−¡Dra. Sarocha!
Era como si toda la casa de cuidados se hubiera quitado la ropa y estuviera sentada esperando la entrada de Sarocha. La antigua sala señorial estalló cuando Rebecca y Sarocha entraron y Rebecca no pudo evitar reírse ante la recepción de su amiga.
−¡Dra. Sarocha! Tengo mis dientes nuevos,−gritó una mujer al otro lado de la habitación.
Rebecca supuso que la mujer tenía más de noventa años, una cosita frágil que apenas tomaba nada de su sillón. Ella exhibía sus postizos con una sonrisa de éxtasis y Rebecca apostaría mucho de que había un personaje grande en ese pequeño cuerpo.
−Ella no quiere ver tus dientes querida,−dijo una mujer grande a su lado. Agarró la mano de la dama más pequeña con un brazo generoso, que se tambaleó mucho.−Es el dentista quien hace eso. La Dra. Sarocha quiere saber acerca de mis herpes zóster.
Y fue crédito para Sarocha que las saludó a ambas con entusiasmo. Se arrodilló ante la pareja incongruente que parecía que no se habían movido de las sillas en años y tomó la mano de la mujer.
−Bev, esos dientes son la guinda de una sonrisa ya hermosa. Por supuesto que quiero verlos.
−Te bendigo, cariño,−respondió Bev.−Ves Dot. Sabía que estaría interesada. Le conté todo acerca de cómo instalarlos la última vez que estuvo aquí.
−Para eso no está ella aquí. Necesita escuchar sobre mis herpes y estos dolores de cabeza que sigo teniendo.
−Estoy aquí toda la tarde,−dijo Sarocha,−para escuchar todo, desde las migrañas hasta las dentaduras postizas.
−Mira,−dijo Bev.
−Primero debo alcanzar a Ray y Dawn,−dijo Sarocha amablemente.
−Adelante amor,−dijo Dot.−No ha dicho una palabra en toda la semana, solo gemidos y meciéndose de un lado a otro. Pobre viejo Ray.
Sarocha se levantó y cruzó la habitación tocando a Rebecca en el brazo al paSarocha.−Te veré más tarde,−dijo.−¿Caminamos de regreso después de haber visto a Meena?
Rebecca sonrió abiertamente.−A ver cómo va. Estás en demanda.
Podrías estar aquí toda la noche.
Sarocha se dirigió a una esquina donde un hombre mayor y, Rebecca asumió, su esposa estaban sentados al lado de un piano vertical. El hombre agarró la mano de su compañera y la miró a los ojos, pero ella miró al espacio. Era el estado que más asustaba a Rebecca en su clínica, más que el cáncer o cualquier otra dolencia—las personas se perdían a sí mismas.
Se dio la vuelta, rezando por centésima vez para que el destino no le sucediera a ella ni a nadie querido. Entonces su ánimo se levantó cuando vio a Meena por la ventana, absorta en un juego de ajedrez con Desmond.
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Los Armstrong (Freenbecky)
FanfictionLa encantadora doctora Freen Sarocha vive en la casita de sus sueños en Ludbury, el típico pueblo fronterizo inglés, hogar de los Armstrong. Maggie Armstrong, toda pasión y fuego, es como una madre más para ella, el amable Richard es una roca y Celi...