¡NI SE TE OCURRA INSULTAR A MI AMIGA, MALFOY! Ron, 2º año

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-¿Lo entiendes ya, Ron?- me preguntó Hermione casi histérica.

Estábamos sentados en un banco del patio interior del colegio. Hermione me explicaba por tercera vez lo que habíamos dado hoy en clase de Transformaciones, y se empezaba a poner nerviosa. Aunque solía perder la paciencia con casi nada, reconozco que esta vez la culpa era mía... ¡pero es que no lo entendía!

-No...- reconocí, y cerré los ojos esperando que Hermione me pegara con el libro o algo por el estilo.

Por suerte no lo hizo, pero suspiró claramente alterada y me dijo enfada:

-Escúchame atentamente, Ron. Esta es la ÚLTIMA vez que te lo explico, ¿está claro?

-Vale, de esta te prometo que no pasa.

Me miró desafiante. Por mi bien debía enterarme ahora.

-Bueno, vamos a ver...-suspiró, y comenzó a hablar.

Yo intentaba poner la mayor atención a cada palabra que pronunciaba, pero algo distrajo mi atención.

-¿Ves? Es lo que dice aquí- señaló una frase del libro que sostenía sobre mis rodillas mientras seguía hablando.

Su túnica resaltaba con diferencia sobre la mía. La suya, tan negra, tan limpia, tan brillante... La mía, desgastada y descolorida. Suspiré tristemente y volví a caer en esos pensamientos que me inundaban a veces haciendo que me avergonzase de provenir de una familia pobre. Todo heredado, todo anticuado... Me miré los pies, miré el verde césped, miré a la gente a nuestro alrededor, pero no miré el libro que tenía abierto ante mí.

Ya ni escuchaba la voz de Hermione; de hecho, me había olvidado por completo de que ella estaba allí.

-Por última vez, Ron, ¿lo has entendido ahora?- la voz de Hermione me hizo volver a la realidad.

¡Oh, no! De nuevo no había prestado atención. Como no contestaba, ella comenzó a mirarme con odio, así que me apresuré a hablar.

-Sí, ya sí- le mentí. Otra vez tendría que inventarme los deberes y hacerlos mal.

Hermione sonrió satisfecha y se estiró.

Cerré el libro por fin y los dos nos pusimos a mirar a nuestro alrededor, intercambiando sólo unas pocas palabras de vez en cuando. Sí, Hermione era mi amiga desde hacía un año, pero... las cosas eran tan distintas con ella. No sabía por qué, no podía ser el mismo que era cuando estaba con Harry. La quería (¡como amiga, obviamente!), pero nos costaba hablar sin acabar discutiendo, así que lo mejor era estar callados.

Entonces vi al equipo de quidditch de Gryffindor atravesar el césped, todos con sus túnicas escarlatas y doradas y las escobas... Jo, me gustaría estar en el equipo. Pero algo no iba bien, y Hermione también se dio cuenta. Un grupo de estudiantes con túnicas verdes y plateadas se acercaba a los Gryffindor. Que el equipo de Slytherin estuviera aquí no traería nada bueno.

-Oh, oh, me huele a problemas- dije.

Nos miramos, asentimos y nos levantamos para dirigirnos al lado de los equipos a ver qué pasaba.

-¿Qué ha ocurrido?- le pregunté a Harry-. ¿Por qué no jugáis? ¿Y qué está haciendo ese aquí?- fulminé a Malfoy con la mirada.

Iba vestido con una túnica de quidditch y con...

-¡Son nimbus 2001! ¿De dónde las habéis sacado?- exclamé con tono de sorpresa. ¡Aquellas escobas negras eran alucinantes!

-Gentileza del padre de Draco- contestó Flint con sorna.

-A diferencia de otros, mi padre puede permitirse lo mejor- dijo Malfoy con aire de superioridad mirándome de arriba abajo.

Se me pusieron las orejas coloradas. Ya empezaban otra vez... Por suerte, Hermione acudió en mi ayuda.

-Al menos en Gryffindor nadie ha pagado su ingreso. ¡Han entrado por su talento!- soltó ella.

¡Toma esa, Malfoy! Hermione sí que tenía talento para decir las frases adecuadas en el momento adecuado.

Pero casi no me dio tiempo a terminar de esbozar una sonrisa cuando...:

-Nadie ha pedido tu opinión, asquerosa sangre sucia.

La gente comenzó a revolverse a mi alrededor. Hermione parecía a punto de llorar. ¡No, Malfoy, eso no! ¡No pensaba permitir que insultaras a mi mejor amiga! Nadie, repito, NADIE (que no sea yo; lo siento, es así) se mete con Hermione, y mucho menos diciéndole aquello. Cuando me quise dar cuenta, ya tenía la varita en la mano y apuntaba firmemente a Malfoy con odio.

-¡Vas a pagar por eso, Malfoy! ¡Tragababaosas!

Un estallido, unos gritos y ¡pum! De repente me vi tirado en el suelo, con unas náuseas horribles. Mis amigos se acercaron corriendo mientras que los de Slytherin se reían apoyados en sus escobas. Claro Ron, de nuevo habías actuado sin pensarlo antes. ¡Mi varita estaba rota! ¿Cómo no se me había ocurrido?

Hermione llegó a mi lado rápidamente.

-¿Estás bien?- me preguntó preocupada-. ¡Dinos algo!

Mi respuesta fue una asquerosa babosa gris que salió por mi boca. ¡Por Merlín, era asqueroso!

Tras una charla, las carcajadas de los de Slytherin a lo lejos y una foto que me hicieron (supongo que fue ese idiota de Creevy) me cogieron entre Harry y Hermione y me llevaron a la cabaña de Hagrid mientras yo seguía vomitando babosas.

Jo, para una vez que quería ser caballeroso, ¡mira lo que me pasaba! No, si estaba claro que todo lo que tuviese que ver de algún modo con Hermione tenía que acabar mal SIEMPRE. Pero bueno, nuestra amistad era así, ¿verdad?

Ron y Hermione: Su historia desde el principioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora