6.- I can go anywhere i want, just not home

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El taxi avanzaba lentamente por las calles de Monterrey, las primeras luces del amanecer iluminando la ciudad con un resplandor dorado. Maddy miraba por la ventana, sintiendo cómo los nervios se retorcían en su estómago, una mezcla de ansiedad y expectación. Su teléfono vibró, rompiendo el silencio del viaje.

Arthur: "¿Lista para la gran reunión familiar? No te pongas tan nerviosa. Recuerda, siempre puedes cambiar de opinión y venir a Ibiza con nosotros."

Maddy sonrió levemente al leer el mensaje, pero una oleada de inquietud la envolvió. ¿Qué tal será verlos después de tanto tiempo? Se tomó un momento antes de responder, buscando en sus propias palabras algo de consuelo.

Maddy: "Gracias, Arthur. Estoy bastante nerviosa, pero creo que todo saldrá bien... O al menos eso espero."

No pasó mucho tiempo antes de que el teléfono sonara. Era Arthur, su voz cálida resonando al otro lado.

"Hola, Madds. ¿Cómo va todo?" preguntó con un tono que transmitía cercanía.

"Hola, Arturito. Estoy un poco nerviosa, para ser honesta. Es la primera vez que los veo desde que me fui de México. No sé qué esperar," confesó Maddy, intentando sonar más segura de lo que se sentía.

"Tranquila, los nervios son normales," dijo Arthur, su voz serena como un bálsamo. "Si las cosas no salen como esperas, siempre puedes regresar a Mónaco y venir a Ibiza con nosotros. Prometo que las playas son mucho más relajantes que cualquier reunión familiar."

Maddy se rió, aliviada por su tono alegre, pero su mente seguía agitada. "Gracias, Arthur. Pero esto es algo que debo hacer. Tengo que saber si hay posibilidad de recuperar a mi familia" La presión comenzaba a pesar en su pecho.

Mientras el taxi giraba en una esquina, Maddy divisó la casa familiar, un edificio antiguo y algo descuidado que parecía contener todos los ecos de su infancia. Su corazón latía con fuerza al recordar cada rincón. Se tomó un momento para respirar profundamente, intentando preparar su espíritu para lo que vendría.

El taxi se detuvo frente a la casa, y Maddy salió del vehículo, respirando hondo. Eran apenas las ocho de la mañana, y sabía que la larga jornada no sería fácil. Caminó hacia la puerta con pasos titubeantes, que se abrieron antes de que pudiera tocar el timbre. Su madre la recibió, con una expresión que intentaba ser cálida, pero que revelaba una frialdad palpable.

"¡Maddy!" exclamó su madre, con una sonrisa que parecía más un esfuerzo que una muestra de alegría. "Qué sorpresa verte por aquí tan temprano. ¿No te alcanzó el tiempo en Europa?"

"Hola, mamá," respondió Maddy, abrazándola brevemente. La tensión entre ambas era tan palpable que Maddy sintió un nudo en el estómago. Esperaba que no sea tan incómodo como imaginaba.

Dentro de la casa, el ambiente era acogedor, pero la incomodidad seguía presente. Su padre estaba sentado en el comedor, absorto en su periódico, y al verla, levantó la vista con una mezcla de sorpresa y desaprobación.

"Maddy," dijo, su voz dura como el acero. "Qué milagro que te acuerdas de nosotros. Pensé que habías decidido quedarte para siempre por allá."

"Decidí venir a verlos y pasar tiempo con ustedes," respondió Maddy, tratando de infundir positividad en su tono, aunque la temblorosa calidad de su voz delataba su inquietud.

La mañana transcurrió en un aire de formalidad tensa. Cada intento de Maddy de hablar sobre su vida en Mónaco era seguido por preguntas cargadas de juicio y críticas disfrazadas de preocupación. Pero fue durante la comida cuando las verdaderas tensiones comenzaron a salir a la luz.

"Así que, ¿todo este tiempo fuera ha sido para estar con un hombre?" preguntó su padre, sin levantar la vista del plato. "Parece que tu hermana nos contó todo sobre tu... aventura en Europa. ¿Huyendo con un hombre? ¿Es eso lo que has estado haciendo?"

El estómago de Maddy se encogió ante las palabras de su padre. Sabía que su relación con Joe había causado tensiones, y aunque había creído necesario mantener a Wendy al tanto de su situación, no esperaba que su hermana revelara detalles sin su consentimiento.

"No huí, papá," dijo Maddy, esforzándose por mantener la calma. "Me fui porque quería seguir mis sueños, pero parece que aquí nadie puede entenderlo."

"Oh, ¿sueños?" intervino su madre, el sarcasmo rebosante de su voz. "¿Esos sueños incluyen vivir con un hombre que ni siquiera conocemos? Tu hermana nos dijo que te fuiste con un hombre que conociste en una noche. No entiendo en qué estabas pensando."

Las palabras de su madre fueron como una bofetada, resonando en su mente. Maddy sintió cómo las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos, pero trató de contenerlas. Esto no era lo que había imaginado. Solo quería un poco de apoyo, no un juicio constante.

"No tienen idea de lo que pasó," dijo Maddy, su voz temblorosa. "Solo he tratado de seguir mi camino. No les debo ninguna explicación."

"Claro, claro," replicó su madre con una sonrisa amarga. "Porque es normal que una joven se vaya con un hombre millonario a vivir una vida de lujos. Suena más como si estuvieras buscando... comodidad, más que otra cosa. Tu gran sueño de ser cantante solo fue una excusa para huir con el primero que se te cruzó."

Ese último comentario fue la gota que colmó el vaso. Maddy se levantó abruptamente de la mesa, sintiendo que no podía soportar ni un segundo más en ese ambiente. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a correr por sus mejillas, una avalancha de emociones que la ahogaba.

"No puedo seguir escuchando esto," dijo Maddy, su voz quebrada por la emoción. "No puedo creer que me reciban así después de tanto tiempo."

Sin esperar respuesta, cogió sus maletas y salió de la casa, su corazón latiendo desbocado. Mientras caminaba apresuradamente buscando algún taxi, marcó en su teléfono el número de su amigo.

"Maddy, ¿estás bien?" preguntó Arthur, su voz cargada de preocupación al escuchar su respiración entrecortada.

"No... no estoy bien. No puedo quedarme aquí. Mis padres solo quieren criticarme, no entienden nada. Todo esto es un error," se desahogó Maddy, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de ella.

"Maddy, no tienes que pasar por esto sola," dijo Arthur suavemente, su voz un ancla en medio de la tormenta. "Estoy en el aeropuerto, listo para irme a Ibiza. Toma un vuelo directo aquí, y te recogeré en el aeropuerto de Ibiza. No te preocupes, yo me encargo de todo."

Maddy se detuvo en seco, las palabras de Arthur resonando en su mente como un faro de esperanza. La oferta era tentadora, y después de lo que acababa de pasar, sentía que lo único que necesitaba era alejarse de todo. Quizás esto es lo que necesita, un respiro entre todos el caos.

"Está bien... lo haré," dijo Maddy entre lágrimas, sintiendo una nueva determinación fluir en su interior. "Voy al aeropuerto ahora. No puedo soportar más tiempo aquí."

Arthur le dio instrucciones sobre cómo llegar, y Maddy, aunque aún con el corazón roto, sintió que la decisión que estaba tomando era un acto de amor propio. Mientras el taxi se alejaba de la casa de su infancia, una mezcla de tristeza y alivio la envolvió. Sabía que había tomado la decisión correcta.

Horas más tarde, cuando finalmente aterrizó en Ibiza, vio a Arthur esperándola con una expresión de preocupación y alivio que iluminó su corazón.

"Lo siento por todo esto, Maddy," dijo Arthur mientras la abrazaba con fuerza, como si su abrazo pudiera borrar toda la tristeza. "Vamos a hacer que esta escapada a Ibiza sea algo que nunca olvides. Prometo que no tendrás que enfrentarlo sola."

Con esa promesa, Maddy sintió un poco más de ligereza, como si un peso se hubiera levantado de sus hombros. Sabía que tenía en Arthur un apoyo incondicional. Juntos, abordaron el coche que los llevaría a su próximo destino, dejando atrás las tensiones familiares y comenzando una nueva etapa, al menos por ahora.

labyrinth - Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora