Capítulo 35

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Egeo:

Dos niños, dos marañas de cabello rizado, exactamente del mismo tono, dorados, dorados como el mío. Hacen un escudo delante de Antonella como si estuviesen protegiéndola, un jodido escudo humano.

Uno de ellos por su pose deja claro que es el mayor, sólo por eso, porque son de la misma estatura . Toma cierta protección también sobre el menor que le gruñe en respuesta. Así de sencillos comprendo lo equivocado que estaba, estos chicos se adoran, se protegen como una vez lo hicimos Azov y yo.

El hombre tira de ellos y me maldigo por no notarlo antes, salvo por su cabello negro y piel bronceada es Antonello, una jodida copia del viejo Fregoso, incluso tiene el lunar en el labio como su padre y hermana. Todos los Fregoso lo tienen.

-Tío-la expresión de Ezio es mortífera.

No parecen unos niños de tres años. ¡No! Ellos no son pequeños y regordetes. No, ellos parecen tener el doble de su edad, son delgados y atléticos, aunque sus rostros delatan el verdadero número en sus calendarios. Siento, incluso huelo en ellos lo que me temía, el suero se transmite más fuerte, puro y sin control alguno, fiero y salvaje.

La expresión de Ezio me lo dice, es oscura y domínate puede sentirse, su fuerza emana de él como si fuese su perfume personal. Sus ojos azules pálidos, fríos y perdidos, exactamente como los míos, puede que con unos hilos más claros.

Egon en cambio es el retrato del sadismo, desprende pura locura disfrazada en una piel de desinterés e inocencia inexistente. Huelo sangre, su camisa negra de playa, está cubierta de sangre. Sus ojos están cubiertos por unos lentes oscuros polarizados y como si de tomar agua se tratase,saca un cuchillo y comienza acicalarse las uñas.

-Es mejor que te largues-la voz de Ezio es fría.

-Quien quiera que seas ¡lárgate!-la voz de Egon destila desinterés. Se atusa los rizos en un gesto arrogante, pasándose la lengua por el lunar en el borde de su labio, como el de su madre, el mayor no lo tiene, tampoco tiene el sinnúmero de pecas en sus mejillas, es adorable-¿no te irá bien?

-¡Es nuestro padre idiota!-refuta el mayor con desagrado.

-Será el tuyo-Egon mira su reflejo en el filo del cuchillo-soy demasiado guapo para ser su hijo.

Los imbéciles que me rodean ríen fuerte, el pequeño se encoge de hombros restándole importancia a todos, como si les importase una puta mierda.

-Muy modesto-habla Klaus de forma divertida.

-Porque debo ser modesto, soy hermoso-levanta el mentón dejando claro que su palabra no se discute-soy perfecto, soy un Fregoso, no tengo nada de este-apunta en mi dirección.

-El cabello y posiblemente los ojos ¿Dónde los dejas? -mi amigo deja claro lo obvio

El pequeño baja sus lentes, algo extraño me recorre, todos nos quedamos sin aire, en verdad es hermoso, no parece real. Uno de sus ojos es azul, un azul más pálido que el mío, más pálido que el de su hermano, mientras que el otro es gris, el gris tormentoso de su madre, pero con algunas machas pálidas. Es hermosamente desquiciado, hace que caigas rendido a esa locura que desprende.

Mis ojos siempre fueron azules, azules claros como los de mi padre, pero comprendí que mientras más suero me aplicaba más pálidos se volvían. Ezio solo tienes pequeños cambios respecto a mí, pero Egon sobrepasa los límites, los límites que rompen la cordura humana.

-Soy un Fregoso, queda claro-en verdad al pequeño le gusta poco que lo relacionen conmigo. Todo en él grita que nos quiere aniquilar, pero que no lo hace porque su hermano y tío están delante de él, posición que claramente le desagrada.

Se coloca nuevamente los lentes con un gesto sumamente arrogante, tira de las mangas de su camisa, dejando al descubierto sus pálidos antebrazos cubiertos de sangre. Antonella sigue mi mirada y ahoga un grito.

Egeo (Mares)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora