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Verano 2024

Volver a casa. Se supone que eso es lo que estoy haciendo en este avión con destino Madrid. Pero lo siento más bien como perder mi hogar. Me he despedido de la que ha sido mi familia durante estos años. Lo he visto subir juntos a un avión que los aleja miles de kilómetros de mí, mientras yo me iba sola. He estado a punto de darme la vuelta e irme con ellos, dejar el tonto sueño de volver a España, pero no lo he hecho, ya no huyo de lo que me asusta, ya no soy la pequeña Carolina Marie, que se escondía de todo.

Me alegro de dejar Alemania. Las cosas se volvieron raras desde mi cita con Antoine, aunque él se ha estado portando genial. Me pasé el resto de días esquivando a Kylian. Y no lo voy a negar, la eliminación de Francia fue un alivio para mí. No tener que vivir con la ansiedad de encontrármelo en cualquier esquina, ni escuchando a Madison hablar de él constantemente.

Cada vez que lo hacía me embargaba la ira y quería ir a buscarlo para gritarle, pero en el fondo no soy mejor que él, yo tampoco le he contado a Mads lo que pasó entre Kylian y yo en el hotel, he dejado que siga ilusionándola y que le acabe rompiendo el corazón igual que me hizo a mí.

El coche que me ha traído desde el aeropuerto aparca en la familiar calle donde vive mi madre. Apenas ha cambiado en estos años.

Introduzco la llave en la puerta con el número cuatro, girando solo un poco antes de apartar la mano para no pillarme con el hierro de la puerta. Empujo la puerta y meto mis maletas en el portal una a una. Menos mal que mandé el resto de las cosas con una empresa de mudanzas.

Subo las tres plantas por las escaleras, tirando de mis pesadas maletas. Cuando vivía aquí estaba acostumbrada a esta subida y era como un entrenamiento diario. Ahora, después de años disfrutando de las delicias de los ascensores, se hace más difícil. Mi madre lleva viviendo en este piso de Vallecas desde que mi padre y ella se casaron.

Normalmente, la gente como yo, que no ha nacido siendo rica y luego consigue serlo, lo primero que dice es que le comprará una casa a su madre y la sacará del barrio, pero yo no lo pensé al principio, a decir verdad, no pensé en el dinero cuando decidí que quería ser actriz. Yo solo quería interpretar, ser otra persona, muchas personas lejos de la tímida Carolina Marie.

Con el tiempo, también anhelaba la fama, demostrar a los que dudaron de mí que se equivocaban. Y al final, también disfruto del dinero.

Mi infancia fue buena, mi madre tenía un trabajo que nos permitía llevar una buena vida, sin grandes lujos pero sin carencias económicas. Pero el no tener que preocuparme por los precios de las cosas fue increíble, tanto que al principio, cuando las primeras cifras con más de cuatro ceros empezaron a entrar en mi cuenta bancaria me volví un poco loca. James, criado en una familia de músicos, fue el que me ayudó poniéndome en contacto con un asesor para saber que hacer con el dinero. Después, me ofrecí a comprarle una casa a mi madre en una zona más lujosa de Madrid, pero ella se negó a abandonar el piso que consideraba su hogar, por lo que acabé comprándolo para que fuera suyo de verdad y nunca más tuviera que depender de un casero y vivir con miedo a que un día tuviera que irse de aquí.

Nada más entrar a la casa me envuelve el familiar aroma de mi hogar y las velas de Té Chai de mi madre. Aquí dentro no ha cambiado nada. Voy a mi vieja habitación. Tan impersonal como cuando me fui, con sus paredes blancas y un escritorio ahora vacío. En un rincón están las cajas que mandé desde Nueva York. Y en la esquina del espejo de la cómoda el único recuerdo personal que adorna la estancia. Acaricio la vieja foto. La expresión alegre de mi padre mientras sostiene en brazos un bebé. Los ojos azules que me devuelven la mirada dos veces, en la instantánea y en el espejo. Y el pelo rubio del hombre y el bebé, tan iguales en lo físico. De niña siempre me preguntaba si también lo seríamos en personalidad. Cuando volví de Francia no quise parecerme más a él, nada que me recordara esa parte de mí. Marie dejó de existir, mi pelo rubio se fue y mis ojos se volvieron diferentes, no en color, pero sí en forma y expresión.

La otra mitad | Kylian Mbappé |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora