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La tormenta azotaba la cueva con furia incesante. El viento silbaba a través de las grietas en las paredes rocosas, y la lluvia caía como un torrente implacable desde el cielo gris. El frío era tan penetrante que parecía cortar hasta los huesos, y la humedad en el aire hacía que cada rincón de la cueva se sintiera helado. Me encontraba en el suelo, tiritando mientras abrazaba mis piernas con desesperación.

El calor había sido un lujo que no podía permitirme en ese momento. Había tomado todas las sábanas y las había envuelto alrededor de los bebés para protegerlos del frío. Sus pequeños cuerpos dormían apaciblemente bajo el manto de telas cálidas que había improvisado. La prioridad era su bienestar, y aunque yo mismo estaba al borde de la hipotermia, sabía que no podía dejar que ellos sintieran la desesperación que yo estaba sufriendo.

Mientras el frío me calaba los huesos, me abrazaba las piernas con más fuerza, intentando inútilmente generar calor. Mis dientes castañeaban, y el temblor en mi cuerpo se hacía cada vez más violento. Era una batalla constante contra el frío que no parecía tener fin.

De repente, escuché el crujido de la entrada de la cueva, y una sombra se proyectó en la penumbra. HyunJin, con su presencia imponente, entró apresuradamente. Sus ojos, al captar la escena, se llenaron de una preocupación que nunca había visto en él antes.

—¿Por qué estás en el suelo? —preguntó, con un tono que mezclaba confusión y alarma—. ¿Por qué no estás cubierto?

No tenía tiempo para responder. Mi mente estaba enfocada en los bebés, y en mi estado debilitado apenas podía mantener una conversación coherente. Solo podía murmurar algo sobre cómo estaba intentando mantener a los bebés cálidos, sin poder evitar que el temblor siguiera dominando mi cuerpo.

HyunJin no perdió tiempo en tomar acción. Con un gesto decidido, comenzó a recolectar algunos objetos y preparar una fogata dentro de la cueva. Su habilidad para controlar el fuego era impresionante; las llamas azules que emanaban de sus manos llenaron la cueva con una luz tenue y reconfortante. A pesar de su apariencia etérea, el calor que emanaba de las llamas proporcionaba un alivio instantáneo.

—Esto no es suficiente —murmuró HyunJin mientras miraba la fogata—. No puedo permitir que estés así.

Con una determinación que no había visto antes en él, se acercó a mí. Con algo de duda pero también con una bondad palpable, me ofreció su propio calor. La idea de abrazarnos parecía inusual, pero no tenía fuerzas para rechazarlo.

—Ven aquí —dijo, mientras extendía los brazos hacia mí—. Abrázate a mí. Necesitas calor.

No pude resistir la oferta. Me acerqué a él con el cuerpo tembloroso, y me acurruqué contra su pecho. Sus brazos me rodearon con una calidez que me hizo sentir una mezcla de alivio y vulnerabilidad. HyunJin ya estaba levemente acostado en la cama de paja, y su kimono era un manto que ahora envolvía mi cuerpo tembloroso. Su contacto era como una llama en medio de la tormenta que me rodeaba.

El abrazo de HyunJin me ofreció un calor que no había experimentado en mucho tiempo. Mi respiración se volvió más tranquila al sentir su cuerpo sólido y cálido contra el mío. Me aferré a él con fuerza, enterrando mi rostro en su cuello mientras mis temblores comenzaban a cesar. Sus manos se movían con una suavidad inesperada, y el roce de sus dedos en mi espalda me hacía sentir más seguro.

—Gracias —murmuré con voz temblorosa, pero sincera—. No sé qué habría hecho sin ti.

HyunJin no dijo nada al principio. Su silencio estaba lleno de una intensidad que no podía descifrar. Me pregunté si él también estaba sintiendo la misma mezcla de emociones que yo. La cercanía y el calor compartido estaban creando una conexión entre nosotros que parecía crecer a cada instante.

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Finalmente, HyunJin habló con un tono más suave, como si estuviera tratando de entender sus propios sentimientos.

—No me agradezcas todavía —dijo—. Hay mucho que debemos aprender el uno del otro. Pero por ahora, solo quiero asegurarme de que estés bien.

Mientras permanecíamos así, el calor de la fogata y el contacto entre nosotros creaban una burbuja de confort en medio de la tormenta. La tormenta seguía rugiendo afuera, pero en la cueva, el frío parecía ser solo un eco lejano. La cercanía con HyunJin estaba transformando no solo mi sensación de seguridad, sino también la percepción que tenía de él.

En el silencio compartido, me di cuenta de que este acto de calidez y preocupación estaba comenzando a desvelar una parte de HyunJin que había permanecido oculta, y que tal vez, después de todo, ambos estábamos descubriendo nuevas formas de relacionarnos y de entendernos mutuamente.

La cueva estaba envuelta en un ambiente cálido gracias a la fogata, y el sonido de la tormenta exterior parecía casi olvidado mientras nos acurrucábamos juntos. La cercanía y el calor que compartíamos ofrecían una sensación de paz que contrastaba con el frío invernal afuera.

Después de un rato en silencio, decidí romper el hielo con una pregunta que había estado en mi mente desde hacía tiempo.

—HyunJin, me he dado cuenta de algo —dije, mientras miraba a los bebés que dormían tranquilamente—. Nunca has mencionado nada sobre los nombres para ellos. ¿No te importa darles nombres?

HyunJin se volvió hacia mí, su expresión revelando sorpresa y un toque de confusión.

—No lo había considerado —admitió, con un tono que parecía más contemplativo que defensivo—. Supongo que no me he detenido a pensar en eso.

Sus palabras me sorprendieron y, por un momento, me sentí frustrado. Había puesto mucho pensamiento en los nombres, y me parecía fundamental que HyunJin también se involucrara en este aspecto tan importante.

—¿En serio? —pregunté, algo molesto—. ¿Nunca pensaste en darles nombres? Son tus hijos también.

HyunJin se quedó en silencio, aparentemente impactado por mi reacción. Era evidente que no había considerado esta parte del cuidado de los bebés, y eso me molestó más de lo que esperaba.

—Está bien —continué, intentando calmarme mientras miraba a los pequeños—. Yo ya les he puesto nombres. El niño se llama Kai, y la niña es Leila.

HyunJin se sorprendió al escuchar que había una niña. Su mirada se movió rápidamente entre los bebés, como si tratara de procesar la información que acababa de recibir.

—¿Una niña? —repitió, con sorpresa en la voz—. No sabía que había una niña también.

No pude evitar reírme ligeramente ante su desconcierto y le di un leve golpe en el pecho, intentando que la situación no se volviera demasiado tensa.

—Sí, hay una niña. ¿No te habías dado cuenta? —le dije, en un tono juguetón—. ¿Por qué no prestaste más atención?

Sin embargo, inmediatamente después de mi acto juguetón, me sentí algo asustado al darme cuenta de que había cruzado una línea. El gesto que había considerado juguetón ahora me parecía atrevido, y me pregunté si había sobrepasado un límite que no debía.

HyunJin me miró con una expresión que parecía dura y seria, y sentí un estremecimiento al ver su cambio de actitud. Por un instante, su mirada parecía desafiante, como si estuviera evaluando mi atrevimiento.

—Lo siento, no quería ser tan... directo —dije rápidamente, sintiendo la necesidad de disculparme—. Solo pensé que era importante que supieras los nombres.

HOLOCAUSTO // HYUNLIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora