En un mundo arrasado por una Corrupción Incesante, Kaori, una joven con habilidades únicas, debe enfrentarse a la devastación que ha sumido a su mundo en la desesperación. Las personas han caído en la locura, convirtiéndose en sombras de lo que solí...
El Archipiélago de Izumi siempre había estado orgulloso de su majestuosa biblioteca, un templo de conocimiento y belleza. Sin embargo, esa noche, una sensación perturbadora envolvía el lugar, desmoronando su habitual aura de tranquilidad.
A medida que Kaori y Sun Kin se adentraban en el vestíbulo, un escalofrío recorrió sus espaldas. La alfombra roja, que solía ofrecer una sensación cálida y acogedora, ahora parecía fría y opresiva bajo sus pasos. Los desconcertaba lo extraño que era sentirse tan incómodos en un lugar que siempre había sido su refugio.
-Esto no es como lo recordaba- susurro Kaori, intentando calmar el creciente cambio.
-"¿Qué está pasando aquí?"- Sun Kin frunció el ceño, sintiendo cómo sus sensores aun no funcionaban con precisión.
Era evidente que algo había cambiado. El aumento en la energía mágica había alterado el lugar de una manera que no podían ignorar. La atmósfera, en lugar de la vibrante calidez habitual, se sentía inquietantemente vacía.
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La ausencia de los zorros Nyu, que solían corretear y jugar por la biblioteca incluso en la noche, acentuaba aún más la extraña quietud del espacio. Parecía que la energía mágica estaba afectando todo y a todos sin excepción.
-"Siempre solían estar por aquí, ¿dónde se han ido?"- pensó, Kaori miró a su alrededor, notando la falta de los pequeños animales que solían alegrar el lugar.
Las runas doradas, que normalmente brillaban con suavidad, ahora emitían una luz débil. Estas runas proyectaban sombras inquietantes en las paredes, que se movían de manera perturbadora. La combinación de estos elementos aumentaba la sensación de que algo ominoso estaba a punto de suceder.
El silencio era diferente, más denso y opresivo de lo habitual. En lugar de ofrecer una calma reconfortante, el aire estaba cargado con una tensión palpable, como si algo peligroso estuviera al acecho.
Los estantes, que usualmente albergaban libros antiguos y manuscritos raros, parecían ahora tener vida propia. Observándolos con una presencia invisible e inquietante. El ambiente estaba impregnado de una sensación perturbadora, como si los objetos escondieran secretos oscuros, listos para ser revelados.
Kaori avanzaba con cuidado, sintiendo cómo sus pies se hundían en la alfombra, como si esta tratara de retenerla. Cada paso que daba parecía desatar un olor extraño y penetrante que emanaba del suelo, como si la alfombra estuviera exhalando un aire rancio y olvidado.
-"¿Qué es este olor?"- pensó mientras intentaba no dejarse llevar por el pánico.
Su respiración se volvía más lenta, su pecho se oprimía bajo el peso de un miedo creciente que no podía ignorar.
El aire, cargado de ese desagradable aroma, parecía volverse cada vez más denso, envolviéndola en una atmósfera aún más inquietante.
-¿Sientes eso? -susurró Kaori, su voz apenas un murmullo dirigido a Sun Kin. Sus ojos recorrían las sombras que parecían moverse a su alrededor.
