Capitulo 26

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¿Así que quieres ser escritor? 


Un escritor es un ser trastornado que carga con las vidas que Dios no pudo crear.

O al menos eso respondió de la Reina ocho años atrás, en una entrevista. 

—Manejas terrible la crítica —opino pasando las páginas de un viejo diario. 

—¿Por qué existe la crítica? 

Fácil, eso lo vi en la universidad. 

—Todos tenemos una opinión y el derecho a exponerla. 

—Estaba pasando por alto que eres reportera. 

Lo dice con un tono despectivo que me hace voltear los ojos. Doblo el periódico y me acerco a la ventana para respirar aire fresco, el olor del tabaco presiona fuerte contra mis pulmones. 

—Tus libros no son para todos. Te amo, pero te enfocas demasiado en ti misma, tiene pasajes que a mí personalmente se me antojan aburridos e incluso prescindibles. Los misterios se quedan en eso, misterio. Yo tengo que hacer la mitad del trabajo imaginando una justificación coherente. 

Silencio. 

Eso me sirve para notar lo que acabo de decir. 

—Esa es por mucho la más detestable selección de palabras que han precedido una declaración amorosa. 

—Lo lamento. 

—¿Amarme o no saber leer? 

Sonrío y me acerco para caer directo a sus labios. Están un poco secos, asunto que resuelvo en un segundo. 

—Sé leer… —pongo mi mano sobre su pecho— y no lamento amarte. 

Ya está, lo dije. 

—No acepto tu crítica hasta que termines ese bodrio. 

Amo el adjetivo que usa para referirse a mi libro una escritora que aborrece las malas reseñas. 

—Te voy a patear en la cara —le advierto chasqueando la lengua— y me faltan tres capítulos, ya sé todo lo que va a pasar, terminaré en una hora. 

—¿Una hora a partir de cuándo? 

Me siento sobre sus piernas y la abrazo con fuerza pasando las manos alrededor de su cuello.  

—¿No tienes preguntas con respeto a mi declaración romántica? 

—No. Aspiro a tener sexo hoy, y me juzgo lo necesariamente lista para evitarte un disgusto que altere mis planes. 

Pone su mano en mi rodilla. 

—No tienes que ser tan honesta siempre. 

Miro de reojo el libro de Jaime Berenguer que tiene sobre su escritorio, mientras le beso la sien. 

—¿Ese es tu anillo de bodas? 

Aprieta el puño. Veo la argolla dorada en su dedo anular, jamás se la quita. 

—Algo así. 

—¿Eliges este momento para fallarle a tu cruda sinceridad? —sostengo su mano para analizar la argolla más de cerca. 

Se trata de una joya elegante, tiene grabado un ojo cuya pupila está formada por un triángulo equilátero. 

—Fue un obsequio de Jaime, eso debería responder a tu pregunta. 

No lo hace y ella lo sabe. 

—¿Me ocultas algo? 

—Todos tenemos secretos, eso nos mantiene a salvo —entrelaza sus dedos con los míos. 

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora