FAMILIA BYRNE
~Charlotte~
Al llegar a casa de mis familia lo primero que hice fue buscar a mi madre. No tarde en encontrarla, siempre esta en la cocina. Fui corriendo abrazarla.
—¡Mamá! —exclamé alegremente con los brazos extendidos como si fuera una niña chiquita.
Se dio la vuelta. Sus ojos azules se iluminaron al ver qué ya estaba en casa, me dedico una sonrisa maternal y abrió los brazos en mi dirección.
—Amor mío ¿cómo estás? —Me dio un abrazo lleno de amor.
—Ahora que te veo, muy bien.
—No sabes cuánto me alegro —dijo sin borrar su sonrisa—. Ve a lavarte las manos, la mesa está casi lista.
Subí las escaleras en dirección a mi antigua habitación. Al llegar una ola de nostalgia me invadió el cuerpo, pero desvíe todos esos sentimientos al instante. Entre en ella y, me lavé las manos.
Al salir al pasillo escuché sonidos de metralletas con explosiones que venían de la habitación vecina.
Ollie.
Me acerqué a su habitación. Abrí la puerta muy rápido gritando.
—¡¡HOLAAAAA HERMANITO!!
Dio un brinco del susto por el grito que pegué. El control ese de juegos salió volando. Me puso mala cara cuando en la pantalla de su juego se reflejó: Game over.
Me lanzó un cojín que logré esquivar.
—¡¿Por qué gritas loca?!
Abrí la boca fingiendo indignación.
—Todavía que me tomo la molestia de venir a saludar me tratas así —ladee la cabeza con los ojos cerrados.
—¡Has venido a gritar no a saludar!
—No me hables en ese tono jovencito, respetarme soy tu hermana mayor —le dije en forma de burla, pero a él no le hizo ninguna gracia.
Mi hermano es menor que yo, pero aun así es mucho más alto. Me cae mal.
Odio ser pequeña.
Siempre se la pasa en esa habitación jugando en pijama con el cabello todo alborotado. Apenas sabemos de su existencia.
Salí de la habitación antes de que me asesinará.
—¡Baja ya, mamá nos espera!
Le grité desde las escaleras.
Al bajar cuando cruzaba al jardín donde almorzaríamos, unos pequeños brazos delgaditos rodearon mi cintura.
Es mi hermanita, Dalila, ella es la menor de los tres. Es muy hermosa la muy desgraciada posee cabello ondulado color castaño y unos ojos cafés muy hermosos y brillantes, su confección es delgada, rostro perfilado, labios gruesos, pestañas largas todo lo que una niña perfecta necesita para ser perfecta.
¡Yo a su edad parecía un alíen gordo!
—Hola metiche. —Le alborote su cabello.
Me soltó al instante.
—Oye te muestro un poco de cariño y tú me agredes. —Arrugó la nariz perfectamente respingada mientras se acomodaba su cabello.
—¿Y a mí no me piensas saludar amada hija?
Levanté la mirada de Dalila para mirarlo a él. Se encontraba justo frente mío a pocos pasos de distancia mirando toda la escena con mi hermana. A ella se le fue la sonrisa que tenía en los labios. Su presencia es suficiente para acabar con el buen ambiente.
Después de repasarlo un poco comencé a caminar a él. Me obligué a darle una sonrisa y saludarlo con un beso en la mejilla como si no pasar nada, pero la verdad es que me moría del miedo que me hiciera algo.
—Hola. —Le di una palmadita en el hombro luego me di la vuelta para seguir mi camino.
Cuando llegue al pequeño comedor del jardín. Me senté junto a mamá que seguía sin borrar su sonrisa, papá tomo asiento al otro lado de ella, Ollie frente a mí y Dalila aún lado de papá.
Ese siempre era el mismo órden. Cada asiento tiene una justificación de hecho; Mamá impide que este demasiado cerca de papá para que no nos mataramos, yo estoy cerca de mamá para impedir cualquier arrebato de Lorenzo, Ollie se sienta del otro lado de la mesa para no tener cerca de él, Dalila, bueno ella no le tiene miedo y se sienta junto a la fiera.
A ella nunca le hace daño. Es a la única que le muestra un poco de afecto. Tengo la sospecha que solo lo hace para intentar hacernos daño a Ollie y a mí. La verdad es que no me importa.
Todos guardamos silencio para no pelear de nuevo.
Yo me dediqué a comer la comida que preparo mamá. No despegue la mirada del plato hasta que Lorenzo hablo.
—¿Cómo te va en la universidad Charlotte? —pregunto con tono serio y firme.
Mientras terminaba de masticar pensé en las palabras que usaría. Una sola palabra mal y todo explota.
—Muy bien, he sacado buenas notas todo el año ya casi termino la carrera. Si todo sale bien en nueve meses me graduó.
—Todo tiene que salir bien —dijo sin despegar la mirada del plato.
—Sí padre.
—Claro que todo saldrá bien hija —añadió mi madre con sutileza agarrando mi mano.
El contacto de mi madre me relajó.
—Aunque sea toda una profesional siempre será una castrosa —bromeó mi hermano—. Me hizo perder una partida.
—Por dios, parece que quisieras esos juegos más que a tu propia hermana —le respondí indignada, pero divertida.
—Discuten por cosas tan tontas par de inmaduros —dijo Dalila mientras se llevaba un trozo de lechuga a la boca.
Ambos reímos. No por mucho. Olvide que mi él seguía aquí.
—Tal vez sea hora de que dejes esos juegos estúpidos, y empieces a pensar que estudiaras para tu futuro —corto papá nuestras risas. Tragué saliva—. Charlotte a los catorce años ya practicaba arquería, Dalila a sus quince años practica encuastre. Tú tienes diecisiete años y no haces más que jugar.
¿Recuerdan que les dije que si no había porque pelear el encontraba la manera? Ahora entenderán.
Mi hermano al instante borro su sonrisa y lo miro con fastidio, luego me miró a mí en busca de ayuda que acudí al instante.
No suelo abrir la boca para que no se enojé. Pero si se mete con uno de mis hermanos la situación es muy distinta a la de ser la niña que busca no mover un músculo para no hacer enojar a su padre.
—Hay un tiempo para cada cosa, —Le sonreí a mi hermano como si no pasará nada—. Mi hermano es muy joven aún tendrá tiempo para decidir que hacer con su vida —mire a mi padre que seguía comiendo tranquilamente. Cambie mi tono para seguir hablando—. Y tú no debes interferir en eso.
Él despegó la mira de su plato al escuchar lo último. Me miró desafiante yo le sostuve la mirada.
Ambos tenemos la misma mirada intimidante.