Los primeros atisbos del invierno empezaban a colarse en Oregón y con él la llegada del frente frío y las nevadas.
Había pasado exactamente un mes desde el último encuentro entre Felicia y Ford, donde el científico había perdido completamente los estribos y ambos se habían dedicado palabras dolorosas el uno al otro, culminando así con una relación de 5 años y rompiendo un compromiso de 6 meses.
A pesar de los firmes intentos de la mujer por olvidarlo, había algo que no se lo permitía, un persistente sentimiento de que algo no marchaba bien. Al principio pensaba que era parte del proceso de duelo, pero las constantes pesadillas que la atormentaban durante la noche la dejaban preocupada por el resto del día.
Estas consistían principalmente en Ford resultando herido por el mismo, golpeando constantemente una puerta hasta desagarrar los nudillos de sus manos e incluso azotando su cabeza en ella, otro donde uno sus ojos sangraba inexplicablemente sin parar e incluso quedarse dormido afuera en el techo de su cabaña en plena nevada. Algunas otras pesadillas trataban de él haciendo cosas que jamás haría en su sano juicio, como tragar arañas vivas o intentar robar un cerebro de la morgue mientras era atacado por zombies.
Pero la última había hecho que su corazón se estrujara y despertara cubierta en llanto, gritando y nombrándolo desesperadamente. En ella Ford desaparecía sin dejar rastro alguno.
Era media noche, hora de las brujas y ella se dirigía a la cabaña de su ex prometido por sentir ese sueño como el peor de los presagios. Tenía miedo. Miedo de la reacción que el hombre llegara a tener al verla ahí después de tanto tiempo, miedo por lo que pudiera pasar, miedo por lo que pudiera encontrarse al llegar, simple y llanamente miedo.
A mitad del camino tuvo la sensación de estar siendo observada por un tercero, algo profundamente maligno que de cierta manera le resultaba macabra e inexplicablemente familiar. Era como si de pronto los troncos de los árboles tuvieran ojos que intentaban penetrar en lo más profundo de su alma con la intención de traspasarla como una bala. Su respiración empezó agitarse bajo la bufanda que cubría su boca y nariz, la ansiedad empezó a colarse por todo su cuerpo, como si el frío invernal no fuera suficiente, sintió los latidos de su corazón acelerarse y finalmente una voz dentro de su mente apuró en avisarle.
Corre.
Como si se tratase de una descarga de epinefrina pura, su cuerpo comenzó a avanzar con desenfreno, sintiéndose escapar de un depredor en busca de su presa.
Ya estando cerca, una chirriante risa empezó a retumbar por toda la zona, intentó ignorarla pero le perturbaba mucho encontrarla conocida.
En plena agitación tuvo la necesidad de voltear a su alrededor para aligerar aunque fuera un poco la pesadúmbre que cargaba su pecho, pero no encontró nada, hasta que volteó tras su hombro.
Una gigantezca mano intentaba alcanzarla.
Sin saber como, apresuró aun más sus largas y desesperadas zancadas, si es que era posible y comenzó a llorar. ¿Cómo habían acabado así las cosas?
Hace seis años Felicia se encontraba sentada en la pequeña cafetería local donde terminó inmiscuyéndose accidentalmente en los asuntos de un hombre con polidactilia al intentar hacer reír a la camarera de manera fallida por su peculiar sentido del humor, ahuyentándola, pero ella rió por amabilidad de su chiste sobre los átomos de un pay de manzana para evitar que ese desconocido se sintiera fuera de lugar. Pronto ese desconocido terminaría convirtiéndose en un estimado amigo.
Amigo al que acompañaría en algunas de sus expedicciones por el bosque, amigo al que escuchaba devotamente hablar con entusiasmo sobre su extensa colección de polillas o sus nuevos descubrimientos, amigo por el cuál había aprendido a jugar aquél juego de mesa sobre matemáticas y fantasía que jamás había captado su atención hasta una noche tormentosa donde resultaría en la confesión de los sentimientos de ambos y terminarían besándose y embrollándose en la habitación de aquél investigador.
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📚 𝐋𝐚 𝐮𝐥𝐭𝐢𝐦𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞 || 𝐒𝐭𝐚𝐧𝐟𝐨𝐫𝐝 𝐏𝐢𝐧𝐞𝐬
FanfictionEra media noche, hora de las brujas y ella se dirigía a la cabaña de su ex prometido por sentir ese sueño como el peor de los presagios. Tenía miedo. Miedo de la reacción que el hombre llegara a tener al verla ahí después de tanto tiempo, miedo por...