Capítulo 1

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Reí mientras mi tía bailaba o al menos trataba de hacerlo, no era como si su pareja de baile no estuviera a punto de hacer lo mismo que yo. Christian West, mi psicólogo o algo así, trataba de guiarla y mantener la compostura, en mi opinión las clases de baile no estaban dando su fruto.

—¿Qué tal lo hice?— la tía Molly caminó hasta mí para tomar su botella de agua y regalarme un guiño.

—Mi perro baila mejor que tú— me encogí de hombros y vi a mi psicólogo morderse la mano mientras con la otra sostenía su botella de agua.

—Tú no tienes perro— dijo confundida.

—Exacto— el señor West soltó la carcajada sin poder evitarlo más, no era un chiste tan bueno, era la verdad en su más pura presentación, no tenía la menor idea de por qué torturaba a su pobre amigo pisándole los pies, había muchas cucarachas en el mundo para que hiciera eso.

—Ja ja ja— Molly me miró mal —Tan divertido— ladeó su cabeza aun con esa expresión en los ojos.

—Lo sé— le guiñe un ojo haciendo que ella tampoco pudiera evitarlo y reír sobre mi comentario.

Era gracioso pensar como a veces parecía disfrutar de mis comentarios, y luego los veía tan irritantes que consideró que un psicólogo era justo lo que necesitaba.

—Me voy— me levanté del sofá que había sido puesto a un lado para que la sala de estar fuera una improvisada pista de baile.

—Dale saludos a Mandy— indicó mi tía, hice un saludo militar como respuesta y luego tomé el pomo de la puerta.

—Adiós doc, lo veo el viernes o antes si algo desagradable ocurre— abrí la puerta.

–¡Sophia! – me regaño mi tía.

—Nos vemos, Soph— miré extraño al señor West, era la primera vez que me llamaba así, solo asentí con la cabeza y cerré tras de mí, tenía un par de cuadras que caminar antes de llegar a casa.

Presioné el botón del ascensor con la flecha hacia abajo, los números aumentaban, se detuvieron en el número 4 antes de seguir derecho y pasar el número 6, en donde me encontraba, espere a que volviera a bajar y miré tras de mí, el pasillo terminaba en una ventana larga y angosta, si mirabas directamente solo podías ver el cielo, pero al acercarse y mirar hacia abajo el prado lleno de flores te recibía.

Un ding me trajo de vuelta al presente, el ascensor abrió sus puertas, una pareja de chicas reía mientras miraban al chico en la esquina del ascensor, al parecer su gafas eran muy sosas para ellas. Rodé los ojos y entré, siempre había gente desagradable en el mundo.

—Hola, Will— dije mientras me recostaba en el hombro del vecino de mi tía, nos habíamos conocido un año atrás y nos convertimos en amigos, o algo así —Es bueno ver a una cara linda y limpia, para nada plástica y sin tanto maquillaje ¿no es cierto?— batí rápidamente mis pestañas, tratando de hacer un efecto de película.

—¿Hablas de mí o de ti?— me preguntó y nos detuvimos en el piso tres, un hombre entró.

—De mí, obviamente, has visto el mal gusto de las de allá, ¿crees que los payasos estén buscándolas?— le pregunté lo más seria que pude.

—¿Por qué harían eso?— él estaba confundido y yo tenía la atención de todos, incluso la del nuevo espectador.

—Por el maquillaje, se debe sentir muy feo que te lo roben y lo utilicen tan mal— los hombres del lugar empezaron a reír mientras las chicas lanzaban chispas por los ojos.

La única razón de que estuviera satisfecha era que amaba que hubieran recibido un poco de su propia medicina, no tenían ningún derecho a decir nada malo de William, y menos cuando es una de las mejores personas del mundo, además de que me ayuda a soportar a mi tía Molly, lo cual no es tarea fácil.

          

Era extraño recordar el día que nos conocimos, todo fue un accidente, desde que yo llevando una caja impactara contra su espalda, hasta él cargando dicha caja mientras me acompañaba al apartamento de Molly, fue muy considerado de su parte no enojarse conmigo y en vez de eso, ayudarme.

Después de unas quejas logré salir del edificio, Will solo alzó una mano como signo de despedida antes de tomar el camino contrario al que me dirigía.

Caminé un poco mientras me quejaba en mi foro interno, la actividad responsable de la semana era doblar mi ropa, según el señor West esto facilitaría las cosas al momento de buscar ropa, lo cual haría que ahorrara tiempo que malgastaba tirando cada prenda al piso y luego arrojándola al interior del armario.

No discutía su objetivo, probablemente funcionará, pero me estaba quitando mi sistema, estaba retirando mis hábitos desde la raíz, porque aunque la gente no lo creyera, las más pequeñas cosas son lo que nos hace humanos, nos hace lo que somos.

Subí las escaleras del edificio donde se encontraba el apartamento en el cual vivía la gemela de Molly: Mandy. Se suponía que debía vivir con ella hasta que fuera "lo suficientemente responsable" como para vivir sola, o eso había sugerido la tía Molly, mi "mamá", o algo así, no se opuso, como su hermana gemela la apoyó, además lo vio como una forma de que Dana tuviera niñera gratuita ¿quién mejor que una adulta joven frustrada para cuidar de una niña?

Utilice las llaves para abrir la puerta del apartamento. Mandy se encontraba muy atareada en la sala frente a su computador portátil, Dana jugaba con su muñeca haciéndola brincar por un sofá. Cuando yo era niña no entendía por qué otras hacían eso, ahora que soy adulta sigo sin hacerlo.

—Hola, gente— dije mientras me dirigía a Dana y la cargaba haciéndola gritar y reír —Hola enana— apreté uno de sus cachetes porque sabía cuánto la molestaba.

—Buenas noches, Sophia— miré extraño a la niña entre mis manos.

—¿Desde cuándo hablas como hombre?— le pregunté mirándola con terror, ella rió más.

—Ella ni siquiera movió los labios— se burló Darren saliendo de la cocina con un vaso de agua en la mano.

—¿Quién dijo que no?— le sonreí mientras tomaba asiento.

Darren era el padre de Dana y el novio de Mandy, llevaban siete años de relación con una niña de cuatro como producto de su amor; lo que me parecía extraño de ellos es que no vivían juntos, se veían todos los días y él pasaba algunas noches con nosotras, pero normalmente volvía a su casa, supuse que así les funcionaba mejor, nunca los había visto discutiendo ni enojados entre sí, me hacían plantearme si ese era el secreto para una buena relación, ser una especie de novios eternos.

—Eres molesta— me dijo, me encogí de hombros.

—Soy humana, que es diferente— él no discutió, solo se sentó al lado de mi "mamá" viendo que escribía y susurrándole cosas en el oído antes de conseguir una risita de ella

>>Por favor, hay menores de edad aquí, si quieren conservar la salud mental de su hija y no enviarla con el señor West, al menos escondan esas acciones— les dije mientras le tapaba los ojos al pequeño demonio de cuatro años.

—Por favor, como si no supieras de estas cosas— Mandy se recostó en su pareja mientras él pasaba una mano detrás de ella, atrayéndola cerca.

—No tengo novio, creo que eso responde todo— me paré llevándome a una revoltosa Dana conmigo —Por cierto, la tía Molly te manda saludes, se acordó de que compartieron útero luego de pisotear a el psicólogo, y yo que pensaba que eran amigos— estaba en medio del pasillo cuando recibí respuesta.

—Ella demuestra amor de las maneras más extrañas— gritó la madre de Dana como respuesta.

—Dímelo a mí— murmuré mientras entraba a la habitación y dejaba a Dana en el piso.

Mi hermana no solía hablar mucho, le gustaba más observar y hacer travesuras, pero claro, eso no lo veían como un problema. Suspiré dejándome caer en la cama y tapándome los ojos, el dolor de cabeza empezaba.

—Soph— la tierna voz de Dana me llamó, retiré las manos de mis ojos y la miré —¿Duele?— me preguntó mientras señalaba mi cabeza, a veces sentía que ella podía leerme mejor que yo, a veces asustaba, pero normalmente ella era la única que conseguía saber que me pasaba.

—Como no tienes idea— le dije y la vi caminar hacia mí, puso sus manos en mis sienes y las movió en círculos, como ha visto que yo hago con los dedos, lo hizo por un rato antes de separarse y mirarme con sus lindos ojos grises, igual a los míos.

—¿Mejor?— asentí y la atraje en un abrazo.

Le agradecia a Mandy el tenerla, ella era un rayo de luz en la oscuridad, su silencio a veces hacía todo más fácil.

Tomó un pedazo de mi pelo ondulado, las puntas rosadas se veían preciosas en contraste con el castaño claro de arriba. Envolvió su mano con él antes de jalarlo y hacerme quejar, el dolor en mi cabeza aumentó con el simple movimiento que hizo mi cerebro de forma involuntaria.

—Sabes que tu pelo sea negro no te da derecho a maltratar a los claros, eso no se hace— la aleje de mí y la escuche reír, claro que disfrutaba de su maldad.

—Lo siento— sonó tierna, casi podía creer que lo sentía, pero yo sabía que no lo hacía.

—Sí, sí, sí— moví mi mano frente a mí —Lo que sea, ahora haz silencio y déjame dormir— cerré los ojos y espere que la oscuridad me arrastrara hasta que el gritó desde la puerta se escucho y me hizo sentar derecha —Voy a matarla— dije parándome y corriendo tras ella.

El PianistaWhere stories live. Discover now