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Los ojos amarillos de Mickey se mantenían fijos en el cuerpo desnudo de Sully, su compañera y la de sus hermanos. La tensión entre ellos era palpable, y Mickey podía sentir una energía contenida a punto de estallar. La conexión entre ellos era innegable.

Sully lo miraba expectante, esperando una respuesta a su pregunta olvidada en el aire. Mickey parpadeó, saliendo de su ensoñación, y esbozó una sonrisa suave.

—Soy Mickey— dijo, su voz baja y suave.

Sully asintió con la cabeza, aún regulando su respiración. En ese momento, April entró en el baño con una toalla en la mano. Con movimientos rápidos y eficientes, cubrió el cuerpo desnudo de Sully.

La pelinegra seguía aturdida, con el agua aún tapando parte de su nariz. Se dejó levantar por Mickey, que la sostuvo con cuidado. April la envolvió bien en la toalla, protegiendo su modestia.

Mickey cargó a Sully en brazos, estilo princesa, y salió del baño con April siguiéndolos de cerca. Sully, aún débil y cansada, se recostó en el marcado pecho de la tortuga, permitiendo que su peso se apoyara en él.

Al sentir su calor y su cercanía, el corazón de Mickey comenzó a latir con fuerza, como si estuviera a punto de estallar de emoción. Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios, revelando su alegría y contentamiento.

Al llegar a la pequeña sala de su departamento, Sully pudo ver a Leonardo y Donnie, de pie y observando con curiosidad cada rincón de su espacio personal. Al detectar su presencia, ambos voltearon rápidamente, sus ojos fijos en ella con una intensidad que la hizo sentir vulnerable.

En ese momento, un ruido fuerte y repentino resonó en la ventana, haciendo que Sully diera un pequeño brinco de sorpresa en los brazos de Mickey. La tortuga la sostuvo firme, mientras ella alzaba la cabeza para mirar hacia la fuente del sonido.

Allí, en la ventana, estaba Raphael, su mirada azul intensa fija en Sully. Su rostro estaba serio, pero había algo en sus ojos que hizo que Sully se sintiera observada y protegida al mismo tiempo.

Los cuatro hermanos, cada uno desde su posición, la miraban con una atención que hacía que Sully se sintiera como el centro del universo. La conexión entre ellos era palpable, y Mickey, que la sostenía en brazos, parecía ser el único que no la miraba con esa intensidad.

April carraspeó, llamando la atención de Donnie, quien la miró confundido. Ella rodó los ojos y luego dirigió su mirada hacia Sully, haciéndole entender a Donnie qué debía hacer.

Mickey, con pesar, dejó a Sully en el pequeño sofá, ya que él quería seguir con su compañera en brazos. Luego se puso a un lado de Leonardo, observando la escena.

Donnie asintió rápidamente y se acercó a Sully, quien lo miró fijamente. —Necesito revisar que todo esté bien, ya sabes, tu ritmo cardíaco y esas cosas— explicó la tortuga, sacando un estetoscopio de su cangurera.

Sully bajó un poco la toalla que la cubría, permitiendo que Donnie escuchara su corazón. Los tres hermanos que observaban la situación —Mickey, Leonardo y Raphael— tragaron saliva y miraron hacia otro lado, intentando disimular su incomodidad.

La atmósfera se llenó de tensión, ya que la cercanía de Donnie a Sully y la intimidad del momento hacían que los demás se sintieran incómodos.

Sully fijó su mirada en April, intentando ignorar las cosquillas que sentía en su cuerpo mientras Donnie realizaba su chequeo médico. Su rostro estaba tenso, pero sus ojos buscaron respuestas en April.

—¿Por qué me secuestraron?— preguntó Sully, su voz firme.

April, incómoda por la atmósfera íntima que rodeaba a los cinco, finalmente miró a Sully. —En una mafia... no tenemos idea de quién es el jefe o la jefa— comenzó a explicar, acercándose a Sully. —Solamente sabemos que buscan mujeres jóvenes para reclutarlas.

𝕰𝖓 𝖑𝖆𝖘 𝖘𝖔𝖒𝖇𝖗𝖆𝖘 (𝕿𝖔𝖗𝖙𝖚𝖌𝖆𝖘 𝖓𝖎𝖓𝖏𝖆𝖘)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora