Es hora de las reuniones familiares

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Kore

Una vez más dormí o más bien mi cerebro se apagó.

Es lo que explicó el médico que Darren arrastró hasta mi puerta, eso fue un poco precipitado e hipócrita de su parte ya que me envió en busca de cosas que quizá sabía e hizo que mi cerebro se sobrecargara de información haciendo, así como un cortocircuito.

Me comparó con una computadora y todo.

El doctor le dijo que no me sometieran a más estrés o podría ser grave para mi cerebro, justo como mi anterior médico le había advertido y el anterior a esa, y el anterior a ese, etc.

¿Entienden el punto?

Al parecer mi cerebro es una maldita bomba de tiempo y si presiono mis botones o cruzo mis cables.

¡Bum!

Tengo muchas otras referencias sobre mi jodido cerebro.

—¿Querida, me estás escuchando? —Marsala interrumpe mi monólogo—. Escuché que el médico te visitó esta mañana nuevamente.

—Nada serio, solo dijo que no más estrés —respondí cortésmente, aunque quería gritarles a todos que se fueran a la mierda—. Debo mantenerme fuera de todo lo que pueda agobiar a mi cerebro.

—Entonces nada mejor que buscar tu vestido de novia, por supuesto que algo tan feliz como tu boda evitara el estrés —señala y no sabe que eso precisamente dispara mi maldito estrés—. Les diré que preparen el auto, ustedes también vendrán, niñas.

Quiero negarme, pero ahora toda esta maldita situación me está dando vueltas y cada vez que giro buscando una salida de este laberinto que solo me topo con otro camino y pared que me devuelve al inicio. Así que ahora debo indagar en alguien que pueda condicionar a darme respuestas.

—Me temo que hoy Lorenzo y yo iremos a otro lugar —miento—. Me dijo que me llevará a ver a nuestro amigo ¿verdad Lorenzo?

El hombre retira la mirada de su plato, como si no hubiera escuchado una mierda de lo que dije. Parece que el hombre aprecia demasiado su comida.

«Pasaba hambre al igual que tú, él cuida y respeta la comida tanto como tú»

El mero recuerdo me hace doler la boca del estómago como si un bloque de cemento se asentara en él.

No hemos hablado o comentado sobre aquellos años debido a mí, porque el hecho de recordar la época más dolorosa y oscura de mi niñez me provoca rendirme y echarme a llorar por la eternidad.

—He dicho que hoy me llevaras a ver a un amigo, ¿recuerdas? —sonrío falsamente—. Dijiste que nos reuniremos con él y pasaremos un día allí.

Mira todos en la mesa, suspensos a la respuesta que está por dar. Lorenzo aún no cae en cuenta de lo que sea que estoy hablando.

—Eh, sí por supuesto, pero lamentablemente eso no es posible hoy porque debo salir de la ciudad por negocios por lo que no me da tiempo de llevarte, pero luego de su cita con la modista o lo que sea puedes ir acompañada de Gerónimo.

Giro en mi mano el cuchillo de la mantequilla, estoy bastante tentada a clavárselo en el ojo.

—Genial, querida —celebra Marsala—. El auto ya está listo, vámonos.

—Estamos desayunado —resopla su hija menor—. Al menos puedes esperar a que terminemos antes de obligarnos a pasar el día con esta mujer.

—Pues estas muy invitada a quedarte, tampoco quisiera pasar todo el día viéndote la cara fille stupid —le escupo, una cosa es sobrellevar situaciones con los idiotas que tienen algún tipo de interés por mi parte, pero esta mocosa no me va a hablar como le da la puta gana—. Estoy llena me iré a cambiar.

Superficial (+21) Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora