Capitulo IX

7 0 0
                                    

Maya esperó los días siguientes como si su sentencia de muerte ya estuviera planificada y lista para ejecutarse: exactamente en setenta y dos horas.

Las palabras de Elizabeth parecían sinceras al explicarle que no tenía más opción que aceptar su destino, aunque por otro lado, Maya le había gritado a Zack que él y su comunidad se fueran al demonio... la situación era complicada.

Si antes estaba sufriendo de paranoia, después de la visita al núcleo, estaba bastante cerca de enloquecer de verdad. Apenas lograba conciliar el sueño sin que la cabeza de ese señor se incendiara o la imagen del núcleo apareciera una vez más lista para atormentarla. Y todo eso sin agregar el pequeño detalle de que una persona con el poder de manipular mentes quería algo de ella. Muchas veces Maya cerraba los ojos con fuerza, y deseaba que el chico solo se hubiera confundido de cabellera rubia.

A pesar de ya haber aceptado que los eventos que habían sucedido esa tarde no eran ilusiones, seguía flotando por todas partes como un globo sin dueño intentando aceptar su nueva realidad. Sophie y Mike habían intentando subirle el ánimo, o al menos, entender la razón de su miseria. ¿Pero cómo podía contarles sobre una ciudad secreta llena de pro-humanos sin revelar la existencia de las gemas?

Como una araña estaba tejiendo un enjambre con sus propias mentiras y ya ni siquiera sabía cómo detenerse. Además Elizabeth le había dejado bastante claras las reglas, y en los planes futuros de Maya no se encontraba terminar en una cárcel futurista por revelar el mayor secreto de la sociedad.

Maya se pasó los dos días siguientes repitiendo en su mente los eventos y conversaciones que había presenciado en el núcleo al igual que un disco roto. Al tercer día —la supuesta fecha de su visita—, se levantó como un relámpago y declaró que nada pasaría. Intentó prestar atención en la escuela e incluso logró tragar unos cuantos bocados de su almuerzo, el camino de vuelta al departamento no dejó de ser difícil, Maya agradeció la gentileza de Mike de acompañarla a casa, incluso cuando él vivía al lado contrario. Pero no por eso ella dejó de mirar por su hombro en busca de cualquier conducta sospechosa o un par de ojos grises que indicaran peligro.

Su respiración estaba agitada luego de subir los escalones hasta llegar a su piso, y justo cuando Maya pensaba que lo había logrado, al doblar por su pasillo, Zack la esperaba en el umbral de su puerta con una sonrisa amigable.

Maya gritó y Zack hizo una mueca, de pronto volvían a estar en el callejón.

     —¿Qué haces aquí? —preguntó Maya llevando su mano enguantada a su corazón.

     —Es el día de tu visita —respondió Zack con tranquilidad—, ¿recuerdas?

Maya trago y retrocedió un paso hacia atrás, ya había entendido que Zack no era una amenaza pero no estaba segura si podía confiar en él con tanta libertad.

     —Pensé... que... —ella empezó a balbucear.

     —¿Que por que me dijiste que me fuera al diablo te iba a dejar botada? —preguntó él con verdadera curiosidad, pero no espero respuesta—, tienes suerte que no sea rencoroso —dijo apuntando hacia la puerta del departamento de Maya—, tenemos prisa.

     —Si, suerte —murmuró ella sacando las llaves de su bolsillo.

Una vez dentro del departamento, Maya dejó caer su mochila a un costado del sofá. Agradeció que su padre había tomado los turnos de la tarde, aunque solía ser comprensivo, Maya no sabia como le hubiera explicado la presencia de un chico que él no conocía en el departamento.

     Así que así es como viven ustedes –comentó Zack y tomó aire con exageración, como si estuviera intentando olfatear el alrededor– no se como lo hacen.

GenesisWhere stories live. Discover now