Anticítera y los cachorros

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- ¿Y cómo dices que te has metido en este berenjenal? – preguntó Hermes.

Anticítera no respondió a eso. Ni siquiera ella tenía claro cómo había ocurrido, pero se encontraba realizando los diferentes trabajos que Heracles había hecho en el pasado a petición de los dioses Olímpicos. Sólo pudo mirar al suelo, intentando buscar una respuesta coherente.

- Ni tú lo sabes. Empezamos bien.

- ¿Crees que voy a poder realizarlos todos? Sabiendo cómo Heracles resolvió algunos... - preguntó Anticítera.

- No te preocupes de los detalles. Yo me encargo de todo. Adaptaremos algunos y empezaremos por el más fácil.

- ¿Robar las manzanas de las Hespérides?

- ¿Qué? ¡No! ¡Sacar a Cerberus del inframundo!

- ¿¡Cómo va a ser ese el más fácil!?

- Ya lo verás. Tú confía en mí.

- Vale...

- Es esta cueva. Sígueme.

Hermes hizo que Anticítera entrara en una pequeña cueva y la condujo por un portal oculto hacia la entrada del inframundo. Ella se quedó en la orilla del río, ya que desconocía cuál de ellos era, mientras que Hermes se adentraba en el agua hasta que le quedó a la altura de las rodillas.

- ¡Kharon! – gritó Hermes mientras agitaba los brazos -. ¡Te necesito!

Una pequeña luz se acercó a ellos, dando paso a una barca y su barquero. Hermes le hizo un gesto a Anticítera para que se acercara a él, pero ella negó con la cabeza, asustada. Fue a buscarla mientras el barquero reía disimuladamente, cogiéndola en brazos y llevándola hasta la barca, dónde el barquero la recogió. Después subió de un salto.

- Caronte, Anticítera. Anticítera, Caronte – les presentó Hermes antes de sentarse -. Creo que le conoces más con ese nombre.

- Un placer – dijo el hombre, haciéndole una reverencia a Anticítera -. ¿En qué clase de lío te ha metido el chico?

- ¡Oye! Yo no la he metido en ningún lío. Ha sido ella sola.

- Ya, claro...

- ¿Por qué no me crees?

- Por qué será...

Anticítera se sentó, observando la conversación entre ambos. Era obvio que Caronte conocía a Hermes mejor de lo que parecía a simple vista. Miró a su alrededor, prestando especial atención al agua del río. Se atrevió a preguntar cuando llevaban un rato navegando.

- ¿Este es el Estigia? – preguntó Anticítera mientras intentaba ver el fondo del río.

- No, es el Aqueronte – le contestó Caronte -. El Estigia se une más abajo.

- Pero las escrituras dicen...

- Jovencita, incluso nosotros no permitimos que se revelen todas las verdades. Para los mortales es más fácil creer que este es el Estigia.

- Ya veo...

- Y... ¿a qué has venido?

- Pues...

- Se ha dejado engañar por Zeus para repetir los trabajos de Heracles – comentó Hermes.

- Pues ya me dirás cómo va a realizar algunos – observó Caronte.

- Tengo mis trucos.

- De acuerdo. Ya estamos llegando.

Caronte encalló su barca en la otra orilla, saltó de la misma y ayudó a Anticítera a bajar. Hermes también bajó de un salto, y los tres se dirigieron al sitio dónde reposaba la bestia de tres cabezas. Las dos laterales estaban devorando un par de bueyes mientras que la central se estaba dejando acariciar por una dama de tez blanca con un vestido negro.

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