Capítulo 30: El Filo de Hielo

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Capítulo 30: El Filo de Hielo

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La repentina aparición de Uraume trastornó el ya fracturado campo de batalla, introduciendo una tensión gélida que se extendía más allá de lo físico. La helada niebla que desató cubría todo a su paso, congelando el terreno y haciendo crujir el aire bajo su abrumadora presencia. A pesar de haber sido debilitada y parcialmente destruida por el ataque final de Pikachu, Uraume regresó imparable, su venganza alimentada por una devoción hacia Sukuna que superaba incluso los límites de la muerte.

El hielo maldito brotaba de su cuerpo como una marea incontenible, invadiendo el dominio de Kenjaku. Cada rincón de la maldición y sombra que Kenjaku había creado se cubría rápidamente de escarcha, deteniendo el avance de los cadáveres reanimados de los amigos de Pikachu, sus figuras atrapadas en capas de cristal helado. Tsubaki Gojo, Jin Murasame, Angel, y Takako Uro, quienes habían sido manipulados como títeres macabros, ahora quedaban inmovilizados, como estatuas frías e inertes.

Con una mirada que brillaba con furia contenida, Uraume avanzó, su rostro andrógino marcado por una mueca de odio puro. Cada paso que daba retumbaba en el suelo helado, su aura dominando el espacio, empequeñeciendo todo a su alrededor.

—"No dejaré que profanes el legado de Sukuna-sama," —pronunció Uraume, su voz resonando como un susurro glacial. Su determinación era absoluta, imbuida en cada palabra que salía de sus labios. Con un simple gesto de su mano, levantó un muro de hielo que cortó el avance de las sombras de Kenjaku, atrapando el escenario en una prisión de cristal.

Kenjaku, de pie al otro lado del campo, no mostró signos de temor. En cambio, su sonrisa burlona creció mientras observaba el despliegue de poder de Uraume. Sabía bien que Uraume era una fiel seguidora de Sukuna, pero para Kenjaku, ese fervor religioso solo la hacía más predecible. Su mirada calculadora recorrió el campo congelado, midiendo cada paso de su oponente.

—"¿Interferir, Uraume? ¿En serio? ¿Acaso has olvidado que fue gracias a mí que tu querido Sukuna tuvo una segunda oportunidad?" —Kenjaku se burló, su tono impregnado de un sarcasmo venenoso.

Pero Uraume, lejos de retroceder, mostró una ira más profunda. Su mirada se endureció, y su respuesta fue inmediata.

—"Cállate," —gruñó, su rostro torcido por el desprecio—. "Mi lealtad es hacia Sukuna-sama, no hacia tus patéticas promesas. Él es mi dios, y no dejaré que lo uses para tus ambiciones egoístas."

El aire a su alrededor se tornó más frío, al punto en que la temperatura descendió bruscamente, convirtiendo el campo de batalla en un paisaje ártico. Uraume, con los brazos extendidos, desató una técnica que solo había sido vista en las leyendas de su poder:

—"¡Técnica Maldita: Infierno Gélido del Dragón Blanco!"

De su palma emergió una bestia colosal, un dragón imponente hecho de hielo puro. Sus escamas brillaban con una luz gélida, y su aliento congelaba todo a su paso. Rugió con tal ferocidad que el propio espacio parecía fracturarse bajo su poder. El dragón avanzó, sus alas azotando el aire mientras se dirigía hacia Kenjaku y sus cadáveres manipulados.

El suelo se cubrió de escarcha mientras el dragón gélido se elevaba en el cielo, sumiendo todo en una atmósfera de muerte congelada. Los cadáveres de los amigos de Pikachu quedaron completamente atrapados en el hielo. Tsubaki Gojo y los demás, quienes habían sido usados como marionetas, ahora estaban detenidos, inmovilizados, como monumentos macabros a la tragedia de la guerra maldita.

Tengen, atrapada en su prisión mental y física, miraba con una mezcla de horror y esperanza. La intervención de Uraume era un arma de doble filo, pero su poder había detenido, al menos por el momento, las manipulaciones de Kenjaku.

Mientras tanto, Pikachu, apenas consciente, sentía su cuerpo negarse a moverse. El peso de la batalla lo aplastaba, pero en su mente, la chispa de resistencia aún ardía. No podía rendirse, no ahora, no mientras el legado de sus amigos y el futuro que había prometido proteger estaba en juego.

Kenjaku, lejos de alarmarse, extendió los brazos en un gesto teatral, su risa resonando en el gélido aire. —"¿Realmente crees que este espectáculo de hielo puede detenerme? Este es mi dominio, Uraume. Tus emociones son inútiles aquí."

Con un simple movimiento, Kenjaku desató una onda de energía maldita oscura que chocó contra el hielo de Uraume. Su poder se extendió como una ola de sombra, quebrando el suelo congelado y liberando a los cadáveres atrapados. Los cuerpos manipulados comenzaron a moverse nuevamente, envueltos en una aura de energía oscura.

—"Mi técnica va más allá del hielo, Uraume. Este es mi reino, y en mi reino, no hay lugar para traidores."

La onda de energía oscura creció, rompiendo más del hielo que cubría el terreno. Los cadáveres de Jin Murasame y los demás comenzaron a levantarse, movidos como títeres de una macabra función. Las sombras se envolvieron a su alrededor, aumentando su poder.

Pero Uraume, con los ojos brillando con una furia inquebrantable, no estaba dispuesta a ceder. Sus dedos se crisparon, y el dragón de hielo rugió de nuevo, esta vez con una intensidad aún mayor. El frío que desató era tan intenso que incluso la energía maldita de Kenjaku comenzó a ralentizarse, congelándose a medida que se extendía por el campo de batalla.

—"¡El legado de Sukuna no será destruido! ¡No me importa cuántas veces tenga que arrastrarte conmigo al infierno, Kenjaku!" —exclamó Uraume con voz firme, su cuerpo rodeado de cristales de hielo afilados.

El enfrentamiento entre las dos energías malditas alcanzó su punto máximo, desgarrando el campo de batalla en una colisión catastrófica. Las sombras de Kenjaku y el hielo de Uraume chocaron una y otra vez, destruyendo todo a su paso.

Pikachu, aun atrapado en la tormenta de poder, trataba de moverse, pero su cuerpo estaba demasiado débil. Sabía que, si no hacía algo, todo lo que habían luchado por proteger sería destruido.

Pikachu en Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora