El sol se filtraba tímidamente a través de las ventanas de la gran mansión D'Angelo, iluminando la opulenta mesa del comedor, donde la familia se reunía para el desayuno. La atmósfera era aparentemente tranquila, pero cada uno de los presentes tenía sus propios pensamientos rondando en la cabeza. Michelle, elegante y serena, vertía el té con la gracia de una reina, mientras Gianluca, sentado en la cabecera de la mesa, observaba a su familia con la mirada aguda de un líder experimentado. Massimo hojeaba el periódico con un aire despreocupado, aunque su mente estaba en los negocios. Dante, con su expresión reservada, estaba más atento a la conversación que a la comida frente a él. Alessandra, siempre altiva, jugaba con su cuchara distraídamente.
Alexandra, sin embargo, parecía ausente, absorta en sus propios pensamientos. Su mente estaba atrapada en la maraña de emociones y recuerdos de la noche anterior. Los acontecimientos con Santino Lucchese seguían atormentándola, a pesar de que intentaba mantener su expresión impasible. Se esforzaba por concentrarse en el desayuno, pero cada vez que cerraba los ojos, podía sentir el toque de Santino en su mejilla, su risa burlona y ese maldito beso robado que la había dejado furiosa.
—Alexandra, hija, ¿estás bien? —La voz profunda de Gianluca rompió el silencio, atrayendo la atención de todos hacia ella—. Tu hermano me comentó que podrías estar resfriada. ¿Quieres que llame al doctor?
El tono paternal de Gianluca contrastaba con su habitual firmeza, y Alexandra, sorprendida, casi se atragantó con el café. Se enderezó en su asiento, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban involuntariamente al recordar la razón real de su estado.
—No, papá, no es necesario —respondió, recuperando la compostura rápidamente—. Estoy bien. Solo cogí un poco de frío anoche. Nada de qué preocuparse.
Gianluca la miró fijamente por un momento, evaluando la sinceridad en sus palabras. Luego asintió, aceptando su respuesta con un gesto de cabeza, aunque aún parecía algo preocupado. Michelle, que había estado observando en silencio, le dirigió a su hija una mirada comprensiva antes de volver a centrar su atención en su taza de té.
El desayuno continuó en un silencio incómodo, cada miembro de la familia perdido en sus propios pensamientos. Gian, sin embargo, tenía otras preocupaciones en mente. Su atención estaba dividida entre la seguridad de su familia y la situación con Sophie Hunter, cuya recuperación había sido rápida pero incompleta. Justo en ese momento, uno de los criados de la mansión se acercó a él con discreción y le susurró algo al oído. Gian se levantó de inmediato, limpiándose los labios con la servilleta de lino y dejando la mesa con una rápida disculpa.
—Tengo un asunto urgente que atender. No tardaré —dijo, saliendo del comedor bajo la mirada curiosa de sus hermanos y la de su madre, que seguía cada uno de sus movimientos con interés.
El viaje hacia el hospital fue rápido. Gian sabía que el momento era crucial. Sophie Hunter, quien había estado recuperándose de sus heridas en el hospital privado bajo la supervisión del doctor Thompson, estaba a punto de recibir el alta. A pesar de que sus heridas físicas habían sanado, su memoria seguía siendo un enigma. Había perdido gran parte de sus recuerdos recientes, y aunque Gian había intentado mantener la distancia emocional, no podía evitar sentirse responsable por ella.
Cuando llegó al hospital, fue recibido por el doctor Thompson, quien lo condujo a la habitación de Sophie.
—Señor D'Angelo —saludó el médico, con una leve inclinación de cabeza—. La señorita Hunter ha mejorado notablemente. Aunque su memoria aún no se ha recuperado por completo, está lo suficientemente fuerte como para dejar el hospital. Le daré el alta hoy mismo.
Gian asintió en silencio, sintiendo un nudo formarse en su estómago. Caminó hacia la habitación de Sophie, deteniéndose un momento frente a la puerta antes de entrar. La encontró sentada junto a la ventana, mirando hacia el exterior con una expresión serena pero distante. Cuando lo vio, una leve sonrisa apareció en sus labios.
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Mafia 30'
Historical FictionEstados Unidos, 1930. Las calles de Nueva York y Nueva Orleans están controladas por poderosas mafias italoestadounidenses. Entre ellas, los D'Angelo, liderados por Gianluca y su esposa Michelle, han extendido su imperio desde Italia, consolidando s...