Interludio: Legado de la ciudad del mañana

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— ¡Vaya, tranquilo amigo! — o quizás debería decir "amigos", dado que tienes dos cabezas.

Esquivé con facilidad los dos mordiscos que intentó lanzarme el perro de dos cabezas. No es que me fueran a hacer daño, pero si me hubiera alcanzado, probablemente habría perdido todos sus dientes contra mi piel.

Con un gruñido feroz, el monstruoso perro negro cargó hacia mí, sus ojos carmesíes brillando con un instinto asesino puro. Me deslicé por debajo de su enorme cuerpo, eludiendo su embestida. Sí, era tan grande como para que pudiera deslizarme bajo él sin problemas.

El animal era puro instinto. Sus ojos solo mostraban una intención: destrozarme. Gruñía y rugía como si su única razón de existir fuera matar. Ni siquiera parecía estar motivado por su propia supervivencia, como si fuera una criatura nacida exclusivamente para destruir.

No esperaba menos de un monstruo de la ola.

Todo comenzó mientras sobrevolaba parte del reino, en busca de más información que pudiera ser útil. Al pasar por un pueblo llamado Riyute, en mi camino hacia la capital de Melromarc, noté un grupo de aldeanos bastante inquietos.

Tras superar el asombro de verme, me explicaron que una bestia peligrosa había anidado en una mina cercana, otro monstruo que se coló durante el caos de la última ola. Los intentos por acabar con él solo habían dejado a varios gravemente heridos.

Por supuesto, ofrecí mi ayuda, y ahora estaba aquí, lidiando con esta bestia.

El perro volvió a lanzarse hacia mí, pero un rápido salto hacia un lado hizo que terminara estampándose contra una pared de roca. El impacto resonó en la mina.

Mmm... No quiero hacerle daño, pero si solo me dedico a esquivar, se terminará matando a sí mismo. Y claramente no responde a mis intentos de calmarlo.

No me queda otra opción.

Cuando el monstruo intentó morderme con una de sus cabezas, la otra aprovechó para atacarme desde abajo. Sin embargo, me moví con rapidez y precisión, colándome en el espacio entre ambas cabezas.

En ese momento, con un ligero toque de mis dedos en los puntos precisos detrás de sus cabezas, ambas cabezas cayeron inconscientes casi al instante.

— Lo siento... — murmuré mientras la gigantesca criatura se desplomaba suavemente.

Con un movimiento suave, sostuve el enorme cuerpo del perro antes de que cayera sobre mí y lo cargué sin esfuerzo sobre mi hombro. Mientras caminaba tranquilamente fuera de la cueva, mi mente comenzó a divagar.

Tengo hambre. Aunque, técnicamente, no siento hambre como tal. Pero quiero comer algo... 

Tal vez unas brochetas de carne de la capital, o mejor aún, un pastel. 

Mamá solía hornear pasteles para todo tipo de ocasiones. Hace tiempo que no pruebo uno.

Podría ahorrar el salario que Van me dará y gastarlo únicamente en comida. Tampoco tengo una casa en este mundo para pagar alquiler.

¿Habré dejado mi apartamento en la Tierra con las luces apagadas? Espero que sí.

Mientras seguía caminando por la cueva, con las paredes iluminadas por los minerales brillando a la distancia, mi mente vagó hacia Metrópolis. Me pregunto cómo estarán las cosas en el Daily Planet, cómo estará Lois. Ese día tenía algo importante que decirme, pero nunca supe qué era.

Intenté recordar cómo terminé aquí, pero la misma imagen en blanco me golpeó la mente, seguida de un leve dolor de cabeza.

Es como si esa hubiera un pedazo faltante.

          

El viento frío de la noche se colaba por el túnel, indicándome que estaba cerca de la salida. Las antorchas a medio apagar y los viejos pilares de madera hacían eco en la cueva, mostrando que este lugar había sido muy transitado.

Cuando finalmente salí al exterior, me encontré con un grupo de aldeanos que me esperaban. Sus rostros eran de asombro total, pero más que a mí, sus ojos estaban clavados en el cuerpo del perro de dos cabezas que colgaba inconsciente sobre mi hombro.

El gobernador, un anciano de aspecto frágil, corrió hacia mí acompañado por dos aldeanos.

— ¡No puedo creerlo! ¡Lo lograste de verdad! — exclamó con asombro, inspeccionando al monstruo de lado a lado. — Increíble...

— ¿Cómo puede cargar algo así como si nada? — murmuró uno de los aldeanos. — Parece pesadísimo...

— Y que lo digas. — Respondió el otro. — El tipo tiene músculos sobre músculos, podría partirte en dos con esos brazos.

El gobernador, más calmado, me hizo una reverencia, visiblemente aliviado.

— Muchas gracias, señor...

— Solo Superman, está bien. — Respondí jovialmente, extendiéndole la mano.

— Muchas gracias, señor Superman. — Apretó mi mano con fuerza, tratando de contener su emoción. — No sabe lo que esto representa para Riyute. Este monstruo no solo amenazaba nuestra economía, sino también nuestras vidas.

Pude ver las lágrimas en sus ojos, pero intentaba mantenerse firme. Coloqué una mano sobre su hombro, dándole una sonrisa reconfortante.

— No se preocupe, abuelo. Fue un placer ayudar.

— Uhm... — Gimió, luchando por contener sus emociones.

Por favor, no llores...

— Por cierto, ¿qué harán con el animal ahora que ya no es una amenaza?

— Es un peligro. No podemos permitir que siga vivo. — La expresión del gobernador cambió de aliviada a resuelta. Detrás de él, los aldeanos ya tenían cuerdas y cuchillos listos.

— Ya veo. — Pensé por un momento y luego agregué — ¿Puedo pedirles un favor?

— ¿Un favor?

— Sí, déjenme encargarme del perro. Lo alejaré de aquí. Les prometo que no volverá a ser una amenaza.

— ¿Eres algún tipo de domador de bestias?

— No exactamente, pero tengo un plan para él.

El gobernador se detuvo, evaluando la situación y mirando a sus hombres antes de tomar una decisión.

— Fuiste tú quien lo venció, así que, si prometes que no será un problema, te lo dejamos.

— Lo prometo. — Le estreché la mano una vez más. Luego, volví la mirada hacia los aldeanos que me observaban asombrados y les hice un gesto de despedida. — Hasta pronto.

Con un ligero impulso de mis pies, despegamos hacia el cielo, dejando a los aldeanos y al gobernador estupefactos.

Después de un tiempo volando, llegué a mi destino: una cordillera rodeada por otra cadena montañosa. Ningún ser vivo podía llegar aquí, y solo había musgo en las partes más bajas.

Dejé al perro en una cueva, asegurándome de que descansara tranquilo, aún inconsciente.

No lo dejaré morir de hambre. Le traeré comida cada día, y de paso, estudiaré su comportamiento. Quiero entender cómo funcionan estos monstruos que surgen de las olas.

Superman: A red and blue shield(Superman en Tate no Yuusha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora