XV

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Poco a poco el sol se iba ocultando, en el horizonte podía verlo teñir de dorado las aguas del mediterráneo. El puerto de Mónaco lucía tan apacible desde la vista en el balcón de su penthouse. Hacía un par de años que lo había comprado, pero en realidad era escaso el tiempo que pasaba en ese lugar, a pesar de lo mucho que le gustaba, y es que, por su trabajo en la escudería, pasaba más tiempo en el departamento de Milton Keynes. Éste era un piso enorme, con todas las comodidades y el lujo que el dinero podía pagar; desde el momento en que se había coronado por primera vez como campeón del mundo, decidió que él necesitaba un espacio ahí, en la pequeña pero extravagante ciudad portuaria de Montecarlo. Su vanidad y su ego se habían sentido tan satisfechos en cuanto tomó posesión del lugar ¿Qué más podría desear alguien que, como él, lo tenía todo?

Pero la verdad era que la mayoría de las veces en que había estado ahí, lo había sentido demasiado grande, demasiado frío, tan vacío y tan poco confortante, en todos esos años, nunca se le había ocurrido llamarlo hogar, porque no lo sentía así.

Sin mucho ánimo por ir a casa de Charles, pero con la motivación de al menos pasar la noche con Checo, fue hasta su vestidor para elegir el atuendo que usaría para la cena. Max no era alguien que gustase vestirse con lo más top en la tendencia de la moda, a decir verdad, ni siquiera le interesaba cuál era el estilo de la temporada, pero al menos procuraba tener prendas formales y desde luego lujosas para ocasiones especiales. Esa noche quería lucir bien, atractivo, lo suficiente como para tener la atención de Checo sobre su persona durante toda la velada. Recorrió gancho por gancho, prenda por prenda, buscando insistentemente la camisa perfecta hasta el momento exacto en que cayó en cuenta de lo que estaba haciendo ¿En verdad se estaba esforzando por verse bien para Sergio? Hizo una pequeña pausa, sintiéndose tonto por ruborizarse ante sus propias acciones, pero al mismo tiempo cómodo como para poder aceptar y responderse a sí mismo que si, efectivamente, estaba poniendo toda su energía en verse atractivo para su novio.

Cuando estuvo listo, salió de su recámara. Había quedado con Sergio de verlo en el hotel donde él se hospedaba para de ahí trasladarse a la casa de Charles, pero, cuando iba hacia la puerta, se encontró con Jos en el camino. Durante su estadía para la carrera, Max le había dado asilo, después de todo se trataba de su padre, no podía mandarlo a un hotel cuando él tenía tanto espacio en ese penthouse. Jos también iba arreglado de manera muy formal y con intenciones de salir. Se miraron uno a otro, un tanto confundidos al verse ambos así de elegantes.

-¿A dónde irás?- cuestionó Jos, con tono seco, dando un rápido barrido de cabeza a pies a su hijo mientras terminaba de colocar la mancuernilla del puño izquierdo de su camisa

Max se mantuvo tranquilo, sin titubear, él tenía la ligera sospecha de que su padre podía oler el miedo, como un perro de caza, así que trató de mostrarse lo más casual para no levantar sospechas –Cenaré con los chicos. Charles nos ha invitado a su casa para celebrar por mi victoria- si, adornó un poco la situación

-uhm...- terminó de acomodar su ropa y entonces se dignó a prestarle por completó su atención –Con el rendimiento que ha tenido, debería de preocuparse más en sus prácticas que en estar dando fiestas- comentó con acidez

Max apretó los labios, sabía que era inútil defender a Charles contra su padre, solo conseguiría que se expresara aún peor de él y del resto de los pilotos. Contó hasta diez y luego volvió a enfocar su atención en su vestimenta, lucía un atuendo demasiado cuidado y refinado ¿Acaso tendría una cita? –Y tú ¿A dónde irás?- cuestionó curioso

Jos le miró con severidad, enarcando una ceja –Saldré a cenar- respondió secamente –Procura no perder mucho tiempo con esos sujetos. No quiero que te tomen fotos bebiendo o de fiesta, solo deja que se te vea llegar a casa de ese niño y luego regresa. Recuerda que tu concentración debe estar en la pista, no en...tonterías- terminó de decir, aunque al hacerlo, miró con mayor atención a su hijo, notando lo bien vestido y perfumado que iba, cosa que llamó su atención ya que, cuando Max iba a las cenas de los pilotos, rara vez vestía tan elegante. Su expresión se endureció aún más, acentuándose con la manera en que su ceño se fruncía –No hagas estupideces- fue lo último que dijo antes de alejarse de Max para salir del departamento.

Terapia de ParejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora