"Do you see it?"

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Rhaenyra entró en su habitación y, para su sorpresa, encontró una bolsa que no era de ella. Al tomarla y vaciar su contenido sobre la mesa, descubrió ropa vieja, de apariencia plebeya. Entre las prendas, una nota llamó su atención: un mapa de algún lugar dentro del castillo. Intrigada, siguió las indicaciones del mapa hasta dar con una puerta oculta, que se abrió al empujarla con delicadeza.

Sonriendo, corrió de nuevo a su cuarto para ponerse la ropa de plebeyo. Con el corazón latiendo de emoción, siguió el camino que el mapa señalaba.

En su mente, creía que la nota había sido enviada por Valkyra, su confidente más cercana.

Bajó por unas escaleras angostas, su mirada recorriendo los pasillos. Al final del mapa, se encontró con su tío Daemon, quien la esperaba vestido con un atuendo similar al suyo.

Rhaenyra sonrió al verlo; por fin iba a salir del castillo, a conocer el mundo más allá de sus muros. Daemon le devolvió la sonrisa y comenzó a caminar, indicando que lo siguiera.

—¿A dónde vamos? —preguntó Rhaenyra, ansiosa por una respuesta que nunca llegó.

Daemon continuó avanzando en silencio, mientras Rhaenyra miraba a su alrededor. A medida que se adentraban en los rincones menos conocidos del castillo, se encontró con un bullicio inesperado. Personas ajenas a la nobleza se reunían en grupos, llevando a cabo espectáculos de fuego, comiendo en el suelo, fornicando en los callejones y tocando música que llenaba el aire con un ritmo vibrante.

—¡A un lado, niño! —exclamó alguien al chocar con la princesa, quien lucía diferente con esa ropa. En lugar de la regia vestimenta a la que estaba acostumbrada, ahora parecía una plebeya.

Rhaenyra siguió caminando, riendo, y le dijo a Daemon:

—¡Me llamaron "niño"! —Le parecía increíble; era como si, de repente, se hubiese convertido en alguien normal, alejada de sus responsabilidades reales.

Se adentraron en la multitud bulliciosa. Daemon, con una sonrisa traviesa, le ofreció un trago de licor. Rhaenyra probó la bebida, pero tosió al instante, el líquido ardía en su garganta.

—¿Quieres saber cómo será tu muerte, niño? —preguntó una anciana con voz rasposa, su mirada perdida entre las sombras del bullicio.

Rhaenyra se sintió incómoda, pero también intrigada. Sin embargo, no tuvo tiempo para pensar más, ya que llegaron a un grupo de personas que observaban una obra de teatro.

Los actores, con máscaras grotescas y vestiduras exageradas, se burlaban del rey y de la supuesta sucesión de Rhaenyra. Era una sátira de su propia familia, donde todos lucían ridículos y sus defectos eran exagerados para provocar risas.

—Y ahora llegamos al asunto de la silla de hierro y el trasero que la soportará —anunció uno de los actores, dirigiéndose al público—. Nuestro buen rey nombrará a su hija como heredera.

Las risas estallaron entre la multitud, quienes gritaban "¡Golfa!" y "¡Puta!", sin saber que la princesa estaba entre ellos, escuchando cada palabra. Rhaenyra observaba la escena con atención, sintiendo cómo la burla la atravesaba.

Los actores continuaron con su interpretación ridícula, narrando el nacimiento de Aegon con gestos exagerados y voces cómicas.

—¿Pero cuál heredero ocupará la silla? —preguntó uno de ellos, con un aire de dramatismo—. ¿El hermano? ¿La hija? ¿O el príncipe con el pene más pequeño?

El público estalló en carcajadas, disfrutando de la sátira.

—Aunque Aegon está lejos del reclamo, tiene dos cosas que Rhaenyra no tiene... el nombre de un conquistador... y una verga.

MÁS ALLÁ DE LAS CENIZAS. (HOD) -Rhaenyra x femDonde viven las historias. Descúbrelo ahora