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Veía mi hermoso vestido blanco en el espejo. Se veía increíble, con un encaje hermoso. Di un par de vueltas y una lágrima salió por mi ojo. Entró mi mamá con un velo también divino. Lo acomodó en mi cabeza con felicidad. Cuando salió de la habitación, vi todo con tristeza. Estaba tan indecisa. Miré por la ventana a los invitados ya esperándome. No estaba lista. Me gustaba Camilo, pero más que todo no quería casarme aún. Solo dije que sí por compromiso, ya que me lo pidió delante de mi familia.
Flashback
Estaba soplando las velas de mi pastel cuando Camilo se me acercó con mariachis y se arrodilló frente a mí. Solo llevábamos dos años de relación, una relación complicada. Lo conocí cuando Richard se fue a Brasil y empezó a ser cortante y lo mejor para los dos fue dejar las cosas. Al final, mi familia nunca se enteró, pero lo seguía llevando en mi corazón.
Fin del flashback
Qué difícil este día. Siempre soñé con casarme, pero no de esta manera, no así. Vicky entró en la habitación con una cara de tristeza. Ella sí seguía con James. Me dio un abrazo y antes de salir lo único que dijo fue:
—Haz lo correcto, tu corazón manda —salió de la habitación con su hermoso vestido de dama de honor y en la ventana vi que se puso en su posición. La música empezó a sonar. Era el momento.
Asentí con tristeza y me limpié las lágrimas. El señor Ríos llegó justo por mí. Había un gran camino blanco y alrededor todos los invitados. Caminé hasta el altar de la mano del señor Rodríguez. Todos grababan y yo me paré al lado de Camilo. Empezó la ceremonia y estaba demasiado nerviosa. La culpa me consumía.
—El que esté en contra de la boda que hable ahora o calle para siempre.
Nos teníamos agarrados de las manos mientras nos mirábamos fijamente. Lo miré a los ojos, intentando buscar la fuerza para seguir adelante, pero en lugar de eso, sentí cómo mi corazón se rompía.
—Lo siento —susurré mientras me soltaba y salía corriendo agarrando mi vestido. Todos los invitados se levantaron de sus sillas. Mientras salía de la iglesia rompí mi celular. Escuché el claxon del carro de Richard mientras me sentía la peor persona del mundo. Corrí hacia el auto y él arrancó con fuerza.
—Nunca te vas a arrepentir —dijo mientras salíamos de la ciudad. Me quité los tacones mientras las lágrimas caían por mi rostro.
—No eres la peor persona del mundo —dijo tomando mi mano—. Esta es nuestra historia y así como empezó va a terminar, solo tú y yo.
Llamé a Vicky y le pedí que no dijera nada pero que estaba bien. Ella sabía perfectamente lo que iba a pasar y creo que James también.
Ahí estaba yo, en un mirador, atragantándome de comida chatarra aún con el vestido y el maquillaje y el pelo desordenado, pero con el amor de mi vida. Lo miré por unos segundos.
—Si me equivoqué, al menos lo intenté —pensé mientras le daba un corto beso en los labios.
Pasaron unos minutos en silencio, ambos sumidos en nuestros pensamientos. El cielo se teñía de un anaranjado profundo mientras el sol se escondía en el horizonte. Richard me miró con una mezcla de amor y preocupación.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—No lo sé —respondí sinceramente—. Pero lo descubriremos juntos.
Él sonrió y apretó mi mano con más fuerza. En ese momento, supe que había tomado la decisión correcta. Aunque el camino fuera incierto, lo recorrería con él a mi lado.
De repente, una idea cruzó mi mente. Miré a Richard con determinación.
—Vamos a Brasil —dije de golpe.
—¿Brasil? —repitió él, sorprendido—. ¿Por qué Brasil?
—Te fuiste allá cuando todo se vino abajo entre nosotros —le expliqué—. Necesito cerrar ese capítulo de mi vida para poder empezar uno nuevo contigo.
Él asintió lentamente, procesando mis palabras. Luego, con una sonrisa cómplice, arrancó el auto de nuevo.
—Brasil, allá vamos —dijo, y aceleró.
Mientras el auto se alejaba, sentí cómo una nueva energía me invadía. El pasado quedaba atrás, y el futuro, aunque incierto, se veía lleno de posibilidades. Con Richard a mi lado, sabía que podría enfrentar cualquier cosa.
El viaje apenas comenzaba, pero esta vez, lo hacía con el corazón en paz.
Durante el trayecto, hablamos de nuestros sueños y de cómo habíamos cambiado en estos años. Richard me confesó que había ido a Brasil para encontrar respuestas, pero que nunca dejó de pensar en mí. Me explicó cómo cada lugar que visitaba le recordaba algo nuestro, y cómo esa nostalgia lo había impulsado a regresar y buscarme.
Llegamos al aeropuerto justo a tiempo para el último vuelo a Río de Janeiro. Mientras esperábamos en la fila de embarque, sentí una mezcla de nerviosismo y emoción. No tenía idea de lo que nos esperaba en Brasil, pero el simple hecho de estar junto a Richard me daba una sensación de tranquilidad.
El vuelo fue largo, pero me sentí segura apoyada en su hombro. Al aterrizar, el calor tropical y el bullicio del aeropuerto nos recibieron con los brazos abiertos. Tomamos un taxi hacia el pequeño apartamento que Richard había alquilado durante su estadía anterior. Era modesto, pero acogedor, y desde la ventana se veía el Cristo Redentor en la distancia, iluminado por la luz de la mañana.
Pasamos los siguientes días explorando la ciudad. Caminamos por Copacabana, visitamos el Jardín Botánico y nos perdimos en los mercados locales, disfrutando de la comida y la música. Poco a poco, sentí cómo cada paseo, cada conversación y cada risa compartida sanaban las heridas del pasado.
Una tarde, mientras caminábamos por las calles empedradas de Santa Teresa, nos encontramos con un pequeño café escondido entre la vegetación. Decidimos entrar y pedir algo de beber. El lugar tenía un ambiente bohemio y tranquilo, con paredes decoradas con arte local. Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana y, mientras esperábamos nuestras bebidas, Richard tomó mi mano y me miró a los ojos.
—Sabes, siempre pensé que regresar aquí sería el cierre perfecto para nuestra historia —dijo suavemente—. Pero ahora me doy cuenta de que esto no es un final, sino un nuevo comienzo.
Sonreí, sintiendo una cálida sensación de felicidad.
—Tienes razón —respondí—. Este es solo el principio de nuestra nueva vida juntos.
Nos quedamos en el café por un buen rato, disfrutando de la compañía y el ambiente. Hablamos de nuestros planes, de nuestros sueños y de cómo queríamos construir nuestro futuro juntos. Cada palabra, cada mirada y cada gesto fortalecía nuestro vínculo.
Finalmente, después de semanas de aventura y descubrimiento, nos encontramos en una pequeña playa escondida, lejos de los turistas y el ruido de la ciudad. Nos sentamos en la arena, mirando el océano mientras el sol se ponía, pintando el cielo de tonos rosados y naranjas.
Richard se volvió hacia mí y, con una expresión seria pero amorosa, dijo:
—Este es el lugar perfecto para prometerte algo. Prometo que siempre estaré a tu lado, pase lo que pase. Prometo amarte y apoyarte, y nunca más dejar que el miedo o la distancia nos separen.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero esta vez eran de pura felicidad.
—Yo también te lo prometo —respondí—. Prometo amarte y estar a tu lado, sin importar lo que venga. Juntos, podemos superar cualquier cosa.
Nos abrazamos, sintiendo cómo nuestras promesas se sellaban en el viento marino. En ese momento, supe con certeza que habíamos encontrado nuestro camino de regreso el uno al otro, y que el futuro estaba lleno de esperanza y amor.
Brasil no solo fue el cierre de un capítulo, sino el comienzo de una nueva historia. Una historia escrita por nosotros, con valentía y amor, un paso a la vez.
fin