vasta hacienda. Disfrutaban del suave sonido de los cascos golpeando el suelo y de la brisa fresca de la tarde que acariciaba sus rostros.

El paisaje, bañado en tonos dorados y rosados por el sol que comenzaba a descender, creaba una atmósfera mágica, perfecta para una conversación íntima y reveladora entre dos amantes.

—Se ve muy hermoso el atardecer desde aquí—comentó Jennie, rompiendo el silencio.

—Sí que lo es. Por eso es uno de mis lugares favoritos—respondió Lisa con una sonrisa.

Jennie la miró, admirando la tranquilidad en el rostro de Lisa. —Puedo entender por qué. Es como si todo el estrés del mundo desapareciera aquí.

Lisa se volvió hacia ella, sus ojos brillando con una intensidad suave.—Me alegra que sientas eso.

Avanzaron un poco más hasta llegar a una colina desde donde se podía ver todo el valle. Lisa detuvo su caballo y Jennie la imitó.

La paz que se respiraba en este lugar era inusual en Jennie. Su trabajo como dueña de una empresa no le permitía estar en calma por más de dos semanas, y en solo cuatro días de estar aquí se sentía recargada de una manera que no había experimentado en sus 29 años.

Al principio estaba un poco asustada cuando Lisa le propuso este paseo. Había llevado una vida tan ocupada entre su oficina y el mundo del modelaje que nunca tuvo la oportunidad de hacer este tipo de actividades tan "extremas". En sus primeros años como modelo, su manager siempre le advertía que debía cuidar su rostro y su cuerpo. Las cicatrices estaban prohibidas en su mundo.

Sin embargo, ahora, no tenía que preocuparse por eso. Este viaje le proporcionaba una sensación de libertad y tranquilidad que nunca antes había conocido.

—Lisa, hay algo que me ha estado rondando la cabeza —habló de nuevo Jennie.

—¿Qué es? —preguntó Lisa, girándose hacia ella.

—Cuando nos encontramos en el establo, no parecías tan sorprendida de verme. Pensé que me reconocerías por ser famosa—dijo Jennie con una sonrisa tímida.

Lisa soltó una risa suave. —Oh, sí, claro. Tengo pósteres tuyos por toda la casa.

Jennie se rió también, apreciando el humor de Lisa.

—En serio, no me gustan mucho las redes sociales. Hace tiempo que me alejé del mundo exterior. —continuó Lisa, su tono volviéndose más serio.

—¿Por qué? —preguntó Jennie, su curiosidad evidente.

Arizona | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora