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Caminabas por los pasillos del hospital con tu padre a visitar a tu madre, en la habitación 28 del segundo piso del hospital maternal. Para ser exactos, no caminabas, estabas siendo cargada mientras tu padre corría a toda velocidad posible porque tu querida mamá estaba de parto.
Llegaron a la sala de espera, donde habían padres y familiares tensos en la misma situación, esperando noticias del parto. Murmullos y palabras entre el bullicio llegaban a tus oídos, pero lo más horrible eran algunos gritos que sonaban de las mujeres dando a luz.
Te aferraste a la camisa de tu padre, sentada en su regazo. Él se aferraba a tí con nervios, y rebotaba su pierna derecha sobre su talón con ansiedad.
Desde que tienes memoria, él siempre hace eso, tiene que mover alguna parte de su cuerpo si o si. Así sea su pierna, un brazo, un dedo, los pies, o lo que sea, siempre lo hace.
—¡Familia de la señora _____!—. Salió una enfermera por la puerta, tu padre se puso de pie inmediatamente contigo en sus brazos, su dedo índice golpeaba repetidamente en tu pierna. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... y se detuvo.
Apretaste su camisa entre tus puños, uno más, uno más o si no pasaría algo malo, no llegó hasta ser par. Y dio un golpe más, y pudiste relajarte.
Entraron a la habitación donde estaba tu madre, cansada, acostada y demacrada, pero con un bebé recién nacido en sus brazos mientras lloraba.
—Es hermoso...— murmuró tu padre, sentándose en la silla al lado de la camilla y a ti en sus piernas. Tu padre y tu eran un duo dinámico perfecto, él tiene ansiedad, y tu padeces de TOC —¿A qué no lo es, _____?—.
—Mentira, es feo, todos los recién nacidos son feos. Pero si es tierno— Soltaste con toda la sinceridad posible, sacándole una carcajada a tu padre y madre.
Ese día fue muy feliz, al igual que los otros, hasta que sucedió la tragedia que se llevó mucho más que sólo tu familia.
《°°°》
Estaban discutiendo en el carro por quien sabe qué, alguna trivialidad. El bebé, tu hermano menor, iba en su asiento de bebé en los asientos traseros del auto, y tú en el maletero de la camioneta. Te encantaba ir allí, ibas con unos audifonos que te había regalado tu padre hace un tiempo.
No fue, hasta que viste por donde pasaban, una calle de doble vía. Viste hacia adelante, tu madre iba distraída viendo hacia tu padre. No estaban gritando, estaban hablando, pero...
—¡MAMÁ!— gritaste al ver un camión se acercaba a toda velocidad. El auto quedó con la parte delantera destrozada, prácticamente reducido a la mitad. Como era de esperar, tus padres y tu hermano menor fallecieron. Tu, por suerte o por desgracia, sobreviviste por estar en el maletero de la camioneta.
