Capítulo 5

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Una corriente de aire la despertó. ¿Acaso era un sueño, o había escapado, ilesa, de la tragedia de un barco? Tantas personas que habían quedado dentro del Vestris, tantas mujeres y niños en ese bote... se incorporó de repente, estudiando el litoral a su alrededor. ¿No se suponía que estuvieran cerca del resto de los botes con los otros sobrevivientes? Entonces recordó que no se encontraba en un bote de rescate como los demás, sino en un frágil barquito sin remos. ¿Cuán lejos se había apartado de los otros? A la distancia, el sol se ocultaba en el horizonte, lo que indicaba que llevaba varias horas así, con el bote de Lionel adornando el tranquilo paisaje marítimo, por lo que no tenía a más nadie en el inmenso silencio de las aguas, a excepción de-

"Padre Celestial", dijo con voz entrecortada, agradecida por el milagro de estar viva, y de haber sobrevivido justamente con él... con Terry. "Gracias por haberle salvado la vida", continuó entre lágrimas, "y por no dejarme sola en medio del mar, sino acompañada por él", y continuó llorando en silencio, por ella, por Terry, y por todos los que perecieron, entre los que pudiera encontrarse el mismo Lionel. "Prometo contar a todos tu gran valor", determinó; y sin abundar más en los designios de Dios, se dio la vuelta, y allí estaba, como todo un valiente soldado que había eludido su partida de este mundo. "Terry", susurró, con la musicalidad de pronunciar el nombre del ser amado, "espero que el golpe no te haya causado un gran daño...", y de nuevo, sus pensamientos se detuvieron en Lionel, y en el extremo al cual había llegado el marinero para hacer que ellos subieran al bote. "Aunque no debiera, te doy las gracias por haberlo golpeado", reconoció, pues de no haber sido así, otro hubiera sido el desenlace para ellos, aunque ahora que se encontraban solos por completo, y sin un solo buque a la vista para rescatarlos, no descartaba la posibilidad de morir deshidratada, y lo mismo ocurriría con Terry. Con manos de seda, revisó la cabeza de él, asegurándose que este último no tuviera una cortadura, y mucho menos una hemorragia a consecuencia de la piadosa contusión a manos de Lionel... y entonces le asaltó un terrible idea. ¿Qué tal si Terry perdiera la memoria como Albert, y no recordara nada sobre su pasado, o peor aún... cómo reaccionaría el mundo entero si lo diera por muerto? "Cuando la señora Baker se entere, estará desesperada, y es posible que el duque de Granchester también... y sus fanáticos estarían destruidos." No había pensado en el gran dolor que empañaría, no sólo a los familiares de todos los fallecidos, que eran muchos, sino a los allegados de ellos... y sintió un nudo en la garganta al pensar en la señorita Pony y la hermana María, sus amigos, Bert. "Ellos me necesitan", dijo, mirando al cielo en busca de apoyo, "¡no puedo causarles un sufrimiento tan grande!", y se derrumbó en sollozos, asimilando finalmente la trascendencia de lo que estaba ocurriendo. Estaba a la deriva, a merced de Dios y del primero que se apareciera en las apacibles aguas, y para hacer más desconcertante el panorama, Terry también ocupaba el bote, aunque aún no reaccionaba. Se llevó las manos al rostro, y lloró de impotencia, de cansancio, de hambre... ¡ni siquiera habían tomado el desayuno esa mañana! En eso, dejó descansar las manos sobre la falda de su ajado vestido, y fue entonces cuando atinó a ver el lago rojizo a lo amplio del vestido, así como en el fondo del bote, y en las ropas de Terry. "¡No pude haber manchado tanto!", exclamó en voz alta, incapaz de haber sufrido una hemorragia a causa de su período, "a estas alturas ya me hubiera muerto" ... y recordó el instante en que había ayudado a colocar un vendaje en la cabeza de la pasajera mal herida. 'Pronto olerá mal', pensó, con la pena de haber estropeado las vestiduras de Terry, quien respiraba profundamente. Al igual que ella, tenía la piel rosada por las quemaduras del sol, y los labios resecos por la falta de líquido... y en un gesto inconsciente, Candy rozó, con el dedo índice, el pliegue de aquellos labios que con tanto afán la habían besado la pasada noche. Terry... tan hermoso como siempre, con peinado y garbo de hombre, y unas no menos atractivas facciones, parecía dormir plácidamente, a menos que la deshidratación estuviera haciendo mella en él. Ignorando su exacerbado sentido de alarma, y sin poder evitarlo, deslizó los dedos hasta trazar la forma de la perfilada nariz, bajando luego al pronunciado mentón, y su mano se encendió como una antorcha al sentir el calor de la masculina piel. Continuó explorando los contornos de ese rostro que había echado de menos por más de diez años, hasta que finalmente se acostó de lado, apoyando la cabeza contra el codo, mientras delineaba la espesura de sus perfectas y bien pobladas cejas. "Aún no puedo creer que estés aquí", susurró, con el corazón hinchado de emoción, "pero no debiste haberlo hecho, pues ahora tu vida también corre peligro...", y siguió esculpiendo el rostro del actor, con la delicadeza de una rosa, y también con la destreza de una enfermera. Luego pasó la mano por el ahora voluminoso cabello, asombrada de que en sólo cuestión de días ya hubiera adquirido mayor grosor-

Mar BravíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora