”Deseo vagar siempre contigo,
queridísimo, mi vida es tuya.
Dame una cabaña por hogar
cubierta de una espesa enredadera,
lejos del mundo con sus pecados y sus preocupaciones
y del cotilleo de muchas lenguas.
Sólo el amor nos guiará cuando estemos allí,
el amor curará mis débiles pulmones;
qué tranquilas horas disfrutaremos
sin cuidarnos de los demás,
en perfecta calma gozaremos,
apartados del mundo y sus reclamos.
Siempre tranquilos y felices viviremos.”-Virginia Poe.
Odiaba todo. El mundo, la humanidad, y las cosas en general, pero si había algo más que odiaba en toda la existencia misma eran los sentimientos, la hacían sentir... Débil, incrédula, y generalmente, cada vez que le entregaba su corazón a un ajeno, siempre terminaba de la misma forma: Destruido en más de mil pedazos, por eso se había alejado de todo aquél que pudiera prometerle una vida de ensueño, por eso justamente, porque odiaba los sentimientos, tanto suyos como los de otros. Y un día, había sentido algo por primera vez, algo diferente a antes... Un deseo, un anhelo, una caricia a su alma, se había sentido completa, feliz, amada... Era una sensación de otro mundo, fuera de toda comprensión en la vida, y pensaba que finalmente, había un propósito de vida en ese agujero gris en el que había estado sumida toda su maldita vida, pero, algo lo había alejado de ella...
Podría llamarlo más una oportunidad fallida que cualquier otra cosa, y que por motivos X o Y le hicieron regresar a su apestosa realidad, una realidad en la que estaba más sóla que asesino serial en su infancia, un mundo al que no sentía pertenecer, un mundo del que alguna vez quiso ser parte, pero una vez más, la vida la abofeteó en la jeta, recordándole las cosas horribles que había hecho por mero egoísmo y que no merecía estar ser feliz, ya no más...
—Mierda.
Su mundo gris había recobrado una vez más su fuerza, los colores no existían, y ni siquiera algo negro que hiciera la diferencia de manera mínima, pero ah... El puto jodido mundo es un pañuelito para limpiarse los mocos. Una fuerza incontrolable le hizo quitarse las botas y subir con sus pies descalzos y fríos al marco de la ventana, observó hacia abajo, analizando la fuerza de su posible caída, la posibilidad de morir y el que alguien la viera.
— ¿Crees poder ayudarme...?
Preguntó, no hablando con nadie específicamente, simplemente mirando a la nada, sólo para comprobar que se encontraba alguien real y no una alucinación más que creaba su propia mente de vez en vez para torturarla, justo como ahora estaba ocurriendo.
Y de pronto, todo se vió oscuro.
...
...
...
...
...
...
¿?
—Tiene pulso, ¡Aún está viva! ¡Rápido! ¡Hay que llevarla a la enfermería!_
— ¡Por dios! ¿¡Qué pasó!? ¡Hay sangre en el piso!
—Cayó del cuarto piso, creo que fue un accidente...
—Carajo, ¿Está muerta?
—Claro que no, sino no se la estarían llevando a la enfermería.Maldita sea.
Mierda.
Estúpida vida.
Era una asquerosidad.
¿Por qué dios le había castigado con el don de la vida?
Podía sentirlo; El olor a hospital y medicamentos, el sonido de los profesores casi en pánico por salvarle la vida (aún si ella no quería) y la sensación de que estaba siendo observada, estaba semi inconsciente, pero tenía varios huesos rotos, apenas y podía sentir el dolor debido a el golpe que se había dado en la cabeza que le había hecho sangrar, no sabía que tan estúpida era para intentar suicidarse y caer en tierra blanda en lugar del concreto que se suponía, eso literalmente había arruinado su muerte, y no mejoró nada en absoluto.¿Por qué seguía con vida? Era una mala persona, había matado, había mutilado, y a veces hasta había sido por mero gusto más que por protección, debería estar jodidamente encerrada en prisión o en un manicomio de alta seguridad, no en la enfermería. Era una jodida pesadilla, ¿Esto no iba a terminar nunca? ¿Acaso estaba maldecida con el don de la inmortalidad? Odiaba tener que estar ahí, viva, donde no había nada más para ella, su mente era un circo incesante, dónde ella era el payaso, la atracción principal y el punto para que todos se burlaran de ella, siendo la vida el invitado VIP para ver su humillación en primera fila.
Había caído en un abismo profundo en su propia alma, llena de inseguridad y dolor, y dónde se había vuelto estúpidamente loca, tan loca para atreverse a confiar en alguien, tan loca para poder intentar cometer suicidio.Despertó de forma repentina en la maldita camilla de la enfermería, no podía moverse debido a un anestésico que actuaba ahora mismo en su sistema y a que apenas estaba consciente, pudiendo sentir la cobija cubrirla, pero aún así sentía frío. Sus manos y pies estaban rotos y helados, sus cabellos erizados por el frío y sus senos se sentían duros, además de estar al punto de casi tiritar como un perrito Chihuahua con rabia, que mierda.
— ¿Crees que estás en la mierda? Sólo mírala a ella, cayó desde un cuarto piso, al menos tú aún conservas un poco de tu sangre.
Escuchó a un chico tranquilizar a otro al lado de su camilla, y si no fuera por estar casi muerta hubiera dicho seguramente algo cómo; "Cállense, pendejos de mierda, yo no caí, me tiré", pero eso no era el maravilloso y etílico mundo de OZ donde las cosas eran perfectas y el camino amarillo era su guía a las puertas del cielo, no podía ni llorar, y era una completa y absurda mierda.
¿Desde cuando había dejado que algo la afectara tanto? Ella no era así, ella era segura, y no temía mostrarse a los demás como era. Tenía amigos, era social, era... Feliz. ¿Desde cuándo eso había cambiado? Sabía que tenía depresión, pero no sabía a qué punto había llegado como para estar así de jodidísima, "Y que dios bendiga tu puta perra chingada alma, cabrona de mierda" se repetía a sí misma en su mente, odiando verse así... Vulnerable otra vez...
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Cuentos cortos.
Short StoryIdeas de historias que tengo en las noches y escribo por mero morbo.