Song: About You - The 1975
El cielo de Bangkok se teñía de un azul desvaído, donde la luz del día comenzaba a ceder ante la llegada de la noche. Aquel apartamento, su refugio durante años, era ahora una cáscara vacía que resonaba con el eco de una vida compartida. Sarocha estaba sentada en el borde de la cama, el lugar donde todo había comenzado y donde todo había terminado. Las paredes, decoradas con recuerdos en forma de fotografías, observaban en silencio la distancia creciente entre ellas.
Rebecca estaba de pie junto a la ventana, con la mirada perdida en las luces de la ciudad. Su cabello, alguna vez acariciado con ternura por Sarocha, se movía ligeramente con la brisa nocturna. Ninguna de las dos hablaba, pero el aire estaba cargado de palabras no dichas, de emociones que habían sido reprimidas durante demasiado tiempo.
—¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? —preguntó finalmente Frenn, su voz apenas un susurro.
Becky cerró los ojos, dejando que el peso de la nostalgia la envolviera. Cada rincón de ese apartamento guardaba una memoria, un momento que compartieron, pero también un dolor que nunca se disipó del todo.
—Recuerdo todo, Frenn. —respondió Becky, girándose para mirarla—. Recuerdo cómo solías despertar antes que yo y preparar el desayuno, cómo solías eructar de vez en cuando cerca a mí, para muchos podría ser desagradable pero para mí era algo que me hacía más cercana a ti. Recuerdo cada detalle Freen.
Las palabras flotaron en el aire, suspendidas entre ellas, cargadas de una mezcla de amor y amargura. Becky se acercó a la cama y se sentó a su lado, sin atreverse a mirarla directamente. Era más fácil hablar sin enfrentarse a esos ojos oscuros que una vez fueron su refugio.
—Pero también recuerdo cómo empezó a cambiar todo —continuó Becky—. Recuerdo cómo dejamos de hablar de las cosas importantes, cómo empezamos a distanciarnos sin darnos cuenta, hasta que fue demasiado tarde.
Freen desvió la mirada hacia el suelo. Aquellos recuerdos también la perseguían, como fantasmas que se negaban a desaparecer. Sabía que habían llegado a un punto donde las palabras ya no eran suficientes para arreglar lo que se había roto entre ellas.
—No fue de repente, Becky. —dijo, finalmente encontrando su voz—. Fue un proceso lento, como una gota que cae en el mismo lugar día tras día hasta que finalmente lo desgasta. No quiero culpar a nadie, pero también quiero entender... ¿Cómo dejamos que todo se desvaneciera?
Becky dejó escapar un suspiro pesado, lleno de una tristeza que había aprendido a ocultar durante tanto tiempo. Se levantó y caminó hacia el armario, sacando una caja de madera pequeña que había guardado allí durante años. La abrió con cuidado y sacó una fotografía que había sido tomada por Freen con una cámara polaroid. Era una imagen de ellas dos, tomadas de la mano, sonriendo con una felicidad que ahora parecía tan lejana y con un escrito al reverso que decía: Becky, el gris siempre ha sido mi color favorito, por lo que veía con disgusto el rosa, pero desde que llegaste a mi vida, mi mundo ha cambiado. Hoy se que el rosa no es desagradable después de todo.
—Creo que nunca dejamos de querernos, Freen —dijo Becky, ofreciéndole la fotografía—. Solo que no supimos cómo amarnos en medio de todo lo que estaba pasando. Las heridas que nos hicimos nunca sanaron del todo, y al final, nos alejamos tratando de protegernos.
Freen tomó la fotografía, sus dedos temblorosos mientras rozaban el papel. Era doloroso ver lo felices que habían sido, y aún más doloroso saber que esas sonrisas se habían desvanecido con el tiempo.
—A veces pienso que nos aferramos demasiado al pasado —admitió Freen —. A esos momentos en los que éramos felices, creyendo que podríamos volver a serlo si tan solo lo intentáramos lo suficiente.
Becky la miró con una mezcla de tristeza y cariño, entendiendo el peso de esas palabras. Sabía que ambas habían sido culpables de eso, de aferrarse a un ideal que ya no existía.
—Y en ese intento, olvidamos vivir el presente —concluyó Becky, con la voz temblorosa—. Es irónico, ¿verdad? Intentamos tanto salvar lo que teníamos, que al final, terminamos perdiéndolo todo.
El silencio cayó de nuevo entre ellas, pero esta vez no era incómodo. Era el silencio de dos personas que finalmente se habían comprendido, después de años de buscar respuestas en el lugar equivocado.
—Siempre pensé que podríamos arreglarlo —dijo Freen, sus ojos fijos en la fotografía—. Que si solo volviéramos a esos días, podríamos encontrar la manera de amarnos de nuevo, de ser lo que fuimos.
Becky sonrió tristemente, entendiendo el anhelo en las palabras de Freen. Ella también había deseado lo mismo, había soñado con un regreso imposible.
—Pero no podemos volver atrás —dijo Becky suavemente—. No podemos ser quienes éramos, porque ya no somos esas personas. Hemos cambiado, hemos crecido... y aunque todavía te quiero, sé que no podemos seguir así.
Freen levantó la vista, encontrando finalmente el valor para mirar a Rebecca a los ojos. Esos ojos que una vez habían sido su mundo, su refugio, ahora estaban llenos de una tristeza que reflejaba la suya propia.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó, su voz rota por la incertidumbre.
Becky tomó su mano, entrelazando sus dedos como solían hacerlo en los días felices. El contacto fue reconfortante, pero también un recordatorio de lo que estaban a punto de perder.
—Tal vez es hora de soltar —respondió Becky—. Dejar ir lo que éramos y aceptar lo que somos ahora. No porque no te ame, sino porque merecemos ser felices, incluso si eso significa seguir caminos separados.
Freen sintió las lágrimas arder en sus ojos, pero las contuvo. Sabía que Becky tenía razón, aunque la idea de perderla le rompiera el corazón.
—¿Crees que podremos hacerlo? —preguntó, con la voz apenas audible.
Becky la miró con ternura, acariciando su mejilla con delicadeza.
—No lo sé, pero creo que debemos intentarlo. Por nosotras, por lo que fuimos y por lo que seremos. Siempre serás una parte de mí, Freen, pero ahora es momento de que ambas encontremos nuestra propia felicidad.
El silencio volvió a envolverlas, pero esta vez no era un silencio cargado de dolor, sino de aceptación. Ambas sabían que el amor no siempre era suficiente, y que a veces, el acto más amoroso era dejar ir.
Finalmente, Freen asintió, sabiendo que era la única respuesta posible. Becky se inclinó y depositó un suave beso en su frente, un gesto de despedida cargado de amor y gratitud.
—Te recordaré siempre, BecBec —dijo Freen, con una sonrisa triste—. Gracias por todo.
Becky sonrió, aunque sus ojos se llenaron de lágrimas que no podía contener.
—Y yo a ti, ChamCham x MonMon— Mencionó Becky haciendo referencia al apodo que sus personajes se decían en la serie en la que habían trabajado hace un tiempo—. Gracias por amarme.
Se quedaron allí, en silencio, sosteniéndose por última vez, antes de que Becky se levantara y caminara hacia la puerta. Cuando esta se cerró detrás de ella, Freen sintió un vacío en su pecho, pero también una extraña sensación de paz. Sabía que ese no era el final de su historia, sino el comienzo de una nueva.
Y aunque sus caminos ahora se separarían, el eco de lo que compartieron viviría en sus corazones, un recordatorio constante de un amor que fue real, pero que también supo cuándo dejar ir.
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Melodías de papel
FanfictionLas páginas de "Melodías de Papel" resuenan con las notas de una banda sonora íntima y evocadora, en la que cada historia es una sinfonía de emociones profundas, creando un viaje literario que es tanto una celebración del romance como una meditación...