Tal vez no iniciaron convencionalmente, pero se aman hasta los huesos.
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Los antagonistas también pueden caer en las garras del amor, ¿Verdad? Pues Nacho cayó, y nadie lo sacaría de allí. Nadie lo alejaría de su hermoso chico; Jeff.
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Aquellos ojos que lo miraban brillosos, aquella noche templada en su departamento: no movió absolutamente nada en él.
Camila era hermosa y no negaría que en un inicio había estado interesado más allá del plan. Su hermano no fingió su muerte en vano y esa empresa debía quedar en sus manos como fuera. Aún así, pensaba que Camila era ardiente y tenaz, le gustaba genuinamente. Pero después de probar aquellos labios y piel, no sentía nada más que rechazo. No le motivaba y no sabía como proceder con ella y sostener aquello sin que se desbordara todo.
Luego de que se asegurara que Mila descansara en la casa de su hermana, tomó su teléfono e ingresó en las cámaras de Ecomoda para realizar su actividad favorita desde hace unos meses: Observar el taller de Hugo. Especialmente a cierto chico que utilizaba su tableta para dibujar algunos diseños frente a aquella blanca maquina de coser. Sonrió al verlo borrar algunas imperfecciones, con un rostro serio y concentrado.
Cuando ambos, uno a la distancia y otro en el taller, escucharon pasos, abrieron los ojos enormemente. Jeff porque se suponía que no debería estar en el taller a esa hora y Nacho porque no debía estar viendo algo tan simple como un chico dibujando, sino escuchando conversaciones más convenientes, como las de Beatriz, Mario y Armando.
──── Sabía que estarías acá, mi amor.──── La morena se adentró, acercándose al hombrecillo que suspiraba aliviado.──── ¿Por que no vamos a mi casa? Mis padres no estarán y sería agradable descansar unas horas...──── Acarició la nuca y el hélix del más bajo.
Nacho frunció el seño, viendo que Jeff bajaba la mirada, bloqueando la tablet y volviendo a mirarla.
──── Bien. Solo deja que apague todo y nos vamos.──── Sonrió dulcemente y Nacho solo pudo negar, molesto, mientras bloqueaba su propio teléfono y lo tiraba en el asiento del copiloto.
Tenía que volver a casa para revisar algunos documentos más, no quería pensar en aquel chico de ojos marrones soñadores, que tanto últimamente lo atacaba en sueños.
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──── Eres muy negligente para aparecer tan engreído en mi oficina, Ignacio.──── La voz dura de Daniel lo había recibido.──── ¿O debería llamarte bastardo, H-e-r-m-a-n-i-t-o?────
A tan solo unos días, su madre había fallecido y revelado que era un Valencia, un bastardo hijo de Julio Valencia. Su madre dejó un pequeño testamento con algunas acciones, un terreno y puros números de contacto a los cuales acudir en caso de necesidad. A penas había cumplido los dieciséis para entonces.
Su mundo entero se desestabilizó y le tomó un tiempo para recomponerse, aún con el retrato de su madre y Julio Valencia en los documentos entregados por el abogado de la familia en sus manos. Pensó en contactar con su padre, pero se entero que falleció once años antes de que él naciera. Fue gracias a inseminación artificial que estaba allí. Un bastardo al cual el dichoso Julio le encargó a su amante tenerlo en un tiempo límite.Toda la situación le enervaba más y más, así que llamó a la primera persona que estaba en la agenda de su madre: Daniel Valencia, su hermano mayor.
Reservó una cita y pensaba cuestionarlo de todo y cual era su papel en aquella caótica familia.
──── Solo quiero saber cual es el puto sentido de esto. Ponte en mi lugar, Daniel, ¿Cómo te sentirías al enterarte que eres el bastardo de uno de los mayores empresarios de los 90's?──── Le extendió algunas fotografías y documentos.
──── Papá te tenía bien escondido, ¿Quién lo diría?──── Suspiró, viendo las fotografías con un rostro duro.──── Bueno, es una lástima, pero no es algo que me interese. De verdad, lo que haya dejado regado mi padre en el mundo no me interesa, al final, lo único que me interesaba lo tiene una maldita mujer con el ex-prometido de mi hermana.──── Le extendió, serio, aquel sobre de vuelta.
──── Es Ecomoda, ¿Verdad?──── Se ajustó los lentes, sentándose por primera vez desde que llegó.
──── Si. Pero no es algo que te incumba.──── Ladeó el rostro.──── Puedo ayudar.──── Mencionó, luego de un largo silencio incómodo, en el que solo miraba aquellos ojos cansados.
Daniel estalló, sin poder evitar reír. Generalmente era bastante serio, incluso con sus adoradas hermanas menores, pero el chico tenía un porte muy cómico. Extrañamente se vio reflejado. Maldijo a su padre en su mente.
──── ¿Ayudar en qué? ¿Qué podría hacer un crío como tú? Además, eres menor de edad, no puedes hacer absolutamente nada.──── Se cruzó de brazos.
──── Puedo aprender, ser como... ¿Tú aprendiz? Vamos, ¿No te conviene tenerme de aliado? Tus hermanas, por el deterioro de tu imagen y empresa, puedo ver que no son de confianza para ti. Al menos para negocios.──── Se retiró los lentes, mirando fijamente a su hermano.──── Estas solo, Daniel, y yo también lo estoy. Permíteme aferrarme a lo que es mío por derecho. Mi familia, mi empresa.──── Silencio.
Aquellos dos minutos exactos, la oficina del funcionario se llenó del más petrificante silencio.
──── Está bien. Pero mantendrás un bajo perfil, ni siquiera Marcela y María Beatriz deben saber quién eres. No hasta que yo lo permita, ¿De acuerdo?──── Extendió su mano, levantándose de su asiento.──── Es un trato.──── Sonrió, estrechando ambas manos, sellando un pacto.