°Capitulo 1 °

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Luzbel, el ángel más radiante del Cielo, avanzaba con determinación por los senderos del Edén

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Luzbel, el ángel más radiante del Cielo, avanzaba con determinación por los senderos del Edén. Aunque este lugar era conocido por su serenidad, Luzbel sentía una creciente frustración, una sombra que oscurecía su semblante. Su desilusión hacia sus hermanos celestiales se hacía más fuerte con cada paso que daba. El orgullo que siempre había sentido por ser uno de los más grandes ángeles ahora lo llevaba a cuestionar las órdenes divinas y la complacencia de los demás.

-¡Miguel, siempre tan obediente! ¡Gabriel, tan predecible! -gritaba Luzbel, su voz resonando entre los árboles del paraíso. - ¿Acaso no ves que estamos destinados a algo más grande que esta complacencia eterna? ¡No somos meros servidores, merecemos la grandeza que nos fue prometida!

Su furia distorsionaba la armonía natural del Edén. Las flores parecían marchitarse ante su enojo, y el canto de los pájaros se volvía extraño, como si reflejaran su malestar. Luzbel, envuelto en su propia rabia, apenas notaba cómo su presencia estaba afectando al entorno.

De repente, mientras sus maldiciones llenaban el aire, una melodía suave emergió, capturando su atención y calmando su espíritu agitado. La voz, pura y melodiosa, estaba cargada de una tristeza inexplicable que resonaba profundamente en él.

Sorprendido por el cambio en sus emociones, Luzbel dejó de lado su enojo y comenzó a seguir la fuente de aquella hermosa voz. Sus alas, que normalmente irradiaban una luz intensa, parecían brillar con más fuerza mientras se acercaba al origen del canto.

Al adentrarse en un claro iluminado por la luz del sol, sus ojos se encontraron con una figura solitaria: Alastor, el primer doncel creado por Dios, de una belleza delicada.

Alastor estaba arrodillado junto a un arroyo, sus manos descansando sobre sus rodillas mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Su rostro mostraba una tristeza profunda, una que parecía pesar en su corazón.

Luzbel se quedó quieto, observándolo con una mezcla de compasión y curiosidad. Nunca antes había visto a alguien expresar tanta vulnerabilidad. Decidió mantenerse al margen, permitiendo que Alastor continuara su lamento sin interrupciones. Sin embargo, en su intento por no acercarse demasiado, una rama seca crujió bajo su pie, rompiendo el silencio.

Alastor levantó la vista de inmediato, con los ojos llenos de miedo al ver a Luzbel de pie frente a él. Retrocedió instintivamente, sus lágrimas aumentando al percibir la presencia del ángel.

-Perdona mi interrupción. -dijo Luzbel con una voz suave, tratando de transmitir tranquilidad. -No era mi intención asustarte.

Alastor, aunque todavía tenso, notó la sinceridad en los ojos de Luzbel.

-No te preocupes -respondió con voz temblorosa-. Solo estaba... reflexionando.

Luzbel no apartó la mirada, percibiendo la vulnerabilidad en las palabras de Alastor. Dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ellos. Era extraño ver a alguien, especialmente a una criatura creada por Dios, en un estado tan frágil.

Luzbel, aunque todavía sumido en sus propios conflictos internos, sintió una conexión instantánea con el doncel.

-¿Por qué lloras, Alastor? Incluso en el Edén, donde todo es perfecto. ¿Qué te aflige tanto? -preguntó Luzbel, intentando comprender la fuente del dolor en el rostro de Alastor.

El doncel suspiró profundamente, sus hombros encogiéndose ligeramente.

-A veces, incluso en la perfección, uno siente un vacío. -respondió mirando a otro lado. -Me pregunto si hay algo más allá de este paraíso, una razón más profunda para nuestra existencia -dijo Alastor, sus palabras cargadas de una sinceridad que resonó en el corazón de Luzbel.

Luzbel asintió lentamente, comprendiendo en ese momento una parte de sí mismo que había ignorado durante tanto tiempo.

-Entiendo ese sentimiento. -dijo con suavidad. -Incluso los seres más cercanos a la divinidad buscan algo más, una conexión más profunda o un propósito mayor.

Un silencio compartido se instaló entre ellos, un momento en el que ambos parecían estar reflexionando sobre sus propias dudas y anhelos. La tensión inicial que había surgido al encontrarse se desvaneció, dejando espacio para una sensación de camaradería, una comprensión mutua que trascendía los roles que cada uno desempeñaba en el Cielo.

El ambiente, antes cargado de frustración y tristeza, comenzó a transformarse. Luzbel, que había llegado al Edén envuelto en ira, sintió cómo su espíritu se aliviaba en presencia de Alastor. Este encuentro inesperado, lejos de ser una distracción, parecía ofrecerle una nueva dirección en su búsqueda de significado.

Luzbel extendió una mano hacia Alastor, no como un gesto de poder, sino como una oferta de compañía en su mutua soledad. Alastor, después de un momento de duda, aceptó la mano de Luzbel, sintiendo por primera vez que no estaba completamente solo en el vasto mundo que Dios había creado.

Con sus manos entrelazadas, Luzbel y Alastor permanecieron allí por un momento, en silencio, compartiendo una conexión que, aunque nueva, era profundamente significativa para ambos. Luzbel, que había llegado al Edén lleno de rabia y descontento, ahora sentía que había encontrado algo que le daba sentido a su existencia, algo que lo hacía cuestionar su propia naturaleza y el propósito que siempre había creído tener.

Finalmente, Luzbel rompió el silencio.

-Alastor, ¿te gustaría caminar conmigo? 

Alastor asintió, sintiendo una extraña mezcla de alivio y curiosidad.

-Sí, me gustaría.

Juntos, comenzaron a caminar por el Edén, dejando atrás el claro donde se habían encontrado. Mientras avanzaban, conversaron sobre sus dudas y esperanzas, compartiendo sus pensamientos más profundos sin temor al juicio. 

Luzbel, que había estado tan seguro de su superioridad, ahora encontraba consuelo en la compañía de Alastor, y Alastor, que siempre había sentido una soledad inexplicable, ahora sentía que por fin había encontrado a alguien que comprendía su anhelo de algo más.

El Edén, con toda su belleza, se desplegaba ante ellos como un lugar lleno de posibilidades. Aunque todo parecía perfecto, ambos sabían que había algo más que debían descubrir, algo que iba más allá de lo que sus ojos podían ver y sus manos podían tocar. Y mientras caminaban, empezaron a darse cuenta de que tal vez no era el lugar lo que necesitaban cambiar (pensandolo mas profundo, tal vez si.), sino a ellos mismos y la manera en que entendían su existencia.

Luzbel y Alastor siguieron su camino, explorando cada rincón del Edén, buscando respuestas a las preguntas que no sabían que tenían. Y aunque no sabían lo que encontrarían, sabían que lo harían juntos, y eso les daba la fuerza para seguir adelante, enfrentando lo desconocido con una nueva determinación.


Tomen esto como un prologo, Chaito.

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