VII: La carrera comenzó

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Los murmullos a su alrededor se desvanecieron entre el rugido ensordecedor de las motos que comenzaban a alinearse para las carreras. La multitud, ansiosa por la adrenalina del espectáculo, dejó de lado el drama entre Sabina y Jaena.

 Jaena, aún un poco aturdida por lo sucedido, sintió el alivio deslizarse por su cuerpo mientras seguía a Emma, manteniendo su mano apretada como un ancla en ese ambiente extraño y hostil.

Elara, siempre radiante, se unió al entusiasmo, sonriendo como si nada hubiera pasado. Oliver, en cambio, mantenía una mirada de vigilancia, sus ojos recorriendo el lugar en busca de cualquier señal de problemas.

Vamos, no te quedes atrás —le dijo Emma a Jaena, mirándola con complicidad mientras se adentraban entre la multitud que se dispersaba hacia la pista.

Jaena intentó relajarse, aunque el ambiente seguía cargado de una energía salvaje que la incomodaba. Podía escuchar el rugido de los motores, las risas y las voces emocionadas de los corredores, pero también percibía las miradas curiosas y despectivas de algunos. A pesar de todo, se sentía agradecida por tener a Emma a su lado.

¿Está bien? —preguntó Oliver, acercándose un poco más, como si quisiera asegurarse de que Jaena no estaba demasiado afectada por el encontronazo con Sabina.

Sí, estoy bien —respondió Jaena, aunque todavía sentía la tensión en sus hombros—. Solo necesito acostumbrarme a todo esto.

Oliver asintió, sin decir más, pero mantuvo su posición cerca de ellas, protegiendo con su presencia.

Emma, por su parte, estaba inmersa en la emoción del momento. —Es increíble, ¿verdad? —dijo con una sonrisa—. No hay nada como las carreras en la calle de la luna.

Jaena intentó sonreír, pero algo en su interior le decía que esa noche iba a ser mucho más de lo que esperaba.

El grito de Ariday resonó entre el bullicio de la multitud, llamando la atención de todos. Jaena, Elara, Emma, y Oliver se giraron al unísono para ver a Ariday junto a un chico de cabellos ondulados, casi rizados, que le devolvía la mirada con una sonrisa divertida.

¡Esto es lo mejor que he visto en mi vida! —exclamó Ariday, radiante de emoción mientras el chico asentía, evidentemente complacido con su entusiasmo.

Emma rió ante la energía desbordante de su amigo. —Veo que ya te estás adaptando —comentó con una sonrisa divertida.

¿Y quién es tu nuevo amigo? —preguntó Jaena, mirando al chico con curiosidad.

Oh, se llama Sean—respondió Ariday, sin perder ni un ápice de su euforia—. Me está explicando todo lo de las carreras, ¡es un experto!

Sean, con una expresión relajada, saludó con un leve asentimiento. —No soy experto, solo manejo de vez en cuando —dijo modestamente, aunque su actitud confiada decía lo contrario.

Oliver observó al chico con un escrutinio silencioso, pero no hizo ningún comentario. Jaena, aún sintiendo la tensión de momentos anteriores, intentó relajarse un poco más al ver que Ariday se lo estaba pasando bien.

Bueno, si todos están listos... —Emma se inclinó hacia adelante—. Esto va a empezar, y créanme, no querrán perderse el espectáculo.

¿Sean, eh? —repitió Oliver, su mirada fija en el chico, aunque su tono seguía neutral. No dijo nada más, pero la tensión en el aire entre los dos no pasó desapercibida.

Jaena notó el intercambio y, aunque seguía sintiendo cierta incomodidad, decidió seguir el flujo de la situación. Al fin y al cabo, parecía que todos estaban allí para disfrutar.

¿Cuánto falta para que comience? —preguntó, intentando cambiar el tema y quitarle algo de peso al ambiente.

Ya no mucho —respondió Sean, con una media sonrisa mientras miraba el reloj—. Cuando las luces se apaguen, es cuando empieza lo bueno. Deberíamos movernos hacia un lugar donde podamos verlo todo mejor.

¡Vayamos, entonces! —exclamó Ariday, con la misma emoción desbordante, agarrando a Jaena del brazo y tirando de ella para que la siguiera.

Emma caminó a su lado, con su habitual aire de confianza, mientras Oliver los seguía de cerca, siempre vigilante. A medida que se acercaban a la pista, el rugido de los motores se hizo más intenso, y la emoción del lugar parecía aumentar con cada segundo.

Prepárense —dijo Emma, su voz cargada de una promesa electrizante, mientras tenia una chispa traviesa en sus ojos.

Sin previo aviso, con un gesto lento y deliberado, Emma se quitó la camiseta, su piel dorada brillando bajo las luces de neón que rodeaban la calle. El aire pareció volverse más denso, como si todos los presentes contuvieran el aliento. El top que llevaba era ajustado, destacando cada curva de su figura con provocativa naturalidad. Su pecho subía y bajaba ligeramente, y su actitud desbordaba una sensualidad despreocupada.

¡Emma! —gritó Elara, en un tono que mezclaba sorpresa y reproche, sus ojos muy abiertos mientras la observaba.

Emma sonrió, una sonrisa pícara, mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, lo suficiente para que el brillo de sus ojos fuera aún más tentador.

Relájate —respondió, con una risa suave y casi burlona—. Solo es un top. ¿Qué esperabas? ¿Un show completo?

El ambiente alrededor parecía vibrar con una tensión palpable. Las miradas seguían a Emma como si no pudieran evitarlo, atrapadas en el magnetismo de su actitud segura y provocadora. El sonido de las motos, las luces parpadeantes, y el calor del día creaban un escenario perfecto para ese momento de audacia.

Oliver, quien hasta entonces había estado en silencio, lanzó una rápida mirada, una mezcla de asombro y curiosidad cruzando su rostro mientras intentaba ocultar una sonrisa que amenazaba con delatarlo. El ambiente a su alrededor parecía vibrar con la intensidad del momento, y Jaena no pudo evitar sentirse atrapada en esa marea de energía cargada de sensualidad que Emma había desatado.

Por un instante, Jaena sintió su corazón latir demasiado rápido, su respiración ligeramente alterada. No era solo el atrevimiento de Emma lo que la afectaba, sino la forma en que todo a su alrededor parecía detenerse por ella. Había algo hipnótico en la seguridad de Emma, algo que, aunque no quisiera admitirlo, le despertaba una sensación extraña y tentadora.

¿Qué sucede, hermanita? —preguntó Ariday, con una sonrisa juguetona mientras se inclinaba un poco hacia Jaena—. ¿Te gustó Emma?

El tono burlón de Ariday la hizo sobresaltarse. Jaena sintió cómo el calor subía por su cuello, sus mejillas enrojeciendo inevitablemente. No sabía cómo responder sin que su reacción la traicionara, y por un segundo maldijo a Ariday por hacerle esa pregunta en ese momento.

Jaena desvió la mirada, intentando mantener la compostura, pero las palabras parecían haberse quedado atascadas en su garganta.

Qué graciosa, Emma. No creo que a tu padre le gustaría saber que su hija anda mostrando tanto... y que sigue viniendo a las carreras de moto —una voz conocida rompió el aire, cargada de sarcasmo.

Emma no se inmutó. En lugar de molestarse, sonrió con confianza y se giró lentamente, mirando a la persona que había hablado, sus ojos desafiantes.

Maxwell... —susurró Jaena, sintiendo la tensión en el ambiente mientras pronunciaba su nombre. Tragó con dificultad, el aire se sentía más pesado con su presencia.

Maxwell, con su chaqueta de cuero ajustada y su porte despreocupado, no pasaba desapercibido. Sus ojos oscuros se fijaron en Emma, pero de vez en cuando se deslizaban hacia los demas, como si disfrutara del ligero desconcierto que causaba

.—Siempre tan rebelde, Emma —dijo Maxwell, inclinando la cabeza con un aire de provocación—. ¿Piensas que por ser la heredera de los Seymour puedes hacer lo que quieras?.

Emma se acercó peligrosamente, tan cerca que apenas había espacio entre ellos, con una sonrisa suave que destilaba confianza.

—le respondió, con burla en su tono, sus ojos fijos en los de Maxwell.

Un chico pequeño se acercó con un casco dorado en las manos. Emma dejó de sonreír, tomando el casco sin apartar la mirada de Maxwell. Se lo colocó lentamente, como si cada movimiento fuera parte de un desafío silencioso.

No tengo tiempo que perder —dijo Emma con gracia, ajustándose el casco—. Las carreras comienzan, y las apuestas también.

Emma ignoró por completo a Maxwell, dejándolo en su lugar, mientras caminaba con una seguridad que Jaena solo podía admirar. La confianza de Emma era palpable, y todos los ojos la seguían mientras subía a su moto con movimientos seguros, desafiantes.

Jaena la observaba, sintiendo una mezcla de admiración. A veces, se sentía insignificante, como si le faltara personalidad o esa chispa que hacía que otros brillaran. Pero en ese momento, mientras Emma dominaba la escena, Jaena deseaba ser como ella: fuerte, segura y capaz de enfrentar el mundo sin miedo.

Jaena respiró profundamente, sintiendo el aire fresco contra su piel, pero de pronto la voz de Maxwell rompió la tranquilidad.

Hija de... —dijo con una sonrisa dura, como si odiara ser desafiado. Sus ojos destellaban con una chispa que Jaena no podía descifrar, así que decidió ignorarlo.

Sean interrumpió la tensión, llamando la atención de los chicos. —¡La competencia va a empezar! Deseenme suerte y, por cierto, no vayan a apostar. O sí, si quieren, pero no se los recomiendo —bromeó mientras se dirigía hacia la pista con su moto.

La multitud comenzó a reunirse, el sol brillando intensamente, bañando el lugar en un resplandor dorado. Jaena se sintió un poco más enérgica con la emoción del momento, pero su mirada se desvió hacia Aaron, que estaba al otro lado. Él mantenía una expresión seria, casi molesta, y cuando su mirada se posó en Emma, Jaena sintió un nudo en el estómago.

Ese maldito —murmuró entre dientes, mientras decidía acercarse hacia ellos. Elara, Ariday y Oliver, al darse cuenta de la situación, la siguieron de cerca, la tensión palpable en el aire. y se acercaron también.

¿Qué haces aquí, Emma? —la voz de Aaron resonó, profunda y firme. Emma giró lentamente, sus labios curvándose en una sonrisa desafiante.

Vengo a la competencia, ¿no lo ves? —respondió con un tono juguetón, su mirada fija en él, como si desafiara cualquier intento de detenerla.

Aaron frunció el ceño, la frustración palpable en su expresión. —Sabes que este no es tu lugar. ¿Por qué sigues viniendo aquí? —sus ojos, intensos y oscuros, la escudriñaron.

Emma se quitó el casco con un gesto elegante, dejando caer su cabello en ondas suaves que enmarcaban su rostro. Sus miradas chocaron, creando un instante cargado de electricidad. El musgo de los ojos de Aaron contrastaba con el verde esmeralda de Emma, una danza de colores que reflejaba la tensión entre ellos.

Este es mi lugar ahora, Aaron —dijo ella, acercándose un paso más con su voz baja . La distancia entre ellos se desvaneció, y la calidez de su aliento se mezcló con el aire tenso que los rodeaba.

Aaron, incapaz de resistir, tomó su rostro con firmeza pero sin lastimarla, sus dedos rozando su piel suave. —Sigues jugando así, Emma —su voz se tornó un susurro peligroso —. Te juro que no es un juego que quieras continuar.

El mundo a su alrededor se desvaneció mientras sus miradas se mantenían, cada uno atrapado en la magnetismo del otro. 

Odio viejo...

Déjala en paz —intervino Jaena, su voz firme y decidida. Aaron desvió lentamente sus ojos de Emma, como si cada centímetro de distancia le costara un esfuerzo inmenso, y finalmente fijó su mirada en Jaena, mostrando un desdén que solo intensificó la tensión entre ellos.

Vengo a la competencia, ¿no lo ves? —respondió él, acercándose un paso.

Ella se colocó desafiándolo con su postura. Había una chispa de valentía en su mirada que la sorprendía incluso a sí misma.

Vienes a competir, no a molestar a Emma —replicó Jaena, su tono cargado de desafío.

Una sonrisa seductora apareció en los labios de Aaron, una expresión que encendía el aire a su alrededor. —No puedes estar en este mundo, Jaena. No es lugar para ti —dijo, su mirada evaluativa recorriendo su figura como si decidiera su valor en un instante.

Ella lo miró con determinación, sintiendo cómo la energía entre ellos crecía. —No sabes quién soy ni dónde es mi lugar —replicó, su voz más suave pero firme, cada palabra resonando con un desafío oculto.

Un silencio pesado se instaló entre ellos, como si el tiempo se detuviera en ese instante. Los ojos de Aaron se oscurecieron, y el brillo de su sonrisa se desvaneció, revelando una seriedad que contrastaba con la tensión anterior. —No te metas en esto, Jaena. No entiendes con quién te estás jugando.

Jaena respiró hondo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Era una mezcla de adrenalina y desafío, una sensación electrizante que la mantenía alerta.

No voy a dar un paso atrás, Aaron. Estoy aquí, y no tienes poder sobre mí. Puedes amenazar e intimidar, pero yo soy diferente —declaró, cada palabra una afirmación de su propia fuerza.

El aire entre ellos vibraba con la intensidad de sus miradas, un juego peligroso de fuerza y vulnerabilidad.

Aaron la observó por un momento, sus ojos entrecerrados, evaluando la determinación que ardía en su interior. Se sintió un poco descolocado.

Finalmente, se echó hacia atrás y miró a Emma de reojo, como si intentara recuperar el control de la situación.

Carajo, siempre arruinas todo —dijo Emma, mientras se colocaba el casco y arrancaba la moto, preparándose para posicionarse en su lugar.

Oliver, que había estado observando la tensión, se acercó antes de que Emma avanzara. Sin que nadie más lo oyera, le susurró en ruso: —«Удачи, побеждай как всегда» (Buena suerte, gana como siempre).

Emma brilló radiante ante las palabras de Oliver, su sonrisa iluminando su rostro bajo el casco. Agradecida, asintió con un gesto que denotaba complicidad y confianza. La energía entre ellos era palpable, y Elara, que observaba desde un costado, sonrió suavemente al notar la conexión entre sus amigos. Los Cooke tenían familia rusa y para ellos era intimo hablar en su idioma natal.

El rugido de los motores llenó el aire, vibrando en el pecho de los espectadores mientras los competidores se alineaban en la pista. El sol se ocultaba tras un velo de nubes, creando un ambiente tenso y electrizante. Emma, con su casco brillante y un top ajustado que mostraba su figura atlética, respiraba hondo, sintiendo la adrenalina fluir a través de sus venas. La energía de la multitud, unida por el anhelo de velocidad y desafío, era casi palpable.

Los otros pilotos se preparaban, cada uno en su propio mundo, concentrados en la competencia que se avecinaba. A su lado, Aaron ajustaba sus guantes, su mirada fija y desafiante. Había una chispa de odio entre ellos, un rencor acumulado que se sentía en el aire, como una advertencia de lo que estaba por venir. Emma sabía que esta carrera no era solo una prueba de habilidad; era un enfrentamiento personal. Como las otras tantas...

¡Listos! —gritó el hombre en el centro de la pista, levantando una bandera amarilla. La tensión se palpaba en cada respiración contenida. La multitud contuvo el aliento. Emma sentía el pulso de su corazón resonando en sus oídos. Jaena miraba la escena con un ligero nerviosismo, Oliver miro con duda, Elara con preocupación y Ariday grito de emoción.

La Carrera comenzó.

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